El frío lo despertó. El amanecer le presentó el lugar donde se había escondido. Polvo y encierro, típico de las casas abandonadas. La herida no sangraba; era hora de dar el siguiente paso.
No sabía cómo Laponte lo descubrió, pero había estado cerca de atraparlo la noche pasada. Hoy era el día de hacer contacto, aunque ahora el chip se encontrara en sus intestinos, era mejor tenerlo allí a que cayera en manos de Laponte. Se levantó y sacudió sus ropas. Uso el lavabo para despejarse y salió sigilosamente de la casa.
Abrió la puerta y se topó con una pared.