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Dilailah Gin

Han pasado tres años. Vivo con Anne que resulta ser mi tía, es aquella mujer que me sostuvo cuando me estaba ahogando entre lágrimas.

—¡Dilailah Gin! —Grita Anne desesperada desde la puerta de casa.

—¡Que ya voy!—Le contesto mientras intento cerrar las maletas, cuando lo consigo voy hacia ella. Salimos de la casa, le damos la llave a los nuevos propietarios de esa casa y nos dirigimos al taxi.

—Ya verás, Madrid te va a encantar.— Dice mi tía con ilusión, yo solo asiento. Amaba Madrid, pero ahora ya no sé como estará, si habrá cambiado... además de que no iba a ir al mismo centro donde estudiaba antes de irme de ahí, porque ya estaba en la universidad...Lo cual significaba que volvería a estar sola. Otra vez.

Paramos en el aeropuerto. Teníamos que estar más de una hora tiradas en el aeropuerto de Vigo, así que opto por sentarme mientras que Anne va por cada tienda del aeropuerto.

—¡Anne! corre que tenemos que pesar las maletas— Le grito para que venga lo antes posible y no moverme de la cola. La gente que también está a la espera me mira como si nunca antes hubiesen visto a alguien gritar.

—Dilailah, hija, no grites así.— Corriendo como nunca viene con la cabeza agachada por la vergüenza, yo solo encojo los hombros. Cuando terminamos de pesar todas las maletas, nos toca volver a hacer cola para dar el billete de vuelo. Pasados diez minutos por fin nos toca a nosotras. Nos sentamos en los asientos y nos acomodamos.

Me encanta viajar en avión. Y aunque de Galicia -Vigo más concretamente- a Madrid había solo una hora de vuelo, era la mejor hora de toda mi vida. Mirar por la ventanilla y ver como la gente se ve tan pequeña, como te ven tan pequeña desde arriba. Evadirte de todo con tu música y las nubes rodeándote es algo demasiado inefable.

—Anne, Anne.— Llamo a mi tía pasadas las dos horas para que se despierte.

—¿Dilailah?.—Pregunta adormecida.

—Si, ya hemos llegado.

Nos estiramos esperando a que la gente deje de hacer tanto apelotonamiento entre los asientos de la izquierda y la derecha. De verdad que no entiendo como se puede tener tan poca inteligencia, no es más rápido ir poco a poco en una fila ordenada y cuando toque tu turno bajas cuidadosamente, no. Es mejor todos queriendo salir los primeros acaparando el poco espacio que dejan unos asientos con otros y empujándose. Mientras esperamos a que toda la gente baje, yo no puedo evitar poner los ojos en blanco observando el panorama. Cuando por fin todos han salido llega nuestro turno, cogemos las maletas y pedimos un taxi para llegar a nuestra casa.

—¿Con que Madrid?—Pregunta el taxista amigable.

—Sí, creo que es un sitio muy bonito.—Contesta mi tía ilusionada.

—La verdad que es precioso. ¿es un viaje o...?—El conductor no para de sacar tema de conversación mientras que Anne responde a todo con mucha ilusión y... esperanza diría yo a juzgar por su tono. Yo en cambio dejo que ellos interactúen mientras yo interactúo con mis pensamientos. A medida que nos adentramos por las calles siento como si una daga se me clavara en el pecho, mi respiración se agita y los ojos se me cristalizan. Estamos en Madrid me dice mi voz interna temblando. Hace tres años que no vengo y volver a la ciudad donde nací, donde pase mi mejor vida hasta aquel día no me agradaba en absoluto.

—Dilailah, venga.—Dice Anne sonrojada para que baje del coche.

—Perdón.—Me disculpo indiferente por hacerle esperar y bajo. Andamos unos diez minutos más para llegar a nuestra querida casa, hasta que al fin la tengo en mis morros.

—Odio admitirlo, pero es preciosa.— Le digo a Anne con media sonrisa mientras no le quito el ojo de encima. Anne solo me mira de reojo con sus ojos color esmeralda brillantes, desprendía felicidad a través de ellos. Y era cierto, la casa era preciosa, quizá un poco grande solo para dos, pero se veía muy acogedora. Abrimos la puerta y mi tía antes de encender la luz me dedica una cálida sonrisa y me dice:

—Si te gusta el exterior, ya verás el interior.—Yo abro los ojos haciéndome la sorprendida. Enciende la luz y la verdad, había dado en el clavo. Todos los colores se compaginaban a la perfección. Dejo mis maletas en la entrada y voy directa a inspeccionar todo.

Voy al comedor y a medida que observo, mi boca se va abriendo más y más. Es un comedor súper espacioso lleno de ventanas en un lateral. En medio había una mesa pequeña redonda con dos sofás rodeándola. En el lado izquierdo se encuentra una chimenea encantadora, con un color beige al igual que el muro de piedras que formaba la decoración.

Subo las escaleras y ahí se ven las habitaciones y un baño. Entro en una de las habitaciones y como es de esperar mis ojos se quedan abiertos como platos. En el centro yace una cama de matrimonio con los edredones blancos y una manta sintética beige, enfrente se situaba el televisor. Hay dos sillones, una mesita de noche con el mismo juego de colores y una ventana en el lateral izquierdo la cual dejaba que la luz natural iluminara todo el espacio. Termino de ver esa habitación y me voy a la otra. A diferencia de la otra habitación esta puerta esta cerrada con un letrero en el que pone: "Este es nuestro hogar Dilailah". Al abrir la puerta no puedo evitar reprimir un grito de alegría.

El diseño era igual que el otro, pero la cama estaba en un lado de la pared, a su vera se encuentra la misma mesita de noche que en la otra habitación y en vez de dos sillones, hay una mesa de escritorio en la cual tiene algo posado. Arriba de esta se ven diez placas de música que se conectan con Spotify si las escaneas. Detrás de la puerta varios posters de mis animes favoritos. Cuando mis ojos se dignan a dejar de contemplar esta maravilla, me acerco al escritorio, donde hay una caja con una nota: "solo para que estudies" impaciente abro la caja y efectivamente es un portátil.

No me lo podía creer, mi tía había preparado todo esto sin que me diera cuenta y, joder no sabía que me conocía tan bien. Bajo las escaleras mientras las lágrimas bajan conmigo y cuando la veo le doy un abrazo. Le toma por sorpresa y le cuesta reaccionar pero finalmente me envuelve con sus brazos.

Lienzo blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora