La niña abrió los ojos desconcertada. No recordaba cómo había llegado al parque. Pero se tranquilizó al ver un rostro conocido. Su maestra se acercó más a ella y la abrazó. No tenía que contarle nada, ella sabía los vejámenes que sufría Indira desde que su madre había muerto y era su padre el responsable de ella. En el centro de salud miraban para otro lado cuando trataban estos casos. Atendían a las pacientes pero nadie intervenía para evitarlo.
Indira posó su pequeña cabeza en el pecho de su maestra. En ella todo era un torbellino del que no sabía cómo escapar.