|•Trece•|

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Una semana después estaba en la sala de mi casa viendo una película de terror titulada: "Odhiel Lodge, y cómo escapó del psiquiátrico"

Por las noticias pasaban la información de cómo iban a proceder contra mi hermano y la declaración del personal en turno cuando pasó todo aquel incidente.

Milena estaba hablando por teléfono y según lo que escuché estaba haciendo planes para salir, a los cuales no le daría permiso.

Fácil, está bajo mi supervisión y más ahora con todo este alboroto por las calles, algunos tipos de la universidad comenzaban a hacer sus chistes malos al respecto los primeros días, pero en cuanto mi pie estuvo sobre el rostro de Eduín al colmar mi paciencia ya no se tocaba el tema.

O al menos eso duró tres días que me suspendieron por golpearlo, al regresar ahora era yo el malo de la historia, pero solo eran murmullos. Porque en cuanto mi vista se posaba en quién escuchaba hablar, sus palabras se esfumaban y no volvían.

El único con el que mantenía problema era James, pero con un carajo, a él sí lo mato.

—Nana, ¿Puedes informar a seguridad que estoy esperando a alguien y que no dejen salir a nadie hasta nuevo aviso, por favor?

Pedí con un pequeño puchero por lo que recibí en respuesta una mala mirada de Milena desde el otro sofá y una mirada de reproche por parte de mi nana.

—Voy a salir, y no necesito pedirte permiso, Alexander. —comentó la morena quien solo alejó un momento el móvil de su rostro.

—No lo harás, mi casa, mis reglas, y recuerdo que estás bajo mis órdenes. —mustié y me levanté de aquel lugar para caminar a la cocina por algo de comer.

—No me puedes hacer esto, tengo planes. —me siguió, pero ya no tenía el teléfono en mano.

—Tú y tus planes me importan un carajo, nadie sale de aquí y punto.

Afirmé con un timbre de voz que mostraba estaba irritado.

—Solo porque estés celoso de con quién voy a salir no te da derecho de portarte así, Lodge.

En aquel momento solté una risilla cínica por lo cual me acerqué a ella quedando un par de centímetros de su rostro.

—Querida, soy Alexander Lodge, y no le tengo envidia la mierda. —pasé un mechón de su cabello por detrás de su oreja y después dejé mi mano en su mejilla.

—Mucho menos cuando tú y yo no hemos tenido nada, y nunca existió algo.

Recalqué para mirar sus labios y después sus ojos relamiendo los míos.

Estaba tratando con todas mis fuerzas de no ir a besarle porque entonces arruinaría todo, y mi orgullo es lo que me mantiene ahora.

—De verdad Alexander, que cuando te empeñas en ser un gilipollas lo consigues, ¿Ah? —escupió aquellas palabras con rabia, se le notaba por la manera en que su rostro se tornó rojo del coraje.

—No tengo que poner empeño para tener lo que quiero, te lo recuerdo. —le guiñé un ojo como acto seguido y me alejé lo suficiente para tomar una manzana y morderle.

—Es que es increíble tu comportamiento, siempre tratando de ser el centro de atención para todos solo para llenar ese vacío de insuficiencia. —repicó a lo cual volví a reír.

—Probablemente, pero al menos no trato de llenar un vacío por un amor o ilusión no correspondida, Milena.

Punto para mí, sé que había sido un golpe bajo, pero para eso estamos jugando, ¿no?

¿Niñero? [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora