Cápitulo 21

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Guadalupe Rilvers

- ¿Novia? -la llame por tercera vez- apresúrate… tráeme los pañales -ella se veía cansada- cuéntame, y ¿así querías un bebé?

- Claro que lo quería -dijo haciéndole cariño a Ethan- ¿cómo no querer a un precioso así? -me entrego los pañales de tela y beso mi mejilla- hay que darnos prisa.

- De acuerdo. Ya esté hermoso quedó listo -tome al bebé de solo 8 meses en mis brazos- ahora te vas a quedar con mi novia -ella me observo despavorida-

- Pero…

- Debo arreglarme -coloque al pequeño en sus brazos, y le bese el mentón- será rápido. 15 minutos.

Corrí al segundo piso de nuestra casa, entre a la habitación que de costumbre estaba organizada todo estaba al alcance, cogí del armario el traje monocromático negro. Los tacones del mismo color. Una ducha de 5 minutos. Salí directo por la ropa interior; estábamos contra reloj. Odiaba llegar tarde; Venecia lo sabía pero le valía. Era un defecto que trabajábamos todos los días. Después de sujetar el tacón. Revise mi aspecto. Hice lo mejor posible con mi rostro y las ojeras, esto de solo dormir tres horas al día no era del todo fácil.

Terminé, para salir en dirección al recibidor dónde Ethan Josué se había dormido en el pecho de quién ahora era mi esposa. Esa escena debía admitir que me encantaba. Era preciosa pero no tenía tiempo para contemplarla. Me acerque lentamente a ella, bese su frente, con pesadez abrió los ojos.

- Se rumio -me dijo sobando la espalda del niño-

- Y, tú también te romiste. -le sonreí ayudándola a levantar- vamos novia. Es tarde.

- Tú conduces. -dijo aventándome las llaves- no quiero despertarlo.

Con cautela fuimos al auto que ahora estaba en la franja verde. Muchas cosas habían cambiado en 5 años. Ahora por lo menos me atrevía a manejar, algo que durante años me había reprimido. Venecia me había insistido mucho para que aceptara la camioneta Toyota 4runner, la cual era ideal para mis viajes por el campo o poder ayudar a la ONG con el transporte, en base a esto no pude resistirme. Y si, la acepte. No dejaba de usar mis patines, bicicleta o patineta. Pero me había aliviado mucho la vida tenerla. Más ahora estando casadas, que vivíamos a tres cuartos de hora de la ciudad.

- Arriba. ¿Está todo? -revise el tablero- gasolina bien, los frenos bien, el aceite está perfecto. Las llantas tienen aire. Todo en orden. Cinturones -Observe como ella acomodaba a Ethan a su silla especial y a su vez se colocaba el cinturón.

- Vámonos capitán. -sonreí arrancando el auto-

- ¿A quién dejaremos primero?

- ¿Te parece si llevamos a Ethan y luego me pasas a dejar?

- ¿Dejarte? -la vi por el retrovisor- ni en tus mejores sueños. -ella me observo desde atrás-

- Ya lo sé hermosa. Ni se te ocurra.

En efecto llegamos al cuidado. Con recelo nos despedimos del pequeño, me costaba tanto dejarlo al cuidado de alguien más. Estaba tan pequeño. Me parecía un ser frágil, y pensar que era más fuerte que todos. Me animaba tener presente que en 7 horas estaría de nuevo con él. Contaba los segundos. Acelere un poco para llevar a Venecia a la petrolera.

- Muy bien, llegamos -me baje con ella del auto-

- Te Amo -me abrazo y sus manos se escurrieron a mi cola, muchas cosas habían cambiado, ahora me permitía decir cola- lamento la discusión de ayer, no quiero perderte.

Nunca más estarás solaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora