El cuadro me devuelve a una mujer pálida y decaída, con la mirada perdida. Las bolsas se marcan terriblemente en su rostro. Una mancha entre morado y azul se extiende por el pómulo derecho, la nariz está más roja de lo normal y un moretón casi fresco va desde el labio hasta parte del mentón. Su cabello azabache se ve opaco y enredado, sangre seca se asoma por la parte del fleco, seguramente tendrá más escondida. Tiene el rostro sombrío, arrastrando mil demonios en su mirar. Ha perdido todo. Esta mujer está muriendo.
Mis ojos comienzan a aguarse cuando me doy cuenta que la imagen horripilante que observo detenidamente soy yo, todo lo que ha quedado de mí. En esto me ha convertido, en su saco de boxeo personal que puede golpear cuando se le dé la gana y dejarlo tirado sin importarle absolutamente nada. Lo único que pide es que esté dispuesto para otra golpiza cuando él lo requiera.
Cierro mis ojos y una lágrima silenciosa cae por mi mejilla. Tantas veces quise evitar esto, quise alejarme de la bestia. Tenía miedo. Desde la primera vez ese sentido de racionalidad se había escondido debajo de la cama para no ser capturado, pero escondido tampoco servía de mucho. Otra gran gota salada recorre mi piel. <No debes llorar, Nora. No debes hacerlo. >
Alcanzo una esponja del cajón y hago una mueca al sentir el dolor en mis costillas como un relampagueo poderoso. Jadeo. No las tengo rotas, pero duelen como un infierno.
El infierno que Él mismo ha marcado sobre mi piel.
Maquillo los moretones. No deben verse, nunca nadie debe verlos, no pueden verlos. Duele. Y mucho. Con respiraciones entrecortadas voy desvaneciendo el color purpura que los golpes de la noche anterior dejaron, no puedo dejar de recordar con cada mínimo detalle la escena. Anoche no podía registrar nada, paso tan rápido y lento a la vez. Siempre es así. Como estar caminando bajo el agua. Cuando el primer golpe llega, mi cerebro se desconecta y lo único que logro sentir es como su furia se descarga sobre mi cada vez con más fuerza, y rezo con mi alma que acabe rápido. Nunca funciona.
Una vez que termina conmigo no se molesta siquiera en saber dónde me tira, simplemente me empuja o me da un golpe más y me deja sola, sale de la casa y no vuelvo a verlo hasta el día siguiente.
Veo el reloj por el reflejo del espejo, 10:47. Más de doce horas. Incluso para Él es demasiado. Me enfoco nuevamente en la mujer rota que alguna vez se pareció a mí. El único rastro que queda de nuestra historia son los tonos rojizos en mis brazos y el dolor de mis costados. Respiro hondo. Podre manejarlo. Una vez más poder manejarlo.
El timbre de la puerta suena. <Respira, Nora, respira. No contestes.>
Me quedo callada, sin mover un solo musculo.
Suena de nuevo.
Niego con la cabeza. <No es nada importante. No contestes.>
El sonido chillón vuelve a sonar por tercera vez, y una cuarta con más urgencia.
Antes de darme cuenta sobre lo que estoy haciendo paso un suéter blanco delgado por mi cuerpo para tapar los rastros en mis brazos y estómago. La tela se pega en los rastros de sangre seca de las heridas.
<No contestes, sabrán que estas mal.> <Nadie debe saber. ¡Nadie!. >
-¡Voy!
Mi voz suena demasiado débil para mis oídos, suena quebrada y me quema la garganta como navajas de fuego cortándola. Trago con dificultad y salgo a la sala procurando caminar lo más normal posible. Tocan por quinta vez.
-¿Nora? ¿Estas ahí?
Suspiro pesadamente del otro lado de la puerta, ahora no quiero encontrarme con él. Sus ojos me escudriñan cada vez que me encuentra.
-Lucas- saludo con la cabeza cuando lo encuentro esperando en el portal con una taza en la mano – ¿Azúcar?
-Eh. Bueno, de echo sí. –se encoge de hombros en un gesto indiferente, aunque su cuerpo esta tenso.- Me he quedado sin nada en el desayuno. ¿Estás bien?
-¿Por qué no habría de estarlo?- evito rápidamente su pregunta con otra más.
-No lo sé…- responde cauteloso mirando hacia dentro de la casa. Le tapo la vista tratando de mantener una sonrisa por cortesía. –Te ves, diferente.
-¿Diferente? No me he hecho nada.
-No me refiero a eso. Es algo, aquí…-se acerca rápidamente a mi cuello y pasa su mano por los lados. Mi cuerpo se encoge cuando el dolor dispara con su tacto. -¿Te has lastimado?
-No es nada- me aparto con una mueca y tapando con mi mano derecha la evidencia.
-¿Cómo te lo hiciste?- su voz tiene ese matiz de preocupación que siempre recalca cuando me saluda.
-Eh, yo…- <piensa, Nora, no puede saber nada.> -fue un accidente.
-¿Accidente? –pregunta frunciendo el ceño.
-Sí, me caí.
-¿Te has caído sobre tu cuello?-demonios, no lo creía. Ni yo misma lo hacía.
-Algo así.
-Pero como es que…- una mano caliente se posa sobre mi cintura. Mi cuerpo entero se tensa como una cuerda, su presencia era fría y a la vez sentía que me sofocaba en calor. No podía respirar. ¿En qué momento llego? –Buenos días, Álvaro.- añade con la mirada ensombrecida.
-Buen día, Lucas.- responde él con fría cortesía -¿Se te ofrece algo?
-Venía a pedir a Nora algo de azúcar. Era la opción más cercana y fácil.
-Oh, claro. –se gira levemente hacia mi apretando su agarre en la cadera. Sofoco un grito. -Nora, querida, no te preocupes, yo atiendo a Lucas. Arréglate que saldremos.
-Álvaro…- murmuro sin despegar la vista del suelo.
-Nora- responde el con autoridad, no necesito verlo para saber que no debo contradecirlo, no si quiero evitar una ronda de golpes matutinos.
Salgo disparada hacia el cuarto, no quería discutir, y su voz decía que no quería que montara una escena enfrente de otras personas. Nunca podría hacerlo.
-¿Acaso le haz dicho algo a él también?- me suelta cuando entra al dormitorio. Arrastra las palabras mientras sujeta la chaqueta que el escogió para que me la coloque.
-Yo, yo nunca…
-Más te vale no decir nada- meto mis brazos en las mangas con cuidado. –No quiero tener que repetir lo de ayer. –me quedo petrificada. ¿No quiere? ¡Entonces para! Yo ya no quiero más, por favor, solo quiero regresar el tiempo y que todo sea como antes. Aprieta levemente mis hombros y besa mi coronilla. Me estremezco. - Nora, lo hago por tu propio bien.
Después de eso sale por la puerta y yo me quedo helada en la habitación tratando de entender lo que ha dicho.
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Muchas gracias a quienes se toman el tiempo de leer esta novela <3
Si son constantes se habran dado cuenta que actualizo cada sabado, y asi seguire hasta que la termine. ¡Gracias por su apoyo!
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Ruido Blanco
General FictionNora Jáenz es una mujer temerosa y frágil que esta presa de la violencia a manos de la persona que menos imaginó: Álvaro Barradas, su marido.Tras unos días de libertad ella aprende a amar la vida, a anhelar lo que el tanto le ha negado y a implorar...