3

1.3K 197 19
                                    

2.2 Ataques de pánico.

—¡No lo hagas! —gritó Satori en cuanto Ushijima se le acercó—. ¡¿Por qué tocas al monstruo, Wakatoshi?!

Ushijima sólo había retirado un mechón de su cara. Tendou estaba temblando, hipando y con la garganta cerrada por el terror. ¿Terror a qué?

Quebrarse frente a sus amigos fue una terrible idea, las miradas le pesaban. Empezó a rascar su hombro. No podía controlar los sollozos que salían por su garganta o las lágrimas que derramaba, y apenas podía resistir el impulso de enterrar sus uñas en la piel.

Semi Eita sabía sobre la infancia de Tendou, pero creyó erróneamente que todo estaba bien. Pensó que Satori lo había superado.

—¿No quieres que nos acerquemos? —preguntó Semi y Satori negó con rapidez—. ¿Por qué?

—Los monstruos no deben de estar junto con los humanos —susurró.

Un clic sonó en la mente de Ushijima.

«—No te preocupes, Wakatoshi, los monstruos no se deben de juntar con los humanos».

—No eres un monstruo —dijo, sintiéndose culpable.

—¡No! ¡¡¡Sí lo soy!!! —Satori estaba enredado entre las cobijas, como si eso fuera una protección contra las miradas de Semi y de Wakatoshi—. ¡¿O cómo explicas mi apariencia?! ¡¿Cómo le quieres llamar a mis acciones?! ¡A mi estúpida existencia!

Tendou se contrajo de nuevo y se jaló el cabello. Sus quejidos resonaron en la habitación, siendo lo único audible, eran una tortura para todos los que estaban en ella.

Tocaron la puerta.

Reon, justo después de que empezara la crisis de Tendou, salió de la habitación. Ahora regresaba con alguien más.

Reon Ohira había sido criado con cercanía a su madre, esa mujer que siempre sabía qué hacer en el momento exacto; por consecuencia, él siempre sabía qué hacer, pese a que todavía no perfeccionaba esa rápida toma de decisiones.

Tendou oyó abrirse la puerta pero no quiso ver, tenía miedo de quien estuviera ahí, de cómo lo miraría, de todo.

—Satori —pronunció la voz frente a él, demandante y comprensiva, como si supiera bien lo que pasaba.

—Entrenador —Tendou sintió un gran peso sobre él.

—Aparte de éste, ¿cuándo fue el último? —preguntó, sabiendo que los otros tres en la habitación no sabían a lo que se refería.

—Ayer —dijo resignado—. Por eso falté a Literatura.

—¿Y la primera vez?

—El año antepasado, en primero.

—Ya veo —el entrenador Washijo se mantuvo siempre en su lugar, sin titubear un momento—. ¿Quieres recordarme qué pasó esa vez?

—Los de tercero me encerraron en la bodega —no hubo respuesta del entrenador, así que continuó—. Pasé 6 horas, desde el final del entrenamiento hasta que vino la intendencia y me ayudaron.

—¿Cuántas veces ha pasado desde entonces?

—Muchas —empezó a temblar de nuevo—. Muchas, muchas veces.

—¿Y en cuántas de esas vino alguien a ayudarte?

—Tres.

Pensó en ese número. Tres veces. Una mísera cantidad en comparación a las cicatrices en su cuerpo. Una prueba más de que a nadie le preocupaba, de que a nadie le importaba.

—Ven —demandó el entrenador y todos en el cuarto les hicieron camino.

Pese a su baja estatura, el entrenador Washijo imponía respeto a donde fuera que vaya, ninguno de los estudiantes lo ha desobedecido ni una vez y mucho menos se han atrevido a responderle, excepto una persona: Satori Tendou.

La primera vez fue un regaño verbal, la segunda, diez vueltas a la cancha, y la tercera su primer reporte. En todas Satori fue honesto, con sus dudas y con sus críticas.

Y aunque el entrenador se centraba más en Ushijima, el Chico Milagro, la superestrella; con el tiempo se entendieron, casi agradándose, por lo que no fue extraño para nadie que Washijo le ayudara de vez en cuando y viceversa.

—¿Quieres que vengan? —le dijo el entrenador mientras señalaba a Reon, a Semi y a Ushijima.

Los miró y negó con suavidad.

Una punzada se colocó en el pecho de los presentes, ¿no eran sus amigos? Tal vez Satori no los veía como unos. En sus cabezas cruzó la idea de haber sido terribles amigos, después de todo, no se preocuparon por Tendou hasta ahora, no se interesaron en ayudarlo ni en apoyarlo aún sabiendo su hostil infancia.

Cuando Satori cruzó el pasillo, se encontró con diversas miradas observándolo desde el marco de sus puertas, unas preocupadas, otras simplemente curiosas, y terceras que denotaban una sonrisa en su rostro. Bajó la mirada y sus ojos amenazaron con llorar otra vez.

Por fin habían cazado al monstruo. Ahora estaba encadenado a sus propios dolores, ahora tenía que modelar frente a todos como el botín de la caza. Y su exhibición le interesaba a todo el mundo.

—Aquí no hay nada que ver —dijo el entrenador, severo.

Sin embargo, era un evento privado.

30% [Haikyuu!! UshiTen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora