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Dilailah Gin

Son las ocho y media y ahí estoy yo, duchándome. Mi tía me había estado despertando, pero por más que intenté levantarme era como si mis ojos estuvieran pegados con cola y mi cuerpo a las sábanas. Ella me advirtió de que me pasaría esto y sin embargo la ignoré por completo y se fue. Termino de arreglarme y voy a la cocina lo más rápido posible, me hago mi querida leche con cola cao y lo meto en el microondas para que esta se caliente. Cuando pensaba que nada podía ir peor, al sacar la leche me la derramo toda por los pantalones. Subo hacia mi cuarto maldiciendo y me cambio. Este día promete me digo mentalmente. Salgo de casa y veo como el cielo esta encapotado lo cual odio, los días tristes son para disfrutarlos en soledad con tu música y tus pensamientos. No para despertarte y ver como el mundo se viste de un gris apagado contagiándote su aura. Pido un taxi y le digo que acelere todo lo que pueda, pero como ya sabéis que hoy la suerte estaba de mi lado; había un montón de tráfico. Los ojos se me ponen llorosos, siento como el agobio y la ansiedad pueden conmigo.
Llego por fin al centro y subo las escaleras lo más rápido posible. Abro la puerta con fuerza y entro.

—Lo siento muchísimo— Digo bajando la cabeza con vergüenza y arrepentimiento.

—¿Qué pasa, que te has estado drogando?— Suelta Dylan jocoso.

En otras ocasiones me habría callado y habría dejado que me pisoteara, pero hoy no estaba de humor y lo último que iba a hacer era soportar a un gilipollas empedernido.

—Sí, ¿y sabes quien me la ha dado?—pregunto retóricamente con los ojos entrecerrados.— ¡TÚ PUTA MADRE!

Veo como a Dylan se le tensa la mandíbula mientras toda la clase esta haciendo coros. Mi respiración se agita y las lágrimas están al caer.

—¡Dilailah, a dirección ya!— Sentencia el profesor de literatura.

—Pero, ¡y Dylan!— Pregunto incrédula haciendo aspavientos pesados con las manos. Él solo me mira con recelo. —¡¡AAAAG!!

Salgo de la clase dando un portazo y me dirijo a dirección. Antes de llegar veo al profesor de historia por fin ha venido pienso en mis adentros, las lágrimas finalmente acaban cayendo. Él me ve y se acerca.

—Dilailah, ¿qué pasa?— Pregunta Relish preocupado. Yo me quedo muda, pero la opresión que sentía en mi pecho no se iba, al final decido contárselo. Relish me escucha sin perder detalle y al terminar de contarle todo lo que ha pasado me lleva a una sala donde los alumnos que son expulsados de clase se tienen que quedarse ahí; prefería eso que ir a dirección. Me compra un botellín de agua y se va. Adoro a este profesor, no solo esta súper implicado en las clases y el aprendizaje, sino que se preocupa por ti como si de su hijo suyo se tratase.

Me quedo en la silla con los brazos y la cabeza posados en la mesa pensando en este desastroso e infernal día, cuando unos gritos
esfuman mis pensamientos.

—¡Pero, si ha sido ella!— Grita una voz masculina.

—Dylan, se la juraste desde el primer día que la viste, ¡así que ni por asomo te pienses que te voy a creer!

Eran Dylan y Relish, quería darle las gracias por defenderme de aquella manera, pero como bien ha dicho Relsih, Dylan me la juro desde el primer día que me vio y ahora podría ser mucho peor.

El timbre que indica fin de clases suena. Salgo de la sala lo más desanimada y me dirijo hacia mi clase. Sasha me ve, pero en vez de mostrar un mínimo de interés en mi se hace la loca ignorando el hecho de que habíamos cruzado miradas descaradamente. Me siento y miro la mesa de Zac. No ha venido en toda la mañana y lo noto demasiado, ojalá venga para las tres últimas clases.
Miro por la ventana mientras las clases están de fondo. Deseo salir de estas cuatro paredes lo antes posible.

Lienzo blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora