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Al final consigo encontrar un fotomatón típico de estos. Nos meto a los dos dentro y después de asegurarme de correr bien la cortina, la aprisiono contra la pared besándola apasionadamente. La pillo por sorpresa porque tarda unos segundos en responderme al beso con las mismas ganas que yo. Por fin me he atrevido a hacer lo que llevaba deseando desde el primer momento en que la vi.

— Me gustas muchísimo... — susurro en su oído antes de atacar su cuello y suelta un suspiro.

Agarro su culo con fuerza y la impulso hacía arriba haciendo que enrede sus piernas en mi cintura. Sus manos pasan por mi cuello acariciando mis tatuajes hasta mi pelo, tirando de él para acercarme aún más a ella si es que eso es posible. Le hago sentir mi erección y soltamos los dos un gemido ahogado mientras no dejamos de besarnos intensamente. Estoy por deshacerme de su vestido, cuando escuchamos unos gritos desde fuera. Cruzamos nuestras miradas y nos reímos.

— Tenemos que salir ya de aquí Hugo, la gente se está quejando — me dice con la respiración agitada mientras yo sigo dejando besos por su cuello.

— Pues que esperen — se ríe.

— Venga, vamos. Que no quiero que nos detengan por liarnos en un fotomatón — me río y la beso unas cuantas veces más antes de dejarla en el suelo.

— Toma tu peluca, Hannah Montana — le digo sonriendo pasándole la peluca rubia y se ríe.

Nos colocamos bien la ropa y así, y salimos de allí rápidamente avergonzados porque la gente que estaba esperando para entrar dentro nos mira mal. Me siento en un banco donde no pasa demasiada gente con ella encima de mis piernas. No puedo parar de besarla y por lo que veo, ella tampoco.

— Tenía tantas ganas de besarte... – le susurro.

— Y yo a ti — nos sonreímos.

— Entonces, ¿te gusto? Porque bueno, cómo te he dicho antes, a mí me gustas mucho y... — hablo atropelladamente y me besa callándome.

Madre mía, ¿pero qué me está pasando? Nunca me había puesto tan nervioso al hablar con una chica. Pero claro, Eva no es cualquier chica.

— Sí — me dice poniéndose igual de roja que yo. Sonrío cómo un tonto y nos volvemos a besar.

Parecemos dos adolescentes...

— ¿Vamos al parque de atracciones? — me pregunta con ilusión y abro los ojos sorprendido.

— ¿Hay un parque de atracciones?

— Sí, Pacific Park, está en el muelle — sonrío.

— Pues vamos — me sonríe y nos levantamos del banco para dirigirnos hacía el muelle de la mano.

[...]

Durante todo el camino no hemos parado de besarnos o abrazarnos. Actuamos cómo si fuéramos una pareja, pero en realidad no tengo ni idea de lo que somos. Y tampoco me puedo olvidar de que ella es Eva B, una artista internacional, y yo solo soy Hugo Cobo, un pobre chico que ha tenido la suerte de venir hasta aquí a trabajar con ella. Dentro de dos meses, cuando acabemos con el proyecto, tendré que volver a mi casa. ¿Qué pasará con lo que sea que haya empezado entre nosotros? Seguro que no tardará nada en olvidarme...

Vida de ricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora