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Dilailah Gin

Hoy me he despertado con ganas de comerme el mundo, la noche anterior me hizo reflexionar. No puedo estar siempre en un bucle entre: mi pasado y yo, yo y mi pasado. No puedo con tanto auto-maltrato psicológico y no quiero ver a mi círculo mal por mi culpa, por toda mi mierda. Ellos no se lo merecen.

Me desperezo todo lo rápido que puedo y bajo las escaleras con furor, mi tía no está, pero tengo más que claro que al verla me abalanzaré hacia ella. Me hago el desayuno y me lo subo a mi cuarto, enciendo el ordenador y mi día empieza con la canción " Safe and sound - Capital Cities"

Elijo un atuendo con color. Un chándal blanco, y un top de cuello largo y mangas largas blanco. En Denver tanto el frío como el calor son soportables y en octubre hace una media de 15º así que opto por un abrigo a cuadros de poliéster preppy de tonos azules y blancos. Para mi, vestir así era todo un mérito, por fin me he desprendido de ese negro apagado.

Termino de prepararme y llamo a un taxi mientras espero delante de la puerta. Este llega y me lleva. En el camino me pongo a pensar sobre como tu percepción de ver las cosas afecta tanto. He decidido despojar mis pensamientos negativos, esos que me ciegan de dolor y como por arte de magia, toda la presión que sentí y todo el mal estar se había esfumado. Solo podía ver el mundo en su máximo resplandor, los colores con una intensidad indescriptible y las calles las cuales desprendían tanta alegría que no pude evitar sonreír.

Cuando llego veo como Sasha estaba en la mesa de Zac hablando o más bien... ¿coqueteando? Decido obviarlo, nada va a sacarme de mi burbuja llena de paz. Él me ve y veo en su mirada como me suplica que le quite a esa tía de ahí, yo me río y me siento en mi mesa dejándole sufrir y desconectando de todo. Empiezo a repasar todas las clases que tenemos hoy y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Hoy es la presentación del trabajo de historia. Mierda. Empiezo a hiperventilar en mi cabeza, nunca he sido buena para hablar en público, me quedaba en blanco y paralizada observando como todas las miradas se clavaban en mi ser. Sí, soy de las que no sabe ni pedir una pizza por teléfono. Cuando el timbre de fin de clase suena doy un mini salto del susto, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me di cuenta de que la clase había terminado.

—¿Estás lista?— Me pregunta Zac desde su mesa. Yo le pongo ojos de corderito negándole con la cabeza. Alzo la mano para hacerle una seña de que viniera.

—Oye...— le empiezo a decir con un hilo de voz— ¿y si me quedo en blanco?— Le confieso. Las manos se me helaron y sentía pinchazos en el estomago de los nervios.

—Gin, eh. Tranquila, si te quedas en blanco me miras a mí. Estaremos solos tu y yo contra todo ¿si?— Noto como unas mini mariposas empiezan a revolotear, le doy una mini sonrisa levantando la comisura de mis labios a modo de respuesta.

—Bueno, bueno. Mis alumnos preferidos, ¿cómo estáis hoy?— Dice Relish entrando por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Sus entradas siempre eran cargadas de regocijo. —¿Preparados para ser torturados?— Pregunta con malicia el profesor.

Me alegra ver que no soy a la única cuyos miedos le corroen; unos están con las piernas temblando y otros mordiéndose las uñas deseando que esto acabe ya. Las exposiciones orales son de lo peor.

—Venga, voy a poner en google una página para que saque un número aleatorio. Iremos por filas es decir que si toca el uno, la que se siente en prima fila saldrá con su compañera.— Toda la clase se puso súper tensa cruzando los dedos para que no les toque exponer primero.

La clase está distribuida en filas de 5 mesas y somos 20 en clase, por tanto había 10 parejas. Relish inserto en la página número aleatorios del 1 al 10.

Lienzo blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora