Capitulo 6

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Capítulo 6

Estar en la carretera y llegar a las estaciones de servicio me hacía sentir cierta ansiedad, me controlaba un poco tomando café. Y escuchando música, pero me era imposible resistirme a comer algo estando de servicio. Por eso siempre caía en el pequeño negocio de la señora Carmen y su variedad en comida latina. Me encantaba comer allí. Aunque lo que no me encantaba era parar mi gandolita en la vía y ver su negocio cerrado. Tonta Carmen cuando no iba a laborar.

Resignada con la poca información que me habían dado los locales de la zona, que la Sra. Estaba cuidando a su hijo porque tenía sarampión. Emprendí mi marcha a casa, insultando a todos, y tocando corneta como una desquiciada para que los inútiles tras el volante se fijaran que, al lado del freno, está el acelerador y esa vaina es la que debía apretar hasta lo último.

Llegue a la compañía con poca paciencia, deje a copita estacionada bajo su techito. Le di un beso al volante. Gracias a Dios, papá tenía la petrolera cerca de casa, porque eso de andar a patica por la vida no era algo que me gustara mucho, y menos con los zapaticos de cuero que parecía me chamuscaran las patas.

Camine a paso rápido para llegar a casa, esperando mamá tuviese el almuerzo listo. La pulga comería riquísimo con el mastodonte de su padre, pero si mamá me quería como tanto decía hacerlo, ella guardaría un banquetazo para su hija favorita.

Como siempre me hice sentir al llegar, abrí la reja del edifico en el cual sólo vivía familia Abrahams Padrón; de camino me encontré a Aristóteles, igual de feliz que siempre mientras fumaba un cigarrillo.

- Cepillin -le grite a medio caminar para llegar a casa de mamá. - ¡que feliz te ves hoy! -el me ignoró por completo- por eso aun eres un virgen pendejo.

- -En ese momento me observo tan duramente- por fatuas como tú, no se lo meto a ninguna.

- Dios guarde esa boca de porcelana -él me dio la espalda volviendo a lo suyo.

Comencé a desvestirme mientras llegaba al departamento de mis padres; eso ya se había vuelto una terrible costumbre. Llegue cuando solo faltaba bajarme el pantalón y quitarme la camisa, para toparme con la profesora de mi hija, otra vez. Esta vez la escena fue más incómoda que antes, sumándole a ello que estaba a medio desvestir, o vestir como lo quisiera ver. Pero ignorando eso intente comportarme a la altura, le estire por tercera vez en la vida mi mano, antes de limpiarla esperando que en esta oportunidad si la tomará; ella fue decente y la tomó, más vale que no lo fuese hecho; porque el corrientazo fue peor que el de un cable pelao'.

- Podría estar mejor. Gracias. -le solté de golpe la mano- creo debería irme. -dijo observando a mi mamá-

- No, no, no. Prepare un platillo especial. Seguramente Venecia no tendrá problema en que usted se quede. -ella me miro-

- Por mí, el único problema que hay, es que aún no está lista la comida. -la profesora se volvió a sentar y retorció un poco más en su asiento. -

- Jhosep! Ve a cambiarte, que fachas son esas para recibir a los invitados.

- -la profesora sonrió- espero al volver la comida humeante me esté esperando.

- Ve, ve, ve, ve. -literalmente me corrió de la casa-

Bajé de nuevo a mi hogar, a buscar ropa decente, estaba por colocarme los típicos shorts de mi día a día, cuando recordé que arriba había una invitada y una muy irritable. Opte por un pantalón de pijama gris, y una camiseta. Volví a subir casi sin fuerzas, antes de entrar escuché hablando a mi madre con la profesora.

Nunca más estarás solaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora