Capítulo Veinticuatro

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Hacía fresco en en cuarto de Caleb, como siempre.

La luz se alcanzaba a colar por las cortinas, haciendo que toda la habitación se viera más blanca. Siempre había pensado que el cuarto emanaba luz propia; todos los muebles eran de un blanco mármol, el suelo era de mosaico gris claro, del mismo color que una de las paredes. Todo se veía tan pulcro, tan limpio.

Tan familiar.

Se sentía como estar en casa.

Los brazos de Caleb la seguían rodeando, aún estaban en el suelo, pues ella era incapaz de levantarse. Y aún no había podido abrir completamente los ojos, era como estar en el limbo. No estaba ni dormida ni despierta. Podía ver lo que había alrededor, pero no con mucha claridad, como si estuviera desenfocado. Veía a Jaden en frente de ella, por un momento olvidó porqué estaban ahí.

Por un momento olvidó todo lo que había pasado en las últimas semanas. Olvidó todo el enojo y la tristeza. Se sentía tanta tranquilidad el volver a estar en un lugar que ya conocía, y en el que era bien recibida por alguien que ya conocía. Dejó que la inundara la sensación de familiaridad, la sensación de que pertenecía a un lugar.

Esa sensación que sabía que no iba a volver a sentir.

Cuando abrió los ojos completamente sintió que había despertado de un largo sueño. Tenía la boca seca y le dolía la parte posterior de la cabeza.

—¿Amber? —Los ojos de Jaden buscaron los los suyos—. ¿Estás bien?

—¿Normalmente luce así? —preguntó Caleb irónicamente, haciendo una pequeña sonrisa se asomara en la cara de los tres. 

—Estoy bien —dijo, incorporándose. Se quedó callada, viendo a Caleb por unos segundos. Y luego se abalanzó sobre él, abrazándolo como si llevara toda una vida sin verlo.

La espalda del chico habría tocado el suelo si no hubiera alcanzado a sostenerse con una mano.

Sin darse cuenta, los ojos le empezaron a escocer y dejó caer un par de lágrimas.

—No es que no me alegre de verte —comenzó Caleb, sin romper el abrazo—, pero, ¿qué haces aquí? —había una pizca de enojo en su voz, que Amber no podría haber reconocido si no lo conociera—. Te dije que no vinieras, te están buscando. Nunca he entendido el empeño de los Agentes en encontrar a todos los que se les escapan. Como si no torturaran a suficientes.

Amber soltó su agarre en Caleb y volteó a ver a Jaden. Su expresión había cambiado ligeramente por el comentario.

—Vino por su hermana —dijo viendo a Jaden, y en un tono más bajo de lo normal—. Pensé que podíamos aparecernos aquí para que nadie se diera cuenta...

El chico volteó a ver a Jaden con los ojos muy abiertos y con algo de culpa, siendo consciente de lo que acababa de decir.

—Aquí todos son bien recibidos —dijo Caleb, casi de manera burlona, pero Amber sabía que decía la verdad. Caleb era la mejor persona que conocía, nunca le había negado la ayuda a nadie—. Lamento lo de tu hermana.

Jaden intentó formar una pequeña sonrisa.

—Quería regresarte al Refugio —empezó Jaden mirando a Amber—, pero creo que no es lo mejor..., casi te desmayas. Quizá si pudieras descansar un poco...

—Lo que quiere decir es que no quiere que le vomites el suelo —le mencionó Caleb, no había ni un rastro de hostilidad en su voz. Así era él, siempre haciendo comentarios irónicos para aliviar la tensión, para hacer sentir a los demás un poquito más relajados—. La puedes dejar aquí, no le va a pasar nada.

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