Capítulo 4

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Iván 

20 de agosto del 2015

El estado no está mal, lo que pasa es que no encuentro un lugar donde refugiarnos, ya recorrimos sierras, barrancas y montes que eran buenos lugares para esconderse, pero no tenían la arquitectura que necesitamos.

Este sería el último día para encontrar un lugar, pasado el mediodía, veníamos por un camino en la sierra y a lo lejos vimos una hacienda y un pequeño pueblito. Estábamos en un lugar llamado Reynosa creo. 

Para ser sinceros no fue la hacienda la que me llamó la atención, sino una yegua escondida entre los matorrales, íbamos pasando por una laguna, entonces la vi, a ella, salio del agua, estaba completamente desnuda, tomo su ropa y se echo a correr hacia su yegua, me hice el que no la vi y seguimos nuestro camino, no estoy para distracciones ahorita.

Llegamos a la hacienda "La escondida", tenía sentido el nombre, estaba un poco pequeña para mi gusto pero era un buen lugar.

     -¿A quien buscan?- pregunto un viejito en la puerta.

     -Necesitamos ver al dueño de la hacienda- digo quitándome los lentes-Me han dicho que tiene buen ganado y pues vengo a comprobar. 

     -Claro pasen-

Estacionamos las camionetas, nos bajamos y unos hombres aseguran el área, discretamente.

     -¿A quien anuncio joven?- pregunta el viejo parándose en la puerta.

     -No hay necesidad de anuncios-aparto un poco la chamarra de piel que traigo puesta para que vea el arma que sale de mi costado- usted solo muestrenos donde está. 

     -Claro síganme- dice con voz temblorosa.

Le digo al Neyo y al Mono que me sigan los demás saben que tienen que vigilar.

El viejo nos guía a través de la la casa, pasamos por una sala, pasamos delante de una puerta que al parecer es la cocina, seguimos por un pasillo y llegamos a un cuarto que al parecer es el despacho.

Toco la puerta y pasó, sin que me digan si puedo entrar o no.

     -Buenos días, en que puedo servirle joven-me dice un hombre que está detrás de un escrito en una silla giratoria.

     -Necesito hablar con usted-me siento frente al escritorio- a solas- miro al viejo.

     -Déjanos solos Enrique, -el viejo sale-Pues supongo que viene a hablar de negocios joven.

     -Así es,- me inclino un poco hacia adelante-necesitamos su hacienda.

     -Esta propiedad no está en venta.

     -No se la quiero comprar-río.

     -Entonces explíquese, por qué no le estoy entendiendo-levanta un poco la voz.

     -Tranquilo,-me quito la chamarra dejando a relucir el arma- solo digamos que es un préstamo, usted y sus empleados seguirán aquí, solo la necesitamos por unos meses.

Entre la vida y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora