Capítulo Veinte

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—Debes de estar jugando —exclamó Gabriel cuando su amigo terminó de contar su historia.

—No es una broma, Gabriel —dijo Jaden en tono serio y bajo. Su mejor amigo sabía que le estaba diciendo la verdad, lo conocía y reconocía cuando Jaden le estaba mintiendo. Y en ese momento no lo estaba haciendo.

—¿Y Lizet lo sabe? —La expresión de Gabriel era una combinación entre enojo y preocupación. Además de que la noticia le cayó de sorpresa, como si alguien lo hubiera empujado de repente y se hubiera golpeado la cabeza. No terminaba de procesar la confesión de su amigo.

—Obviamente no —explicó Jaden con un poco de molestia en su voz—. No puedo decírselo, ¿te imaginas como se sentiría? No puedo decirle algo que la va a hacer sentirse culpable. Y que además se entere de quién es él...

—Cargaste con eso mucho tiempo, Jad —le dijo Gabriel—. Te hiciste mucho daño guardándotelo, pero no es eso lo que me preocupa exactamente...

—Si eso pasa... —hizo una pausa antes de continuar, pasó su mano por su cabello y soltó un sonido de desesperación—. ¿Cómo voy a explicárselo?

—Deberías hablar con ella, decírselo...

—No puedo —cortó Jaden—. Sabes cómo la hará sentirse. No debe de culparse, pero lo hará. Y no es su culpa, ni siquiera es culpa mía y me costó mucho tiempo aceptar eso. No fue culpa de mi madre, ni de Lizet, ni de el niño al que corrompió con sus ideas sociópatas. Es culpa de él y de nadie más, y por eso no tienes idea de lo mucho que agradecería que sí pasara...

—¡No! —gritó Gabriel de una forma casi autoritaria. Se levantó de la silla donde se encontraba sentado y tomó a Jaden de los hombros, haciendo que el chico levantara la cabeza para mirarlo—. ¿Tienes idea de lo peligroso que resultaría eso?, ¿de las consecuencias que traería? Te conozco, Jad, eres de las personas más buenas y cautas que conozco, aprendiste a ser alguien sensato. Si de alguna forma provocas que eso suceda... por favor, piensa en lo que podría pasar.

Jaden soltó un pesado suspiro, pensando en la premonición que había tenido la noche anterior. Después de ver contra quién estaba peleando y lo que pasaba después había ido corriendo a buscar a Gabriel. Prefería contarle a alguien su secreto antes que tener que contárselo a todos de repente si es que la premonición ocurría.

—Sí, bueno... no es tan probable que pase —repuso Jaden un poco más calmado—. No soy como Lizet, mi precognición está en fase theta, es muy poco probable que pase —mencionó lo último más como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo que como una explicación.

—¿Estás seguro de que no sabes en donde ocurre la premonición?

—Sí, jamás he estado ahí. Era una habitación, algo oscura y no la pude reconocer. Se veía bastante diferente a las habitaciones del Refugio

—Y no viste nada antes de eso —reafirmó Gabriel.

—No, sólo lo veo a él —contestó con rabia—. Había pasado tanto tiempo, su recuerdo era algo que estaba... enterrado.

Gabriel se quedó pensando unos segundos en qué decir para reanimar a su mejor amigo. A diferencia de Jaden y Lizet, y la mayoría de Defectuosos que conocía, él no había perdido a sus padres, al menos no a manos de los Agentes. Su padre aún vivía en el Refugio, pero su madre había muerto unos años antes porque estaba enferma, ella había conocido a Jaden antes de irse y lo cuidó como si fuera su hijo; también quiso mucho a Lizet, pero la chica siempre se mostró reacia al cariño maternal, y al cuidado de cualquier adulto.

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