Él

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Una vez fuimos a pescar a la laguna de Chascomús. Papá me enseñó a pescar ese día. Era muy torpe al principio (siempre fui torpe para todo al principio). Me ayudó a sostener la caña y, después de varios intentos, logré pescar un pez. Pero enseguida lo eché de nuevo al agua porque me pareció que era un pez chiquito que todavía tenía toda una vida por vivir. Prefería pescar un pez más grande. Papá se enojó un poco. Cuando le expliqué todo esto de la juventud del pez, me miró como a un bicho raro. Mamá se reía; en esa época estaba tan gordita como siempre. Ella siempre fue un poco rellenita. Pero nunca se fijó en eso. Y yo tampoco. Recién nos empezamos a fijar en eso cuando a papá le empezó a molestar. Y cuando le empezó a decir gorda, y le prohibía algunas comidas.

Me gustaba la risa de mamá. Y me gustaba que ella nunca se enojara por nada. Se veía siempre tan feliz. En realidad no sé si era feliz de verdad. No sé si aparentaba ser feliz delante de mí, o si de verdad se sentía contenta. Yo supongo que se sentía contenta de verdad. ¿Por qué no sería feliz, si tenía la vida que siempre había querido? Una casa linda, dos perros (teníamos un labrador y una ovejera, que lamentablemente murieron cuando tenía nueve años), un hermoso hijo (yo), y papá. Papá era un buen papá, aunque se enojaba con frecuencia. Y no me gustaba cuando le decía gorda a mamá; ella no era gorda. Era un poco rellenita, pero yo nunca me fijé en eso. Y ella tampoco.

Al Doc, como yo lo llamaba, le conté de ese día y le conté de otro día en que volví a la laguna de Chascomús. Esa otra vez estaba con mi abuelo, que en paz descanse. Al principio no entendía por qué me había llevado hasta Chascomús. O sea, él dijo que íbamos a ir pescar, pero a él nunca le gustó pescar, ni un poco. Y después, mientras él le ponía la carnada a la caña, yo me acordé de la risa de mamá cuando yo le decía a papá que el pez que había pescado era muy chiquito para morir. Para ese entonces mamá ya estaba flaca. Demasiado flaca, para mi gusto. Yo la prefería cuando era rellenita. Porque se veía más linda así, y además ella parecía más feliz así.

—¿A dónde fue mamá y papá? —le pregunté a mi abuelo mientras golpeaba una piedrita contra el piso del muelle. Él me miró apenas y enseguida volvió a lo que estaba haciendo. Yo me giré hacia el agua y vi a un par de esos pájaros que están siempre en las lagunas, no me acuerdo el nombre. Eran dos y volaban juntos. Y también hacían ruiditos. No sé por qué me acuerdo de esto. También me acuerdo de ver el atardecer. Hacía tiempo que no lo veía. En realidad, creo que nunca le había prestado demasiada atención. Pero sé que no lo disfruté mucho, porque estaba muy angustiado. El abuelo me había explicado algo muy raro, yo no lo había entendido, y por eso sentía angustia.

—Eh... Ellos se fueron... a un lugar —contestó. Me pareció raro que tardara tanto en responder.

Cuando le conté todo esto al Doc, él no me miraba. Se miraba las manos y anotaba unas cosas en su cuaderno. O hacía como que anotaba, andá a saber. No sé qué tanto anotaba. Sólo le decía que había ido a pescar con mi abuelo a la laguna de Chascomús. Y que él ese día me explicó que mamá y papá no iban a estar presentes durante un tiempo porque tenían unas cosas que hacer. Eso es lo que no entendí y lo que me pareció raro. ¿Qué es lo que tenían que hacer, si yo era su hijo? ¿Por qué no estaban conmigo? ¿Qué podía ser más importante que yo?

Pero la verdad es que desde ese día, o esos días, empecé a vivir con mi abuelo. Una noche, mientras comíamos helado y mirábamos Videomatch, me contó de la abuela. Yo nunca la llegué a conocer porque murió en un accidente cuando yo apenas había nacido. Eso es lo que me contó el abuelo. Esa noche estaba muy triste; de hecho de pronto se puso a llorar, aunque me aseguró que no estaba llorando por la abuela. Como se fue a la cama temprano, yo me comí lo que quedaba de helado en su taza. Y me acordé de cuando tomaba helado con mamá. Y lo bien que la pasábamos cuando mirábamos tele juntos. Y con papá también. Hasta que él empezó a decirle que estaba muy gorda y que tenía que dejar de comer helado y de estar tirada en el sillón mirando tele. Pero él no era malo, no sé qué le pasó.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora