Capítulo 5

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-¿Qué crees que estás haciendo? ¿Cómo te atreves? ¿Tu familia lo sabe? ¿Le presentaste a tu familia mi hija? ¿Conocen esta situación? Mi hija no es alguien de quien te burlaras. ¿Dónde vives? ¿Quién eres? Ni siquiera tienes un nombre.

   Severus se mantuvo en silencio mientras las preguntas eran escupidas una tras otra por Maximilian Greengrass. En cualquier otro momento sabía que no hubiera dejado que lo humillaran de esa manera, y ya hasta habría terminado por abandonar ese despacho, pero ahora había algo que parecía estar reteniéndolo allí, sin siquiera dejarlo defenderse de alguna manera. Y sabía muy bien qué era lo que lo estaba reteniendo: había hecho mal en creer que Astoria y él podrían estar juntos.

   Se había estado engañando esos últimos meses, viviendo en fantasías que no podrían ser, pero ya era hora de volver a despertar. Astoria Greengrass, quien estaba esperando fuera de ese despacho (aun podía verla tras el vidrio esmerilado de la puerta ante la prohibición de su padre a dejarla entrar), no era para él.

-Tiene razón, señor. No puedo darle nada a su hija –dijo simplemente Severus, cuando el hombre al fin se detuvo en las preguntas ante un leve apretón en su mano de parte de su esposa parada a su lado.

-Ve y dile eso a ella –ordenó el hombre señalando la puerta cerrada –Estás despedido.

   Severus estuvo a punto de volverse hacia la salida, pensando ya qué podría decirle a Astoria... Aunque, tal vez, lo mejor iba a ser seguir adelante, recoger sus cosas y marcharse sin volver la vista atrás. Ella se merecía algo mejor que un hombre que “ni siquiera tenía un nombre”.

   Entonces el grito de Aurora Greengrass, lo detuvo en pleno movimiento.

-¡Astoria!

   Severus miró hacia la puerta vidriada. Astoria ya no estaba allí.

   Salió apresuradamente del despacho, temiendo lo peor, para terminar encontrando a la joven desmayada en el suelo. Sin perder un mínimo de tiempo en pensar que posiblemente a Maximilian no le gustaría lo que iba a hacer, la levantó en sus brazos y se apareció directamente en San Mungo.

***

   Severus Snape y Maximilian Greengrass se miraban fijamente desde extremos opuestos de la sala de espera de la emergencia de San Mungo, antes de que ambos volvieran a desviar la vista, metidos en sus propios pensamientos.

   Severus aun no podía entender por qué el hombre no le había pedido (léase, exigido) que se marchara, pero no estaba allí para cuestionar ningún tipo de comportamiento extraño, en realidad. Sólo quería saber cómo se encontraba Astoria.

   Miró hacia la zona de las camas cuando una de las cortinas fue apartada a un lado, dando paso a una enfermera poco después.

    Astoria estaba sentada en la cama, tan pálida como una de esas cortinas que rodeaban el lugar, que hizo que Severus se acercara apresuradamente hacia ella, nuevamente sin importarle que a su padre pudiera gustarle o no. No estaba para pensar en él ahora mismo.

   Maximilian Greengrass lo vio pasar por su lado sin decir ni hacer nada para detenerlo o siquiera avanzar él mismo hacia su hija, incluso hasta detuvo a esposa, que minutos atrás había estado hablando con el médico, cuando ella quiso acercarse. La escena que tenía enfrente le hacía sentir aturdido, como si estuviera presenciando una verdad muy evidente que antes se había estado negando a ver.

   Astoria había envuelto sus brazos alrededor del cuello de Severus, como si quisiera poder tomarlo y fundirse en él, pero resistiéndose aun a hacerlo.

TU ERES MI HOGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora