Capítulo Seis

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Antes de partir al lugar donde Alexia les había indicado, Amber había accedido a ir a su casa. Sarah le había dicho que sería bueno llevarse algunas cosas y tratar de dejar todo absolutamente cerrado.

Cuando llegaron la puerta estaba entreabierta y la parte en donde antes estaba la perilla se encontraba totalmente rota. Al entrar toda la sala era un desorden, la mesa estaba tirada al igual que varias sillas, un jarrón roto y el mueble que había al lado de las escaleras tenía todos los cajones abiertos.

Amber se sintió de nuevo en el momento en el que entró al cuarto de su padre, con una mezcla de angustia por no entender correctamente por qué estaba pasando todo eso, enojo por por no saber qué lograba el Gobernador con lo estaba haciendo e impotencia, por aún no poder hacer nada.

Esas emociones chocando en ella hicieron efecto a su alrededor. Todo lo que estaba cerca de ella empezó a temblar, los vasos de la cocina estaban rompiéndose, le siguieron las ventanas y los muebles comenzaron a levitar.

—Amber. —Sarah la tomó del brazo—. Amber, cálmate.

Aparecieron pequeños destellos azules en sus dedos, como los que su tía le había mostrado en el recuerdo, en el que había acabado con la memoria de aquel Agente, fueron haciéndose más grandes. Sarah soltó un grito desgarrador, cayó al piso, llevó las manos a su cabeza y la nariz empezó a sangrarle, fue cuando Amber reaccionó.

Los destellos se contrajeron, parpadeó varias veces, y tomó una bocanada de aire, entonces Sarah dejó de gritar.

—Perdóname. —Amber se agachó para mirar a su tía—. No sé qué pasó, yo...

—Debemos irnos, rápido. —Sarah se levantó antes de que ella pudiera decirle algo—. Tienes que aprender a controlarte, toma una mochila y ropa, mientras más rápido lleguemos será mejor.

Subió las escaleras, entró a su cuarto y miró por unos segundos todo. A diferencia de la sala y el cuarto de su padre, en el de ella todo estaba como lo había dejado, no se movió nada aunque hizo que casi todo lo de la casa lo hiciera. Agarró una mochila y metió en ella las primeras prendas que había en el armario, antes de salir tomó una foto que estaba en el mueble al lado de la cama.

Era una foto con su padre.

—Voy a sacarte de ahí. —Metió la foto a la mochila y la puso debajo de toda la ropa, como si estuviera tratando de esconderla—. Te lo prometo.




En el Edificio Principal, había todo un caos por lo que acababa de suceder. Había gente de un lado a otro, llevando informes y revisando las cámaras que había en la ciudad. En el piso veintisiete, varios doctores examinaban los cadáveres de los Agentes y un piso más arriba, una enfermera estaba revisando a la inconsciente Alexia Johnson. El Gobernador estaba más preocupado de lo que parecía.

—¿Causa de la muerte? —El Gobernador tenía la vista fija en los cuerpos inertes de los Agentes, buscaba un rastro de bala, de un rayo, un cuchillo, algo.

—Desconocida, no hay nada que nos indique qué fue lo que les pasó. —El doctor no mantenía la mirada en el informe que tenía que llenar.

—¡Debe de haber algo! —exclamó golpeando la pared con el puño, después de eso respiró hondo y se relajó un poco—. ¿Cómo está Johnson?

—Aún sigue inconsciente, lo más probable es que despierte en menos de una hora. Está en el piso de arriba; le dispararon con el arma típica de un Agente. —Dejó de llenar el informe y vio al Gobernador—. Pero la de ella seguía en su maletín, intacta, sin una huella dactilar que no fuera la suya. No sabemos cómo una ciudadana normal la tenía.

Una enfermera entró a la habitación, tenía el pelo recogido en un chongo, uniforme blanco y guantes de látex. Era de baja estatura y su cara indicaba preocupación.

—Señor... —dijo en voz baja—. Perdón por la interrupción, pero la Agente Johnson despertó.

—¿Quien está con ella?

—La señorita Wlayshell Allen, está haciéndole unas preguntas. Al parecer ella está bien.

Subió casi corriendo a ver a Alexia, estaba postrada en una camilla, en su muñeca había una aguja conectada a un tubo con suero. Estaba pálida, con un moretón en la mejilla y la parte de la clavícula al cuello y parte del pecho tenían una tonalidad morada.

—Agente Johnson.

Ella solo lo miró.

—Señorita Allen. —El Gobernador volteó a verla—. Necesito que se retire.

—No puede hablar muy bien. —Wlayshell le tendió una hoja con letras—. Cuando le hice las preguntas para el informe a veces ni siquiera la escuchaba, pasaba el dedo por las letras hasta que formaba una palabra.

—Está bien. —Sonó irritado—. Trataré de ser paciente, le pido que se retire.

Wlayshell le dirigió una mirada a Alexia antes de salir de la habitación.

—Agente Johnson, ¿quién le disparó? —preguntó mirándola fijamente, tenía una postura recta, imponente, con las manos atrás y el rostro sin expresión alguna.

Ella negó con la cabeza.

—¿No lo recuerda? —El Gobernador fue rápidamente al lado suyo.

Volvió a mover la cabeza para negárselo.

—No. —Su voz era casi audible, la tenía ronca y le dolía hablar.

Claro que lo recordaba, ella misma le había tendido el arma a Amber, aunque ella se había negado a tomarla, porque iba a ser algo extraño que se dieran cuenta que le había disparado con su propia arma. La chica le disparó con una casi igual, la cual pertenecía a Sarah. No sabía de donde la había conseguido, pero cuando le disparó el dolor fue inexplicable, todo su cuerpo se sentía adormecido, el rayo había impactado en su pecho, soltó un grito tan alto que cualquiera que lo escuchara podría jurar que estaban torturándola, aún sentía hormigueo en él. Había caído de rodillas al piso, trató de poner las manos para no golpearse, pero su cuerpo no había reaccionado rápidamente, logrando que se golpeara en la mejilla incrementando el dolor que sentía.

Amber había querido ayudarla, levantarla, pero Sarah se lo había impedido, diciéndole que iban a reconocer sus huellas en ella inmediatamente, entonces la dejó tirada en el piso. Salió de la casa viéndola en todo momento, ella sabía que Amber sentía remordimiento por haberla dejado ahí.

Después de que ellas salieran de la casa escuchó a los Agentes que la habían acompañado gritar igual o peor que ella, si no fuera porque casi había caído inconsciente, podría haber jurado que vio una explosión de luz azul a través de la ventana.

—Agente Johnson. —El Gobernador la miró amenazante—. ¿Me está diciendo la verdad?

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