Capítulo 11: Confrontar

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-Sos un hijo de puta, boludo.
-Yo soy el hijo de puta, Nicole?
-Sí, sos un hijo de puta, César, te odio...
-Ah! ¡No te había entendido, creí oír mal, perdón! ¡MENOS MAL QUE SOY YO EL HIJO DE PUTA EN ESTA HISTORIA! Cómo sería, no..?
-¡No te hagas el sacástico, boludo! Te hablo en serio...
-Yo también hablo en serio!! ¿Se puede saber por qué el insulto gratuito a mi madre? ¿También me vas a putear vos ahora? Listo...
-!No, disculpá! Pero me dió mucha bronca...
-Ya, ¿y la culpa la tengo yo?

Ambos amigos estaban discutiendo en el patio de la escuela, durante el recreo. Lo hacían al lado de la puerta que daba al gimnasio. Gente, tanto alumnos como profesores iban y venían produciendo bullicio, por lo que debieron conversar muy cerquita para poder oirse.
Cuando él eligió ese lugar para contarle todo lo que había pasado ese verano, Nicole adivinó que se trataba de algo importante, pues la idea era que nadie pueda oírlos. Sin embargo, los inesperados gritos de César, además de llamar la atención de algunos alumnos que pasaban cerca (y, peligrosamente, de algún que otro preceptor que, por fortuna, sólo volteó la mirada, pero supuso que la discusión no era tan grave como para intervenir), hicieron que ella pretendiese serenarse, y de paso calmarlo a él... El muchacho no entendía del todo la actitud de ella, pero su "reto" era más una expresión de impotencia.

Nicole tenía en la mano el cigarro prendido con una larga prolongación de ceniza humeante, no había podido dar una sola pitada por lo absorta que estaba en la historia. Su cara se fue tornando de la curiosidad al asombro, y luego a una expresión trágica, incrédula, terminando en una cara indignada, tanto por la estafa de Evelin, como por la actitud pasiva de César, que, según su visión, un poco se había dejado engañar.
Ésta mirada lo cohibió aún más, pero se obligó a seguir contando la historia hasta el final, aún con las partes que lo avergonzaban. Las adorables mejillas de la chica se empezaban a enrojecer, señal de que estaba a punto de llorar. Llorar de bronca e impotencia. Realmente quería a su amigo, y le dolía la forma en que había sido engañado. Quizá le doliera tanto como a él.

-¿Cómo lo permitiste, boludo? Si te dije... la flaca es una hija de puta, no te quiere ni a vos ni a nadie, caiste como un boludo, y ahora, además le diste motivo a sus amiguitas para que te boludeen también...

Esto último lo decía porque, nada más al iniciar el día, mientras la profe de física se acomodaba y preparaba la clase, Sofía, una de las chicas del grupo de Evelin, le gritó a César sin levantarse de su asiento:
-EH, VIOLÍN, ¡Ojo con mi amiga! No te pases!

Lo había dicho más en broma que como una amenaza real. Todos en el curso lo escucharon pero nadie le prestó atención, ni siquiera la profesora.
El grupo de amigas de Eve soltó una breve risa, que en la mente de César sonó como la carcajada de una parva de brujas horribles, y continuaron con su charla normal. Era evidente que, al menos ellas, se habían enterado de lo ocurrido.

En ese momento, César les daba la espalda, ya que conversaba afablemente con Nicole. Cuando escuchó el grito, ni siquiera se volteó, pero se quedó petrificado, incapaz de disimular su malestar. Nicole supo al ver su rostro que algo no andaba nada bien. A pesar de que le insistió durante toda la clase que le explicara lo que había pasado, él repetía una y otra vez que se lo contaría recién en el recreo. Lo aterraba pensar que alguien más en el curso, aparte de las 3 amigas de Evelin, pudiese sospechar acerca del asunto. Aunque ya, claramente, no dependía de él. Si las brujas abrían la boca-como era su costumbre-, era cuestión de tiempo para que todos se enterasen. Y quién sabe qué versión sesgada de los hechos circularía por ahí...
Tanto a Nicole como a César, la clase de física se les hizo eterna.

-Voy a golpearte, César... De verdad, tengo ganas de cagarte a trompadas... -Le dijo, ya claramente entre lágrimas. Él no supo qué responder. Por un momento evitó mirarla a los ojos, bajó la cabeza y quedó en silencio. El timbre acababa de sonar y las personas corrían pasando por al lado de ellos. No podía mirar a su amiga a la cara y verla llorar de esa manera. Ella, de repente, se acercó a él y lo abrazó de una manera que, al ser más alta, su cabeza quedó entre sus senos.

-Sos un tonto, amigo, esa tipeja no lo vale... Pero, bueno... Tendrías que haberme hablado, y yo aún estando en Chile te hubiera dicho "¡NO! ¡No le creas!"... ¿Tanto te gusta esa estúpida?

Trataba de confortarlo aún cuando la que no podía dejar de llorar era ella. Finalmente, César no pudo evitar derramar sus propias lágrimas.

-Sí, me gusta. Perdón, no pensé que me fuera a estafar así... Pensé que quizás podría...
-Basta! Ya no importa, fue un error, pero a partir de acá podés elegir. Sabés que es una hija de puta, no te enrosques más buscándola, no vas a conseguir nada bueno.
-Pero Nicole, no quiero que nadie más se entere de esto! No sólo he quedado con un pelotudo sino que además me dijo violín! Y se lo contó a sus amigas! Seguro les dijo alguna mentira, no puedo permitirlo, no puede salirse con la suya!!

Nicole se contuvo y pese a tener aún ganas de llorar, cesó de derramar lágrimas y, mientras secaba las de él, se tranquilizó y su voz se hizo más pausada. Tomándolo de los hombros, le habló lo más claramente que pudo.

-Qué diga lo que quiera, boludo. Yo te conozco y te creo. ¿Qué mierda te va a importar lo que opinen ellas? Y si el curso se entera, bueno, bastante hijos de puta fueron el año pasado. No tenés mucho que esperar de ellos o sí? Vamos, tengo que lavarme la cara. Andá al curso y espérame, después seguimos hablando.

Y dicho esto, ambos se apuraron a entrar. Ya no quedaba ni un alma en el patio, y la preceptora, cansada de hacerles señas y amenazarlos para que entren, se acercaba a ellos encarandolos a retos. Como pudieron, disimularon y se disculparon con ella por retrasarse tanto. La puerta del gimnasio se cerró tras las tres figuras.

César fue derecho al aula y se sentó en su lugar sin mirar a nadie. Felizmente aún no llegaba profe alguno. Con algunos mechones de su negro pelo intentando inútilmente tapar sus lágrimas, el muchacho miró al pizarrón que contenía aún los dibujos de lentes ópticos cóncavos y convexos que había hecho la profesora de física. Pensaba en mil cosas y en ninguna a la vez. Distraído, ignoraba que sus lágrimas seguían corriendo y que tenía la cara enrojecida aún.

En el baño de chicas, Nicole se miraba al espejo y se pensaba:
Y pensar que hay algo de esa forra de Eve que el pobre aún no sabe...no sé cómo voy a decírselo pero tengo que hacerlo.

La próxima clase que tendrían ese día era "Pedagogía"

La quiero, Miss.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora