Capítulo 2

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  Cuando niña, Astoria había tenido una admiración muy grande por Severus Snape; su seguridad y determinación al manejar toda una clase que podía llegar a estallar en pedazos a causa de un simple error, era algo que siempre la asombró. Aparte de que era uno de los pocos profesores (sino el único) que no tenía ningún tipo de prejuicio por los Slytherin; lo cual hubiera sido extraño si sucedía, ya que él mismo era un Slytherin, y el jefe de ellos.

   Pero ahora mismo no estaba pensando únicamente en la admiración que le tuvo cuando era estudiante, sino en algo más.

   Quizás se debía a que ahora ella ya no era una chiquilla o que él ya no llevaba la austera túnica negra de enseñanza sino una que hacía más justicia a su alta figura (aunque a sus ojos de experta diseñadora tenía ciertas fallas que ella se sentiría complacida de arreglar); sea cual fuera la razón lo veía como alguien diferente, como si estuviera bajo otra luz.

   Aunque quizás toda esa nueva visión sólo se debiera a que en el laboratorio había poca luz y no a algo que estuviera sintiendo realmente. ¿Sería incluso posible estar sintiendo algo por el adusto Severus Snape?

-Había otro Maestro antes, pero nos dejó –dijo Adams, sin saber cómo moverse ante un hombre que parecía muy relajado en un lugar que pisaba por primera vez –En realidad no hay mucho trabajo. ¿Cuándo cree que puede terminar? Se supone que abriremos en una semana.

   Severus no contestó, simplemente siguió moviéndose entre calderos ya apagados que seguían despidiendo un leve vapor, controlando las pociones con su gesto de desagrado habitual acentuándose cada vez más en su rostro a medida que iba avanzando.

> ¡Qué está haciendo! –Exclamó Adams, desconcertado cuando el hombre movió su varita haciendo desaparecer todas las pociones a la vez –He lidiado con eso durante los últimos dos días.

-Estás pociones están mal hechas. Sólo quemaran las telas si la sumergimos en eso –dijo con una especie de gruñido que Astoria recordaba muy bien haber oído en los siete años que lo tuvo de profesor –He visto pociones hechas por primeros años mejor que esta basura –se burló.

-Seguí las indicaciones del otro maestro –intentó justificarse el muchacho.

-Lo cual indica que era un bueno para nada –refutó Severus –Les hizo un favor al haberles abandonado.

-Pero no podemos empezarlo todo de cero. Será imposible cambiar las recetas ahora si queremos abrir en una semana –Adams quería hacer entrar en razón a ese hombre que ya le habían advertido que era un insociable, y con el que debería trabajar en el próximo tiempo hasta que encontraran a un nuevo Maestro de Pociones, pero Severus Snape ni siquiera parecía estar escuchándolo, y simplemente no contento de haberse deshecho de todas las pociones también quemó el pergamino con la receta anterior. El pergamino original de la receta anterior – ¡Astoria! –Gritó. Necesitaba ayuda para manejar a este… ogro… que quería venir a cambiar todo a último minuto.

   Astoria había estado tan ensimismada intentando encontrar qué era lo que ahora parecía atraerle de este hombre fuerte y firme que se movía con total seguridad en el laboratorio como si todo aquello le perteneciera, que realmente no había estado escuchando del todo la discusión, hasta que Adams gritó su nombre con total consternación.

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   Después de casi una semana de observarlo en silencio y a la distancia, Astoria aun no sabía qué era eso que sentía cada vez que veía a Severus Snape; el hombre prácticamente no le dirigía la palabra más que para pedir algunas cosas que necesitaba para la preparación de las pociones, y ni siquiera hizo el mínimo amague de haberle reconocido como una de sus antiguas estudiantes, por lo tanto era difícil para ella creer que ese sentimiento podría llegar a ser algo mucho más que solo admiración. Pese a que se parecía mucho a cuando se enamoró por primera vez. Pero “Severus Snape” y “amor” no eran palabras que se llevaran bien en una misma frase. A menos que fuera una frase en negativo.

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