Capítulo 11

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Capítulo 11
Cuando recobre el conocimiento me sentí aturdida y fría, adaptándome al espacio donde estaba note que no conocía nada más que la mujer haciéndose cargo de mí. Al parecer me estaba colocando compresas de infusiones naturales y eucalipto en gel. Porque eso era más frío y su olor no era de mis favoritos.


- Abuela ya está despertando -escuche la voz de Venezuela- llamare al doctor.
- ¿Cómo se siente mija?
- Un poco mejor, gracias, podría decirme, ¿Qué ocurrió?
- Yo no le sé decir bien, pero Venecia fue quien la ayudo, ella le explicara.
- Ah, su hija. -fue ahí que note mi falta de vestimenta-
- Su ropa se está secando, cayo a la piscina. -Ella recogía sus pañitos mojados y unos envases vacíos- se golpeó la cabeza también.
- -en efecto, eso explicaba el dolor, aparte que tenía una cura en la frente- Gracias por ayudarme.
- No se preocupe, nos supo asustar a todos. Hasta mis dos hijos más amargados se vieron preocupados.
- No quise preocuparlos.
- Tranquila. Lo importante aquí, es que usted está bien.
- En efecto. Así que si lo le perturba quisiera irme.
- Oh no -entro Venezuela- abuela. El doctor dijo que ha sufrido una descompensación y debe descansar.
- Perfecto lo haré en casa. No se preocupé. -Sonreí, rogando ellas no insistieran más, claramente eso no pasaría-
- Verá, debe descansar... -la niña diplomáticamente hablo hacia mí, su abuela se retiró-


    Seguí mis intentos fallidos de persuadir a la niña, hasta que llego su madre. Este era el día de los bochornos contra mí, sentí tanta vergüenza cuando hicieron el comentario sobre mí, en definitiva, debí ponerle un alto a esta situación.


     A mí no me gustaban las mujeres. Debía aclarar todo porque o ella era muy persistente o yo era muy negativa, pero tarde o temprano no llegaríamos a ningún lugar.


    Al pasar el rato, conversando con Venecia, mi perspectiva sobre ella fue cambiando, se tornó hasta interesante. Por amor a la naturaleza, la mujer fácilmente podría tener la atención de cualquiera, pero ella prefería ese aspecto de gandolera insípida que el de una empresaria exitosa. Lo sé, aquí estaba mi sucio ser humano criticando de nuevo, odiaba con todas mis fuerzas esa voz que solía darles etiquetas a las personas.


     Cuando toda su familia nos interrumpió y me sentí avergonzada al máximo recordé que yo no era buena trabajando bajo ese aspecto una presión injustificada.


- Ya... -dije sería- basta con este tema, a mí no me gustan las mujeres, eso en primer lugar y en segundo, necesitó respeten que si me gustaran y quisiera tener algo con Venecia seria mi decisión y de ella, no de todos ustedes.


          Por muchos minutos hubo un silencio deplorable.

- Alfa... Beta... -comencé a sobar mi frente en círculos contrarios a las agujas del reloj-
- Es mejor que nos vayamos. -dijo uno de los hermanos-
- Por favor Emiliano, necesito conversar contigo.
Todos salieron del espacio, pero... Emiliano se quedó conmigo.
- Tú me dirás. -dijo él acomodando su traje-
- ¿Conoces desde hace mucho a Venecia? -intente reincorporarme- no me detengas, necesito salir de aquí. -busque con la mirada mi ropa-
- Si, desde hace bastante tiempo atrás. ¿Qué quieres saber con exactitud?
- ¿Qué me puedes contar de ella?
- ¿Algo en particular? Hay muchas cosas que se pueden decir.
- Ella, su orientación sexual y tú. Ese sería un buen inició de todo. -me di por vencida a buscar mi ropa y él solo me observo de pie al borde de la cama-
- Nosotros siendo jóvenes teníamos secretos y una vida incomprendida, su familia anhelaba ella fuese quien rescatara el apellido y mi familia quería yo no fuese gay. -tomó las solapas de su traje- paso todo lo contrario, un día cualquiera asumimos ser novios y calmar las aguas, pero, como buenos novios quisimos experimentar y probar lo todo posible, para descartar que fuésemos homosexuales. Ahí fue cuando Miranda llego a nuestras vidas, sin ocultarlo más ella confesó su orientación y yo asumí la mía -metió ambas manos dentro de sus bolsillos, jamás dejos de observarme-
- Entiendo. Prosigue.
- Decidí hacerme cargo de mi parte, la cual me ha dado hermosos frutos. Y ella de la suya, que hasta ahora no ha ido tan mal.
- -él sonrió- Y...
- Ella te quiere, eres la primera mujer en la cual se ha fijado, sentimentalmente hablando.
- Hay un problema, yo no la quiero, ni a ella ni a su vida.
- ¿Ni si quiera con opción a intentarlo? Deberías probar, quizás te guste. -el volvió a sonreír- ella esta algo deschavetada, -no entendí eso- pero tiene hermosos sentimientos, aunque ciertas heridas que no la dejan avanzar del todo
- Siéntate. Me pones nerviosa ahí de pie.
- Aunque si ella te está dejando entrar o quiere que entres es porque tiene esperanzas en ti.
- Pero por favor, no me gustan las mujeres -dije exasperada tomándome la cabeza-
- No es que te gusten las mujeres, es que le des la oportunidad a ella.
- Pero... Siento que no entiendes.
- Tienes miedo, Venecia es mayor que tú, tiene una niña y maneja una gandola. ¿Quién no le tendría miedo a eso?
- yo no le tengo miedo a eso, ni si quiera a ella le tengo miedo.
- Oh, ya entiendo, ¿Le tienes miedo a enamorarte? Por favor no es tan malo -él actuaba normal. Hablaba de eso como si fuese respirar-
- Ya va Emiliano, siento que no estamos llegando a ninguna parte. En definitiva, tú y yo no estamos en la misma página de esta historia.
- Por favor, es solo un corazón roto y miles de lágrimas, nada que dos tarrinas de helado de chocolate no puedan resolver.
- No me gusta el helado.
- Bueno, barras de chocolate.
- Un segundo, ¿estas intentando persuadirme para salir con Venecia? -el me observó como un padre mira a su bebé-
- En serio, ¿para ti es tan malo verte de la mano con una mujer?
- No es verme de la mano con una mujer, es que a mí no me van las mujeres, no me van los hombres, en definitiva, no me va nadie.
- Demonios eres virgen. Ya veo cual es el problema.
- Pero... Pero... ¿Quién te dijo eso? -le pregunte estupefacta-
- Tú, justo ahora. -él coloco sus manos sobre sus piernas-
- Sácame de aquí -le dije en un hilo de voz, él me había descubierto- por favor.
- Toma esto -me entrego una bermuda que había sacado de un pequeño armario-

Nunca más estarás solaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora