VII

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        Me remuevo en la cama. Inmediatamente sé que no es la mía, se siente… cálida. Despierto y me encuentro un par de ojos avellana mirándome desde arriba con el ceño fruncido y la mirada triste. Incluso desesperada. Ladeo mi cabeza.

-¿Qué sucede?-susurro

Su mano se posa en mi mejilla y acaricia el contorno de mi pómulo izquierdo. Pica, y sé que está delineando uno de los moretones. Mi rostro está limpio, sin una gota de maquillaje, por lo que todas las marcas recientes están a la vista. Él suspira pesadamente.

-¿Por qué…?

-Por favor- murmuro apartando la mirada- es muy temprano para hablar de ello.

Después de unos segundos aprieta los labios y asiente. Se sienta a mi lado apartando las sabanas. Los rayos de sol que entran por la ventana golpean contra su espalda, escapándose entre las hebras de cabello, recordandome a un prado de heno recién cortado. Desprende un ligero aroma a mar y madera, y por un momento me pregunto ¿Es esto real? ¿Este ángel es real? -¿Qué te apetece desayunar?

-Acabo de levantarme- respondo deleitándome en la profundidad de sus ojos- mi estómago aun no despierta.

Él se ríe y yo suspiro.

Es tan mágico.

-Vístete, vamos a desayunar. Así en el camino le damos tiempo a tu estomago a que se despierte- responde burlándose de mí. Yo sonrío y me siento sobre la cama mientras el sale del dormitorio.

Miro a mi alrededor. El dormitorio es sencillo y claramente no muchas personas pasan por aquí, una gran ventana con cortinas ligeras deja entrar un haz de luz que abarca toda la habitación. Todo es blanco y brillante. Tan pacifico. Sonrió para mis adentros.

<Nora… no puedes mentirte>

<Nora… no puedes esconderte>

<Nora… no puedes huir>

<Nora. Nora. Nora.>

-Basta…- susurro tomando mi cabeza entre ambas manos y cerrando mis ojos con fuerza. No pueden vencerme. Ellas son parte de mí, no deben desistir ante el monstruo. No.

Tomo una de las almohadas de la cama y tapo mi rostro con ella.

Grito.

***

-¿A dónde vamos?-saco mi mano por fuera del coche y hago ondas en el aire.

El día es hermoso. Un gran cielo despejado e iluminado por un gigante sol que disipa el frio de la ciudad. Los edificios se pierden en el horizonte jugando con sus tamaños y colores, los árboles se mecen ligeramente al son del viento que los acaricia, levantando las hojas caídas y panfletos tirados en la acera.

-Es una sorpresa- responde quitando momentáneamente la mirada de la calle y dirigiéndome un guiño debajo de los lentes de sol. Sonrío y acaricio la puerta del auto. Es de un rojo muy bonito. Me recuerda a un caramelo.

-¿Qué coche es?- siempre he dado por sentado que es un Ford clásico por lo que dice en el capó, pero de ahí…

-Un Ford Mustang del 65. Convertible.- señala nuestra falta de techo y sonríe con orgullo. –Me gusta apreciar días preciosos como este, y que mejor que con un coche precioso como este. –Da unos golpecitos en la parte externa de su puerta y pasa su mano por su cabello rebelde. Sigo el movimiento embelesada. Señala la guantera -Ahí hay una gorra, puedes utilizarla si te lastima el sol.

Niego con la cabeza y me estiro para pulsar un botón del radio. La canción estilo rock cambia y ahora el sonido de un ukelele sale de los parlantes. Me recuesto en el asiento y lo miro de reojo. El me alza ambas cejas horrorizado.

Ruido BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora