𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓸𝓬𝓱𝓸

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El dolor de Luna era incomparable

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El dolor de Luna era incomparable. Le habían arrebatado a su hermano, su amigo... su otra mitad. Luna apenas y se movía, el dolor la consumía todo el tiempo.

—Luna... debes de comer...— Anna dijo. Luna negó y se volteó. —Lo volverás a ver cuando te adopten a ti— Anna consoló, pero eso sólo trajo mas dolor... no habían adoptado a Norman, lo habían matado.

Después de un rato, Emma entró al cuarto con sus muletas. —El escape sigue en pie— le dijo a Luna.

—No hace falta— Luna dijo sin ninguna esperanza.

—Sé que estás sufriendo... pero hazlo por Norman... por favor— Emma suplicó. Luna solo suspiró. Emma dejó el cuarto dejándola sola.

—Luna...— la voz de Phil se escuchó. La chica se paró y vio al pequeño de cuatro años. Sus ojos azules la miraban con preocupación. Subió a su cama y la abrazó. El pequeño no dijo nada, no sabía que decir, tan solo tenía cuatro años.

—Te traje esto— dijo enseñándole una galleta de chispas de chocolate. El corazón de Luna latió con fuerzas, el pequeño detalle había hecho a Luna cambiar de parecer.

—Gracias Phil— Luna dijo con una sonrisa, casi invisible.

—¿Vas a estar bien?— preguntó. Luna asintió con una sonrisa.

—No te preocupes Phil, estaré bien— mintió Luna.

*

Por más mal que se sintiera, Phil le dió algo de esperanza a Luna. Habló con Emma, y quedó con que estaría en el cuarto, y cuando los niños se acercaran a preguntarle cómo estaba, ella les daría instrucciones.

Así pasaron dos meses. Fueron lentos y dolorosos, pero como había dicho Emma, Norman querría que no se diera por vencida.

El día antes del cumpleaños de Ray, llamó a Emma al comedor. Luna se había adelantado con los niños, guiándolos y cargando a algunos que tenían sueño.

Luna tomó un respiro, sabía lo que Ray planeaba, Emma le había contado justo un momento antes de que saliera de la casa.

A lo lejos, el olor a quemado llegó al sentido de Luna. Volteó hacia atrás, y la casa ardía con fuerzas.

Luna trepó al árbol más cercano y ató la cuerda con fuerza, fijándose que aguantara el pesó de todos.

Unos minutos después, llegaron, Emma, Lani, Thoma y Ray. Luna se acercó corriendo a Ray, y en vez de un abrazo le metió una cachetada.

—¡No vuelvas a hacer eso! ¡¿Me escuchaste?!— regañó, y luego lo abrazó. —No te puedo perder a ti también— dijo Luna.

Emma fue la primera en subir. Ayudo a todos a trepar, pero la alarma ya estaba sonando. —Eso fue más rápido de lo planeado— Ray comentó.

Don lanzó la cuerda a el ángulo perfecto para que se enredara en el árbol. —Bueno... aquí voy...— dijo con algo de miedo, y con un gancho, se deslizó hacia el otro lado, aterrizando seguro.

Así fue como uno por uno fue llegando al otro lado.

—Luna... tengo miedo...— Jemima dijo con los ojos llorosos.

—¿Quieres bajar conmigo?— preguntó Luna, y la pequeña asintió.

—Bajará conmigo, Emma, ¿hay algo con que la puedas atar a mi?— preguntó Ray, y la pelirroja asintió.

—Lani, Thoma, no me digan que también tienen medio— Ray se burló.

—¿Miedo? ¡Jamás!— dijeron, y se lanzaron tras él.

—Ve Luna— Emma dijo, y la chica asintió. Con cuidado, acomodó el gancho y se deslizó hacia abajo.

Emma estaba preparada, pero Isabella había subido al muro, tenia el cabello suelto, el cual volaba con el aire. —Mamá...— Emma susurró —Adiós— se despidió tae lanzó.

—No los voy a frenar... corran mis queridos niños— Isabella dijo, mientras veía a sus amados niños desaparecer. —Sean libres—

 —Sean libres—

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𝓝𝓾𝓷𝓬𝓪 𝓙𝓪𝓶𝓪𝓼 // 𝓡𝓪𝔂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora