Él

51 5 0
                                    

Lo que les voy a contar ahora es muy duro. De verdad. Ni se lo imaginan. Por eso les pido que sean respetuosos, y no me juzguen. Si quieren entender por qué quise probar el porro, por qué quería juntarme con Paco y Lucio, por qué permití que violasen a esa chica, por qué hice todo lo que hice... Si quieren entender eso, tienen que conocer toda mi historia. Pero es una historia triste y trágica, una historia de la que todavía no me recupero. Y no creo que nunca me recupere.

Ese día fue, luego del día del accidente, el peor día de toda mi vida. Ese día lloré como nunca antes. Y abracé con fuerza a un tipo que apenas conocía y que no me terminaba de cerrar. Pero en ese momento era lo único que tenía.

Papá iba a salir de la cárcel, ya era un hecho. Habían pasado días y semanas. Y papá por fin iba a salir. La última vez que lo vi me dijo que estaba muy feliz de salir por fin, muy feliz de volver a estar conmigo en libertad. Me dijo que lo primero que haríamos sería ir al cine a ver esa película que yo tanto quería ver. Ya no me acuerdo cuál era, y no viene al caso. También me dijo que íbamos a tomar un helado, y que íbamos a ir a pescar a la laguna de Chascomús. Me dijo muchas cosas, y yo le creía. Yo siempre le creí.

—Te quiero mucho, Chapi. Ojalá la próxima que nos veamos sea afuera de esta cárcel de mierda —fue lo último que me dijo.

—Ojalá. Yo también te quiero, papá.

Y nos abrazamos.

Y una semana después estaba abrazando al abogado, entre lágrimas. Me dijo que papá... Me dijo que... Bueno, la cosa es que papá... se había ido "a un lugar". Eso me hubiera dicho el abuelo. Pero no me lo dijo mi abuelo, porque él hacía años estaba muerto. No, me lo dijo el abogado. Y hasta él se veía triste.

Esa tarde no fui a jugar al fútbol. Me quedé encerrado en la pieza. Mi viejo, que al principio parecía no querer molestarme, golpeó la puerta después de un rato que me pasé llorando. Yo no contesté a sus llamados, así que él siguió golpeando.

—Chapi, ¿está todo bien?

No contesté. Creo que él se había dado cuenta de que estaba un poco raro. Bueno, quién no se daría cuenta.

—Chapi... ¡Chapi! Voy a abrir la puerta.

Yo me encogí de hombros. A continuación, mi viejo abrió la puerta y me vio llorando por primera vez. Me daba vergüenza, así que me tapé la cara.

—Chapi... ¿Qué pasó?

Se acercó a mí y se sentó en la cama, donde yo estaba acostado. Apoyó la palma de su mano en mi cabeza.

—Chapi... ¿Qué pasó, campeón?

Yo sacudí la cabeza y lloré con más fuerza.

—Chapi... Chapi, por favor hablame. Chapi...

—Se murió —dije, pero apenas se entendió.

—¿Qué?

—Lo mataron.

—¿A quién? —preguntó, pero yo no contesté. Y creo que no hizo falta que contestara. Él me abrazó con fuerza, y yo lloraba desconsoladamente. Un montón de cosas me empezaron a pasar por la cabeza. La sonrisa de mamá. Los ladridos de mis perros. Los chistes de mi abuelo. Cuando estaba pescando con papá. Cuando me enseñaba a andar en bicicleta—. ¿Qué pasó, Chapi?

Abrí los ojos y traté de incorporarme. Miré a mi viejo a los ojos y desvié la mirada. Él me acariciaba la espalda.

—Hubo una pelea, o algo así. El abogado dijo que... que a algunos no les gustaba que... que liberasen a papá... Que no se lo merecía tampoco, porque había... matado a su mujer. Pero él no lo hizo. No la mató. Yo sé que no la mató.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora