Capitulo 4

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Capítulo 4.

Al ir por la vía decidí desviarme a casa, para tomar la intercomunal y llegar de nuevo a la petrolera, era relativamente cerca; estaba concentrada en el camino, los frenos de la gandola hasta ahora funcionaban bien. Se daban muy buenos, si no le tuviese tanto cariño a copita quizás pidiera cambio de gandola. Pero, no. Copita era única, mi primera y única gandola en los últimos 5 años que llevaba manejando. Pensando en mis comienzos y en como de ser ingeniera mecánica termine siendo la primera mujer en una multinacional petrolera en manejar una gandola. Y aparte jefa del sindicato de choferes. La vida da muchas vueltas y Dios en definitiva era bueno. Él me había dado muchas cosas buenas que jamás podría reprochar. Ahí estaba mi hija haciéndose científica loca mientras yo perdía el trasero, sentada en una enorme máquina de metal. Pero nos iba bien, procuraba que nuestra vida fuese buena. Quería para ella la mejor educación. Que no se obsesionará con un capricho que terminara atándola; por eso la mandaba a esa institución donde le enseñaban desde las vocales hasta mecánica cuántica. Ella merecía lo mejor, y me explotaría el ano para dárselo.

Ya iba de vuelta a la compañía, había rodado lo suficiente como para autorizar la salida de la gandola lo más pronto posible. Pasando por la calle poco concurrida del edificio, observe a mi hija bajar de una bicicleta con una joven, pensé podría ser una compañera de clases por su cara de niña. Y ahí lo recordé. YO TENIA QUE IR A BUSCARLA. Esto me saldría muy caro.

Como regalo para ella, le dedique el segundo cornetazo con una sonrisa. Pero ella no sonrió y la muchacha que la acompañaba mucho menos cuando por poco cae de su bicicleta.

Desde arriba leí los labios de Venezuela, "Esto te saldrá muy caro" Me bajé del aparato dejándolo encendido. Vaya que ella era más su padre que nada. Ese estúpido, lo debía tener presente para poder patearlo cuando lo viese.

- ¿Qué haces aquí tan temprano Venezuela? -le pregunte fingiendo demencia- todavía deberías estar en clases.

- ¿Has revisado tu reloj el día de hoy? -no había sonrisa, ni nada parecido-

- Ay su madre... -dije viendo el reloj 1:57pm- quizás se me hizo un poco tarde.

- Lo único que tenías que hacer, era tomar tu gandola, tu auto, la moto o mi pequeña bicicleta e ir por mí -sus mejillas se habían puesto muy rojas- pero es más importante estar montada allí, que tú única hija. -ella resoplo audiblemente- Profesora feliz tarde, hasta luego. Gracias por esto.

Venezuela se fue dentro del edificio y escuche la fuerte sacudida que le dio a la puerta, esta niña acabaría con mi propia cordura, patearía a Emiliano. Que no entraba en el caso, pero debía hacerlo.

- Creo que es mejor me vaya -dijo la joven-

- Un momento, usted es...

- Guadalupe Rilvers, profesora integral de la niña Venezuela. -

- ¡Ay caray! ¿Qué onda pues Lupe?, Lupe.

- Por favor -dijo con el mismo tono que Miranda hablaba cuando estaba disgustada- evite hacer bromas respecto a mi nombre. -acaricio su mentón- Dígame Guadalupe, u opte por llamarme por mi apellido, Rilvers -hizo hincapié en cada letra-

- Como tú digas Lupe, Guadalupe- Limpie mi mano en el pantalón, aunque estaba limpia- Yo, soy Venecia Abrahams, el prospecto de madre. -ella no correspondió el saludo, solo estaba ahí, viéndome sería- Un gusto Lupita. - le sonreí recogiendo mi mano- Guadalupe Rilvers -imité su pronunciación. -

Nunca más estarás solaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora