Final

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Nos encontrábamos en el kiosko de mi casa. Sentados frente a frente en un silencio sepulcral.

—Pudo haber funcionado —soltó sin mirarme.

Yo ya había meditado en el asunto la noche entera. Le había dado vueltas, había recordado cosas, y ya tenía una firme opinión.

—No. No pudo haber funcionado. Ni antes, ni ahora, ni después—dije.

—¿Por qué?

Me miró y volví a fundirme de nuevo en sus ojos cafés. Le regalé una sonrisa irónica.

—¿En serio lo preguntas? ¿En serio no has reparado en ello? —Él solo negó lentamente—. Mírate. Tú ya eres un adulto a punto de cumplir los 20. Un adulto que irá a un internado y se ocupará de su vida, pero yo...Yo solo soy una chica. Una inexperta e inmadura chica de 15 años que nisiquiera sabe lo que quiere. Una chica que apenas se está definiendo. Ahora no soy la mitad de la Amery que era antes. Soy un vaso de cristal vuelto añicos.

—¿Tú crees que la edad importa? —Esta vez su rostro estaba serio—. ¿Tú crees que puedes encarcelar los sentimientos y ponerle números, reglas, normas...?

Se puso de pie y yo lo imité. Dio unos pasos hasta que quedó a un brazo de distancia de mí.

—No puedo creer que nunca me lo dijiste. No puedo creer que perdimos tanto tiempo...

—¿De que ha-hablas? —dije a punto de quebrarme

Él se iría, y ojalá se llevara todo lo que me provocaba, pero las cosas no funcionaban así.

Me dolía su partida.

El dolor viene en diferentes colores y sabores, pero al final es el mismo. Siempre es la misma sensación que te carcome las entrañas y te desgarra el corazón.

—¡Tú me gustabas Amery! —Me miró a los ojos—. Estaba loco por ti. Cuando aún no habías perdido la memoria, no te saludaba por cortesía, te saludaba porque me gustabas y buscaba una excusa para verte. Pero en ese momento tú no gustabas de mí, lo hiciste después, y yo...yo aún siento cosas por ti.

—Nunca pudo funcionar. Mis padres quizás....no...

—No tenían porqué saberlo.

Se alejó de mí dispuesto a irse mientras yo miraba el suelo.

—¡Ilzand espera! —Me miró—¿Cuándo te vas?

—Mañana.

Con rapidez me abalancé hacia él y lo abracé.

—Sujétame fuerte. Sujétame fuerte porque mi corazón pende de un hilo.

—Darling....—pronunció con lentitud cada sílaba.

No sabía que el corazón se podía romper en tantos pedacitos frente a la pérdida de alguien que uno quiere.

Me separé tan solo unos sentímetros. Era jodidamente más alto que yo. Acuné su rostro en mis manos y lo besé. Fue tan solo una unión de labios, pero me dejé envolver por la suavidad de los suyos.

Sentí como si un universo estallara en mi interior. La adrenalina y la dopamina se fusionaron y recorrieron cada parte de mi cuerpo.

Pasados unos segundos me separé. Una lágrima me bajó por la mejilla. Me estaba derrumbando. Dentro, el dolor me quemaba como el fuego quema la leña.

—Dueles, Ilzand.

—Te extrañaré, darling —susurró—. ¿Esperarías por mi? ¿Esperarías a que regrese?

—Si es por ti amor...—dije sollozando—....espero...todo lo que sea.

11-20-36Donde viven las historias. Descúbrelo ahora