Dilailah Gin
Pasé toda la semana en casa, las pesadillas no se iban así que no podía dormir bien y esto me llevo a las migraña. Siempre era la misma rutina: yo grito, Anne viene, porque aunque no estemos en nuestro mejor momento siempre está conmigo. Me tranquiliza y se va, mientras yo intento reconciliar el sueño. Cosa que hasta que lo logro pasan horas y horas en las que me quedo llorando en silencio.
—Llama a la psicóloga.— Le digo a Anne. Ella me mira incrédula, pero con un poco de alegría.— Quizá tengas razón.
Anne no dice nada porque me conoce y sabe que si me pregunta me arrepentiré. Sin dudarlo ni un segundo la llama.
—Viene ahora.
—Qué rapidez.
Después de media hora, timbran a la puerta de casa, mi tía se va, la psicóloga entra y nos quedamos en la misma situación que la primera vez. Esta vez decido darle una oportunidad. Por mi tía y por mi... aunque me cueste admitirlo.
Nos quedamos casi más de dos horas hablando y aunque me cuesta creerlo me he abierto más fácil de lo que pensaba. Le conté sobre mi pasado, lo que ocurrió, pero nunca le conté acerca de mis inseguridades o miedos. Porque, aunque me ha preguntado varias veces acerca de mi y no de mi pasado yo no le he dicho nada y al final lo ha aceptado. Sus palabras acerca del tema me sentaron demasiado bien.
Esa noche no tuve ninguna pesadilla, no me lo creía. Cuando mi tía se despertó, fui corriendo a abrazarla, ella me lo devolvió y nos fundimos en una sola persona. La mañana transcurrió calmada, se notaba buen ambiente y eso también me relajaba. Llegó la tarde, mientras me duchaba, pensaba en el instituto y en las clases que me había perdido. No sabía como iba a recuperarlas, porque no tenía el contacto de ninguno y aunque lo tuviera no le preguntaría a ninguno de esos seres depreciables.
Cuando terminé de ducharme y arreglarme bajé al salón para ir con mi tía, pero ya estaba acompañada. Fui bajando las escaleras lentamente. Se empezó a asomar las piernas, luego el torso y por último la cabeza, era Zac.
Lucía unos tejanos junto a una camisa azul marina la cual le hacía estar irresistible. Cuando logré dejar de observarle, terminé de bajar las escaleras.
—¿Qué haces aquí?—Le espete intentado mostrar serenidad.
—Dilailah.—Mi tía me miro haciéndome señas de que fuera más educada.
—Tranquila estoy acostumbrado.— Le dijo Zac haciéndose el pobrecito. Yo solo enarqué las cejas.
—Pasarlo bien.— Nos despidió Anne con una sonrisa de oreja a oreja. Zac me cogió de la mano y empezó a tirar de mí. Era la segunda vez que me lo hacía así que supuse que me tendría que empezar a acostumbrar. Cuando llegamos al destino, lo miré extrañada, él solo sonrió.
—¿Qué le has dicho a mi tía?¿ Cómo te has presentado?¿Qué habrá pensado al ver que ya te sabías la ubicación de mi casa?— Cuanto más lo pienso más nerviosismo me entra, sé como es Anne y no quiero que se piense cosas que no son.— Y... joder, ha pasado una semana desde que nos hemos visto... no pensaba que te fueras a acordar de donde vivo.
—Tengo buena memoria.—Dice con aires de superioridad—para lo que quiero. Y en cuanto a tu tía, le he dicho que tenemos que hacer un trabajo, y que como no tengo tú número ni nada con lo que pueda contactarte, le hablé al señor Relish, para que me diera tu dirección. Le ha sorprendido el hecho de que me lo hayan dado así sin más, pero al final ha debido ver que soy un partidazo y trozo de pan y se ha quedado más tranquila.
—¿Partidazo?— Digo enarcando la ceja.
—Para ti, el mejor.
Termina su frase y nos quedamos en silencio haciendo la interminable cola en la Trattoria Pulnicella.
—¿Por qué aquí?— Pregunté arrugando la nariz y haciéndome la tonta al catarme de que era un restaurante Italiano
—Por que aquí solo se puede venir a partir de dos personas y quería buena compañía.—Contesta mostrándose indiferente y con esa sonrisa que tanto odio porque me encanta.
Cuando por fin llegó nuestro turno pedimos para comer en el restaurante y nos sentamos.
Cinco minutos después nos llega la comida. Mi plato tenía espaguetis con pesto y el suyo gnocchi con mucho queso.
—Ya veo que tienes muy buena memoria eh.
—Todo un partidazo para ti, si es que ya te lo he dicho.
Cuando terminamos de comer, vamos paseando y charlando de cosas triviales hasta que empieza a oscurecer... ya estamos en otoño y el cambio de horario se nota mucho.
—Me encanta esta estación.
—¿Otoño?— Responde— La mejor es verano.
—Lo mejor del verano son las vacaciones, la estación es una mierda.
Él se hace el ofendido. —Te quiero enseñar algo.— En cuanto Zac pronuncia esas palabras yo estiro el brazo automáticamente, él se ríe y sin pensárselo dos veces me tira de el, cogiéndome de la mano.
—Vale ahora te voy a tapar los ojos y te voy a guiar.— Dice Zac sonriente.
—¡Como me caiga...!— Exclamo con verdadero miedo.
—No confías en mi, perece ser.— Contesta Zac fingiendo dolor.
—Pues no.— Contesto intentando sonar convincente. Y es que confiaba en él más de lo que querría, y nunca había llegado a tal extremo de confianza con nadie más que con él, con él bajaba la guardia.
—Escalera, otra y otra más— La última era mentira, mientras él se reía a carcajadas por que casi me caigo yo le estaba maldiciendo a toda costa. —Vale, uno, dos y...—Quita sus manos de mis ojos. Me quedo estupefacta, estas vistas eran aún más irreales que las del puente. Mientras yo contemplaba toda la ciudad desde lo más alto, él me contemplaba a mí.
—No hagas mucho ruido que está prohibido estar aquí.— Me advierte.
—Estás loco.— Le contesto esbozando una sonrisa.
—Tú haces que lo esté.
Estábamos en una azotea, y aunque había estado viviendo aquí por 14 años, jamás había visto ninguno de los dos sitios que Zac me enseñó.
Se veía toda la ciudad, sus colores, sus luces... todo brillaba como si lo hubieran hecho para nosotros. Me apoyé en el pequeño muro y él me siguió copiando mi acto. Nos fundimos en el silencio más bonito.
—Estaba preocupado.—Confiesa Zac rompiéndolo. Yo aparto la mirada del frente para mirarlo a él.—Pensaba que te había pasado algo.— Sigue hablando mientras baja la mirada.—Me tenías que ver como iba preguntando a cada profesor por si sabían algo de ti—ríe desganado, a mi solo me sale levantar la comisura de mi labio.
—¿Por qué?— Le pregunto, notando los ojos humedecidos mirando al frente de nuevo.
—Porque te dije que estaría contigo siempre.—Sus palabras llegan hasta lo más profundo de mi ser, haciendo que no pueda contener mis lágrimas. Él se acerca y me abraza. No sé que tiene que me hace sentir tan bien.
—No te vayas.—Le suplico aún sin saber porque Zac hace que me siente tan vulnerable cuando el está y cuando no.
—Ya sabes que no.
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Lienzo blanco
RomanceDilailah Gin, es una joven cuyo pasado le atormenta haciendo que su vida se torne en una nube gris. Es entonces cuando Zac se cruza en la vida de ella logrando así, que desaparezca esa nube. Juntos empiezan a ver el mundo en colores, pero tendrán qu...