EPÍLOGO

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El pequeño y la primera taza de café

Tin...

—¡Bienvenido! —exclamó el empleado de la tienda mientras la campanilla de la puerta sonaba, anunciando la llegada de un nuevo cliente.

—Hola, ¿qué desea? —preguntó.

—Un espresso caliente, por favor —respondió él.

—Eh... ¿un espresso caliente? —repitió ella, con duda. Generalmente, los que piden un espresso son adultos en edad de trabajar; era raro ver a un estudiante ordenarlo, y más aún a alguien apenas un poco más alto que ella, con una apariencia... que sugería que aún estaba en la secundaria. No pudo evitar asegurarse de haber escuchado bien.

—Sí —respondió él.

—Ochenta y cinco baht. Se lo llamará cuando esté listo —indicó después de pagar. El pequeño, que había crecido tres centímetros desde el año pasado, fue directo a una mesa para esperar su orden en silencio. No olvidó tomar un periódico de la estantería, intentando mantener una pose lo más seria posible.

¿Por qué, de repente, tuvo la extraña idea de que hacer eso significaba ser adulto? Cada día observaba las rutinas de su padre y P'Dragon y concluyó que para ser adulto había que beber café. Su comportamiento peculiar imitaba al de su padre, quien solía leer el periódico y beber café cada mañana. Por eso, hoy decidió escaparse de su novio para construir su nuevo personaje: un "Sugar" serio y maduro. ¡Desde hoy ya no existiría el dulce y tierno Sugar de mejillas redondas!

—Así que aquí estabas. Te busqué por todos lados —dijo una voz que reconoció al instante. Alzó la mirada, y ahí estaba su novio, de pie, con una sonrisa pícara. Para otros, esa sonrisa podía parecer encantadora, pero para Sugar significaba que él estaba un poco molesto.

—Eh... P'Dragon, yo... digo, quise beber café, ¡no escapé de ti ni nada! —respondió, tratando de sonar serio.

Dragon frunció el ceño ligeramente, extrañado por el cambio en la forma en que Sugar se dirigía a él. Normalmente, él usaba su propio nombre para referirse a sí mismo, o a veces decía "yo" cuando estaba molesto o quería algo. Esa pose tan seria sólo aumentaba sus ganas de abrazarlo y besarle las mejillas, pero se contuvo porque estaban en público.

Dragon asintió con comprensión y fue a pedir su propia bebida. Al poco rato, regresó con dos tazas calientes.

—¿Por qué tienes dos tazas? —preguntó Sugar, mirando las bebidas en las manos de Dragon, quien debería tener solo una.

—La otra es para ti —explicó Dragon.

—Le pedí al barista que las preparara al mismo tiempo.

—Ah, gracias —respondió Sugar, aceptando la taza. El aroma característico del café llenó el aire, aunque resultaba difícil creer que algo tan fragante pudiera tener un sabor tan amargo. Sugar había probado el café una vez antes, pero fue más un error que una prueba, ya que casi lo escupió por su sabor.

Esta vez, sin embargo, el nuevo y maduro Sugar de dieciocho años se sentía preparado para disfrutarlo y asumir con orgullo que ya podía beber café... o eso pensaba.

—¡Bleh! ¡Es muy amargo! —exclamó, dejando rápidamente la taza y aceptando la botella de agua que Dragon ya tenía lista, como si supiera que su novio no sería capaz de beberlo.

Sugar bebió agua para enjuagar el amargo y suspiró aliviado.

—No más café, es muy amargo. No quiero beberlo.

La misión de aparentar seriedad de Sugar duró menos de diez minutos, terminando tan pronto como el amargo del espresso tocó sus papilas gustativas.

—Entonces, toma esto —dijo Dragon, pasándole su bebida. Luego, tomó el café problemático y lo bebió él.

—Ya no quiero, ¡es muy amargo! —se quejó Sugar.

—Esta no es café; es chocolate —aclaró Dragon. Sugar dio un sorbo, y el suave sabor dulce lo hizo sonreír de alegría.

—¡Yay! Gracias —dijo feliz. Dragon no respondió, solo asintió y se puso a beber el café sobrante de su novio.

Dragon entendía bien a su pareja. Quizás hoy solo quería imitarlo, y algún día le enseñaría a Sugar que ser adulto no significaba necesariamente beber café. Para él, ser adulto significaba ser razonable y convivir en paz con los demás. Con eso, ya estaba dando un paso hacia la madurez.

La cafetería junto a la facultad fue donde Dragon conoció a Sugar. Aunque al principio su encuentro no fue el mejor, la sonrisa de Sugar le dejó caer en un amor inesperado. Desde entonces, su historia juntos continuaría sin fin, cumpliendo su promesa a la familia de Sugar de cuidarlo y amarlo profundamente.

Aunque la eternidad no existiera para muchos, Dragon haría que su relación con Sugar avanzara lentamente, pero con seguridad. Juntos enfrentarían todo y su amor crecería como un árbol con raíces profundas que nunca desaparecerían.

—Te has manchado otra vez, pequeño —le dijo Dragon.

—¡Oye! ¡No soy tan pequeño, ya mido ciento sesenta y seis!

No importa cuánto creciera Sugar o si los demás lo veían como alguien travieso, en los ojos de Dragon siempre sería su "pequeño," su inspiración y su todo. Y así sería, para siempre.

"Te lo prometo."


  



-Final feliz-

•••




28/04/2021

No me llames pequeño [อย่าเรียกหนูว่าตัวเล็ก]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora