Prólogo

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Entre la vida y la muerte.

“¡Dime que te convertirás en un demonio, si no lo haces morirás!”

Grito con aquel brazo clavado en el pecho del pilar, el sol estaba próximo y el espadachín casi muerto, solo el brazo impedía que muriera de una hemorragia. Akaza miraba a los ojos del cazador, esos ojos que destellaba convicción, determinación y… humanidad.

“¡No vas a huir!”

La luna superior intentó quitarse al espadachín de encima, la espada del pilar de la flama había tratado de cortar su cabeza, pero con el uso de su fuerza detuvo la hoja.

Era demasiada la pérdida de sangre, de rodillas allí en el suelo Kyoujurou miraba como su aprendiz gritaba en dirección al demonio.

¿Había perdido?

No.

Rengoku Kyoujurou había cumplido con su trabajo, nadie había muerto bajo el cuidado de su espada. Cumplió su promesa.

¿Tenia miedo de morir?

Si, eso era obvio pero su miedo era mayor el dejar solo a su padre, él ya había sufrido con la muerte de su madre. Tenia miedo de dejar solo a Senjuro su hermano menor, él aún era un niño pequeño.

“Lo siento…”

Murmuró para si mismo.

“¡Rengoku-san!”

Levanto la mirada de su único ojo, los tres cazadores estaba presentes, los pasajeros del tren estaban ilesos. Pronto llegaría la ayuda.

“Kamado Shonen.”

No le había podido enseñar nada, era un pésimo maestro. Solo podía darles palabras de aliento, de seguir adelanta y proteger a los débiles de los demonios. De caer y levantarse.

“¿Lo hice bien mamá?”

Una calidez invadido poco a poco su cuerpo, un sentimiento de amor y libertad.

Pronto… su vista se hizo borrosa, su cuerpo pesado y la luz del amanecer se apagó delante de él.
 
La oscuridad invadido su ser, invadio cada sentido y le inutilizo.
Una manera de sensaciones letargica le invadia y el deseo de gritar era presente, la falta de aire y las nauseas por el mareo, la presion de sus pulmones al querer explotar en llamar el aire de nuevo.

Abrio los ojos de golpe, la luz lleno su cara y el sol cego su vista.
El canto de las aves, el viento soplando de manera placida sobre su cara...
Todo eso le hizo saber que aún estaba vivo.

“¡Senjuro!”

Grito llamando a su hermano menor.

Pero...

Lo que habia ante sus ojos era diferente.

El bosque yacia aun lado de él y del otro lado una plancie se extendia, un camino y el cielo azul se extendian.

¿Qué habia pasado?

Toco su cuerpo en busca de respuestas, aquel golpe de muerte que la luna superior le habia propinado y probocado su muerte no estaba.

“¡¡Kamado Shonen!!”

Busco con la mirada a los cazadores que se habían unido a él en su misión.

No había nadie.

Decidio levantarse del suelo, sacudio sus ropas y decidido comenzo a buscar respuestas.
 
Aquel camino se extendio hasta donde sus ojos le permitian, se sentia raro recorrer un camino que jamás en su vida había visto, el lugar... el transcurso del tramo que recorrio era tan tranquilo.
El sol en lo alto le seguía, pero llegada la noche los demonios saldrían hacer de las suya, solo espera que al llegar la noche no toparse con alguno, su cuerpo no estaba en condiciones de una nueva batalla.

A lo lejos podia escuchar el ruido de algo grande y pesado moverse, giro a ver a sus espaldas que era aquel sonido venidero. Eso era una... ¿carreta?, lo era.
Se detuvo un momento para poder ver a quién conducía ¿Era humano?, tenía que serlo ¿No es así? Estando lo suficientemente cerca pudo ver que su preocupación fue en vano, un hombre de mediana edad manejaba una carreta tirada por caballos.

El hombre se detuvo al ver a un joven con ropas extrañas, tal vez era un aventurero.

“Buenas tardes”

Rengoku en un saludo cordial se inclinó al tener al hombre cerca, después procederia a obtener información.

“Buena tarde, mmm... nunca te había visto. ¿Acaso eres un aventurero?”

Podía entender el idioma del hombre, analizo aquellas palabras para dar una respuesta.

“Algo asi, estoy de viaje pero creo que me he perdido.”

Aquel hombre estallo en risa.

“Vaya.. Jaja es la primera vez que escucho algo asi, en verdad que no eres de estos lugares.”

El hombre sonrio.

“Bueno, estas en el Reino Hechicero. Aunque aún falta para llegar a la capital del reino, yo voy hacia Carne. Puedo dejarte allí si lo deseas.”

Rengoku lo penso un poco, los nombres que le habia dado no eran de su conocimiento y a decir verdad dudaba de que esto fuera un sueño.

“Estaria en deuda con usted.”

Decidido tomo asiento a lado del hombre quién comenzo a preguntarle varias cosas, aunque Rengoku no se quedo atrás y comenzo a preguntar tambien.

“Entonces me quiere decir que atrás dejamos al Imperio y estamos ahora en un Reino llamado Reino Hechicero.”

“En efecto, este reino es pacífico siempre y cuando no se metan con él y sus vasallos. Actualmente ya no hay guerra, los reinos circundantes han caido ante nuestro Rey, todos sabemos que eso era algo inevitable.”

Si bien lo que escucho fue que el Monarca de esta nacion había logrado la subyugación de manera pacifica pero también lo habia hecho con mano dura.

“Debe ser un buen Rey si a logrado que su gente viva en paz.”

“¡Lo es!”

Una risa llena de alegria acompaño su respuesta.

“Su majestad es el hombre más poderoso y bondadose que puede existir en el mundo, aunque... hay naciones que aun blasfeman en su nombre. Eso es imperdonable.”

Rengoku miro como el rostro del hombre se oscurecia.

“Insultar a su Majestad es como desear la muerte.”

Negó con el cabeza recordado aquellos que se negaron aceptarlo como Rey.

“Ya veo, me gustaria conocerlo.”

Y eso era verdad, debe ser alguien poderoso.  Los fuertes deben proteger a los debiles.
 
Rengoku había quedado maravillado al ver con sus propios ojos aquellas grandes murallas.

La carreta se detuvo, el hombre le miro y colo su mano sobre el hombro.

“Debo decirte una cosa, es importante que lo sepas.” suspiro. “Carne es una ciudad que recibe a todo tipo de razas.”

No entendia mucho de lo que le estaba hablando.

Espada de hielo y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora