Atrox [PAUSADA]

Capítulo VI: Atrox

10 años antes

Levantó el pecho, se ajustó el traje e hizo una pose para ver cómo lucía por detrás.
De buen porte, recién rasurado y cabello canoso; ojos tan oscuros que parecían hoyos negros; los años no le habían regalado arrugas, y su cara era tan lisa, parecida a la de un niño. Sus movimientos eran propios de un hombre elegante. El hombre vestía un traje rojo, una muy buena combinación con su pantalón negro de lana. Sin duda, un sujeto muy formal. La baja estatura lo obligaba a usar zapatos con un poco de plataforma, porque a él nunca le pareció correcto ser visto como un líder pequeño; debía imponer respeto.

La puerta de la habitación, donde el hombre se encontraba arreglando, se abrió, y de ella se asomó un joven muy apuesto. Se parecía a su padre, sólo que a él no le importaba su estatura, ya era muy alto.

— ¿Estás listo, papá?

—Tadeo — el padre dejó de poner atención en su reflejo en el espejo y volteó a ver a su hijo —, siempre estoy listo.

–Pero no veo que estés listo, la gente nos espera.

—Ya voy, dame un segundo, Tadeo.

El hijo señalo su reloj seriamente y posteriormente cerró la puerta de golpe. El señor abrió un cajón llenó de papeles que llevaban meses sin ser revisados. Ser alcalde era realmente cansado. Sacó una carpeta al azar, y cerró el mueble, para darse vuelta y observarse por última vez en el espejo.

Saliendo de la habitación se encontró en un pequeño pasillo lleno de cuadros artísticos de los cuales no conocía el nombre de ninguno, pero se veían bien, pensaba. Caminó hacia adelante donde había una puerta de madera oscura, la abrió para dar con el balcón. Una vez ahí, una pequeña multitud de personas había estado esperándolo. El hombre recibió algunos aplausos, algunas sonrisas y una que otra maldición. El hombre se acercó al barandal y observó a todos. Tomó aire y habló. Hace tiempo que no tenía una junta con su comunidad.

—Queridos habitantes, les agradezco por venir, como comunidad debemos aprender juntos y reforzar nuestro hogar, es por eso que quiero compartirles una pequeña información —sacó una hoja de la carpeta y comenzó a fingir que leía los puntos que había en ella —: Ante la creciente actividad de movimiento hostil de la zona este, la policía militar no es suficiente para frenar los ataques, es por eso que necesitaremos a los hombres más fuertes que haya para enlistarse, mi hijo Tadeo, en un momento dirá quiénes son esos hombres. —Hizo un ademán con la mano a su hijo que estaba parado enseguida mirando atento a todos —. Por otra parte, hemos notado que hay personas de esta ciudad teniendo contacto con los de fuera. Este comportamiento es inaceptable, si estamos aquí dentro es porque somos los que en los tiempos normales nos ganamos nuestro puesto con el trabajo y buenas decisiones. No podemos dejar que cualquier persona de fuera quiera colgarse de nuestros frutos.
>No vamos a dejar que nada de afuera entre, porque esto es nuestro trabajo, y será así siempre. Allá afuera es el apocalipsis, pero eventualmente alguien se encargará de arreglarlo, y cuando eso pase, nosotros, los más fuertes serán los que prevalezcan. Los de fuera no tienen dignidad y vienen arrastrándose a pedir un lugar inexistente aquí.

La gente miraba al hombre con cara de desaprobación, aunque había una parte que de verdad sentía aprecio por su líder.

— Escuchen gente, aunque el mundo tarde mil años en cambiar, no importa, debemos transmitir nuestra fuerza, a aquellos que llevaran las riendas en el futuro. Nuestros hijos. Será Tadeo el que me sustituya, y será mi pequeño Darnell el que sustituya a Tadeo. Todo es un ciclo.

El pequeño Darnell iba llegando al balcón a reunirse con su padre. Sus rodillas se encontraban raspadas después caer sobre la acera mientras jugaba con sus amigos. Su padre, el alcalde Ricardo, le esbozaba una sonrisa de oreja a oreja, y Darnell en lugar de sentirse orgulloso por el gesto de su padre, sentía repulsión y el miedo más grande que un niño puede albergar en su interior.