Un débil pero rico aroma me arranca del sueño vacío en que estaba perdida. Aspiro. Té negro de frutos rojos. Gimo suavemente y me estiro sobre la cama, las sabanas rozan mis hombros descubiertos y me provoca ligeramente calor. Los músculos de mi torso se contraen ante el movimiento y mi cuerpo se dobla por inercia sobre el colchón. Me paralizo. ¿Acaso… acaso fue un sueño?
Las suaves notas de una guitarra hacen eco en toda la casa y llegan hasta la habitación, llenándome, derramándose sobre mí, envolviéndome como una manta protectora. Cierro los ojos con fuerza y mis labios comienzan a temblar, ¿enserio él sabe?
Me remuevo. No, no sabe nada. Solo vio un ligero moretón, eso no prueba nada, puedo decirle que me caí, que me golpee con algo, puedo inventar cualquier excusa y sé que será creíble.
Y luego inventare que estoy loca para excusarme de mi ataque de pánico.
-Cuando te pregunten, diles cualquier pretexto sobre lo inútil que eres y eso los conformara, repítelo cuantas veces sea necesario hasta que te dejen de molestar.- Las palabras de Álvaro se arrastran dentro de mi cabeza como hilos densos y pegajosos. Así como la sangre.
Cierro los puños retorciendo las sabanas y aspiro profundamente. Puedo hacerlo. Siempre logro hacerlo. Limpio una lagrima solitaria y me siento sobre la cama. Registro todo a mí alrededor. Parece diferente, pero mi subconsciente me regaña y apunta que todo está en su perfecto orden. Entonces ¿por qué yo no lo veo así?.
Salgo de mi refugio y me doy con la sorpresa que el suéter se ha ido por lo que estoy solo con la básica de tirantes delgados que traía debajo, mis zapatos están cuidadosamente colocados al pie de la cama y la foto sobre el buró de mi luna de miel con Álvaro esta casualmente boca abajo. No la levanto y voy directo al armario para sacar un suéter ancho gris y ponérmelo con cuidado. Duele, pero no tanto como ayer. Puedo vivir con dolor, estoy acostumbrada. Meto mis pies descalzos entre unas pantuflas, me miro en el espejo para ver que todo está cubierto como hace unas horas (a excepción del ojo izquierdo) y, tomando una gran bocanada de aire salgo a la cocina.
El té no es lo único que puede olerse en la casa, un rico aroma a buñuelos y miel impregnan mi nariz tan pronto entro. Me abrazo a mí misma y logro verlo de espaldas. Está cortando algo sobre la tabla, pero desde aquí puedo apreciar como canta al son de la canción que está sonando desde su celular. Una balada lenta flota entre nosotros hablando sobre la oscuridad y la luz y el amor. Suspiro y siento como una lenta sonrisa nace en mi cara, su voz es… tranquilizante.
-¿Qué canción es? –pregunto en un susurro tratando de no romper la paz en la que está sumergido. No lo consigo y él se sobresalta al escucharme, da media vuelta y puedo ver como evita mirar el moretón. Sonríe y trae la tabla de madera a la isla de la cocina.
-In My Veins de Andrew Belle, pero…- con unos últimos rasgueos y una frase más la canción se acaba pasando a otra con notas de piano –ya termino.– Vacía las fresas en un cuenco pequeño y mira a su alrededor frunciendo el ceño –No he podido encontrar las tazas.- Sin quitar mi sonrisa le señalo la gaveta encima de la isla y él se ríe. –Por supuesto.
-¿Has hecho té?
El asiente y deja dos tazas blancas con diseño intrincado en color negro sobre unos manteles. Jamás utilizo esas tasas, a Álvaro no le gustan. –Yo, eh, no quería dejarte sola. –Levanto la vista y ahora él está mirándome fijamente, sus ojos viajan por todo mi rostro y se deslizan brevemente a mis hombros. Bajo la mirada y él carraspea -¿Quieres?
Asiento sin hablar. Saco un banquillo y me siento delicadamente. Mis manos han comenzado a temblar y los murmullos empiezan a escucharse dentro de mi cabeza, muy levemente. Parpadeo y aprieto el borde de la isla. No puedo derrumbarme y salir corriendo. No quiero hacerlo. Tengo que actuar natural, enfrentarlo y mentirle sobre la gran verdad. Pero por primera vez siento que algo se ha abierto dentro de mí, algo que desde hace tiempo se ha ido acumulando y no quiere seguir en silencio.
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Ruido Blanco
General FictionNora Jáenz es una mujer temerosa y frágil que esta presa de la violencia a manos de la persona que menos imaginó: Álvaro Barradas, su marido.Tras unos días de libertad ella aprende a amar la vida, a anhelar lo que el tanto le ha negado y a implorar...