[•XII•]

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El infierno.

Hace siete años.

Despierto con un ardor inigualable en el cuerpo, un dolor desgarrante en cada centímetro de mi pequeño y delgado cuerpo. Ayer volvió a suceder, realmente lo volvió a hacer, después de prometerme que no lo haría de nuevo.

Me miro en el espejo y las lágrimas brotan en segundos, tengo un montón de heridas a carne viva, pero sobre todo, destaca una que yace en la parte superior de mi espalda, de esta brota un líquido carmesí que chorrea manchando el suelo con pequeñas gotas.

Escucho unos pasos apresurándose y me bajo la camisa rápidamente disimulando el dolor desgarrante que me invade. Abren la puerta y me preparo para lo que viene.

-Muévete que nos vamos a la finca-avisa mi padre apenas entra.

-Voy...

-¡¿Cómo te he dicho qué es?!

-¡Si, señor!-me seco las lágrimas y me apresuro a vestirme.

Me hago una coleta y me pongo un vestido floreado. Salgo de mi habitación con la cabeza gacha mirando mis sandalias. Mi padre aparece y me toma del brazo bruscamente para llevarme a el auto. Entramos y el vehículo se pone en marcha y nos adentramos en la autopista.

En el camino voy con la cabeza gacha mirándome las uñas y jugueteando con ellas. No hace ni dice nada que me incomode y agradezco eso, estoy tan cansada de sus abusos...solo espero que un día paren, no lo merezco.

Llegamos y mi semblante cambia totalmente a uno feliz. En la finca tengo algunos amigos, entre ellos destaca Donovan; un chico de catorce años que siempre está conmigo. Es un poco extraño ya que no le habla a ningún niño excepto a mí. Siempre ha estado cada que lo he necesitado.

Me bajo del vehículo corriendo a tocar la puerta y me abren de inmediato.

-¡Pequitas!-exclama mi hermano cuando me ve.

-Alan...-no contengo las lágrimas y lo abrazo.

-¡Hey!, ¡Pequitas! ¿Qué pasa?-indaga.

-Lo hizo...-susurro contra su pecho-realmente volvió a hacerlo, hermano.

Se le desfigura la cara y su semblante furioso no disimula, aprieta la mandíbula al igual que los puños y se separa de mi. Va directo hacia Fred, que yace apoyado del auto hablando con la dueña de la finca. Cuando llega, lo toma por el cuello de la casa, le estampa un puñetazo en la cara y automáticamente se le llena la boca de sangre, escupe el líquido carmesí antes de devolverle el puñetazo a mi hermano que cae al suelo.

-¡Papi! ¡Basta! ¡Es tu hijo, basta!-grito.

-Ava, tu también eres su hija...solo tienes doce años, pequitas, y el...-No termina la frase cuando mi padre lo vuelve a golpear estando en el suelo, lo hace repetidas veces y yo solo me echo a llorar hasta que...

-¡Ava!-una voz masculina me llama y volteo.

-¡Donovan! ¡Ayuda! ¡Haz que paren! ¡Haz que...!-se me corta la voz cuando veo que mi hermano se desmaya con la boca lleva de sangre, mi padre de encamina hacia mí con los puños ensangrentados acercándose con furia.

Yo solo echo a correr hacia donde está Donovan el cual toma mi mano y ambos salimos corriendo mientras mi padre nos persigue atrás. Corro, corro como nunca en mi vida lo he podido hacer, corro porque se lo que pasará si me alcanza, se lo que pasará si llegamos a casa...

Tropiezo con una roca y me mentalizo de que es el fin, realmente lo es. Donovan se detiene al darse cuenta de que me quedé atrás y se devuelve pata tomarme de la mano, pero ya es demasiado tarde porque mi padre llega primero, levantándome bruscamente y me carga en su hombro.

Sin EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora