Ilzand.
6 palabras. Se pronunciaba tal y como se escribía. Era un nombre extraño, parecía un apellido, pero su rareza le otorgaba autenticidad.
—Eramos amigos desde la infancia. Jugábamos mucho, y en uno de nuestros juegos empezamos a decirnos “cariño”
—Sí, eso lo recordé hace unos días—dije.
—Luego crecimos y nos distanciamos, ya sabes. —Le dio un sorbo a su té, como si este le otargaría la fuerza para continuar—. Tú empezaste a tomar clases de inglés por orden de tus padres, ya que ellos creían que era importante que aprendieras el idioma. A mi me estaba interesando el inglés, entonces un día nos topamos en la calle y me lo comentaste, por lo que decidí tomar el curso contigo.
»A mi me apasionaba aprender. Tú, en cambio, te sentías agobiada y te aburrias en clase. Cuando terminaban siempre te acompañaba hasta tu casa.
»Un día, desde que acabaron las clases saliste rápido. Pensé en salir tras de ti y preguntarte si te pasaba algo, pero al mirar tu pupitre, observé que habías dejado un pequeño cuaderno de color negro. Recuerdo que siempre lo sacabas en las clases y empezabas a escribir en él, por lo que deduje que era el cuaderno de los apuntes.
»Al día siguiente teníamos examen, así que me senté en tu mesa y tomé tu cuaderno para repasar las últimas clases. Sabía que encontraría todo más ordenado que en el mío.
»Lo abrí y me ubiqué en la última página. Todo estaba escrito en español, y no era un cuaderno de apuntes, era tu diario.
Un escalofrio me recorrió la espalda al escuchar la última oración. Me invadieron miles de incógnitas....
Ilzand se levantó y dejó la taza en la pequeña mesa.
Me gustaba que fuera alto, era perfecto para que lo abrazaras y te perdieras en la delgadez de su complexión.
—Ya es de noche, darling —dijo con una pequeña sonrisa.
Miré a mi alrededor y efectivamente ya había anochecido.
—Le dije a mis padres que llegaría a tiempo para cenar —volvió a decir.
—Oh sí, está bien —dije levantándome para dirigirlo a la puerta—. Entonces ¿Podremos vernos mañana?
—Me encantaría, pero quedé con unos amigos.
—¿Entonces cuando? —pregunté abriendo la puerta
El me cruzó por el lado y tuve el impulso de tomarlo del brazo, abrazarlo, y decirle que lo quería, que me estaba volviendo loca por él, que tenerlo cerca me hacía sentir joven, me hacía sentir una chica normal, porque desde que me había accidentado me sentía una anciana.
—¿Pasado mañana? darling —dijo lo último casi en un susurro, un sensual susurro.
—Pasado mañana, Ilzand —confirmé.
Le sonreí y agité la mano en un «adiós».
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11-20-36
Teen Fiction"Debo recordar, debo recordarlo" ----- No copias ni adaptaciones. (Borrador)