Capítulo 6

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   La vida matrimonial no era tan dura como todos decían, de hecho era lo mejor que le había sucedido en mucho tiempo. O más bien, en toda su vida.

   No entendía cómo mucha gente le rehuía a algo así. O si lo hacían, luego se estaban quejando sin parar que habían cometido un grave error. Él, Severus, era feliz desde que llevó a Astoria a su casa convertida en su esposa y compañera de vida. Aunque debía admitir que al principio había tenido algo de miedo.

   En realidad, era más bien reticencia, pero nada tenía que ver con el compromiso o el paso que estaba dando, sino porque haría que Astoria renunciara a todo lo que conocía (sus lujos), al llevarla a una casa pequeña y sin gracia como la suya. Pero todo eso desapareció cuando vio que ella realmente era feliz allí.

   Ahora ya no había nada que le preocupara, Astoria había ingresado en su vida fácilmente sin crear el caos que muchas personas decían que traía un gran cambio como el matrimonio…

   O eso fue hasta esa mañana en la que Severus, al entrar al baño, se encontró la llave del agua abierta, con  la bañera llena y rebosando, inundándose el piso como los antiguos baños de Myrtle la Llorona. Entró para cerrarla, pero no tomó en cuenta que el suelo, tan mojado como estaba, le hizo resbalar y caer dentro de la bañera… con la túnica que ese mismo día estaba por estrenar para una reunión de trabajo.

   Astoria entró justo en el momento para verlo caer, y no pudo más que tapar su boca con ambas manos ahogando una exclamación entre preocupada y sorprendida.

-Me iba a duchar, lo dejé abierto. Me olvidé –dijo a modo de justificación, una expresión culpable en su rostro.

   Severus bufó. –Sólo falta que me tires los patitos ahora –exclamó irónicamente.

-No seas loco –rió Astoria –Vamos, sal. Voy a ducharme.

-No, perdiste ese derecho –contradijo viendo su insalvable túnica mojada. Había cosas que la magia no podía arreglar por más que quisiera, pensó, sabiendo que iba a tener que cambiarse antes de salir –Está bien. Ayúdame –dijo al final extendiendo su mano hacia ella.

    Astoria exclamó sorprendida por el repentino movimiento, cuando Severus la terminó tirando con él a la bañera a modo de venganza por el tiempo que perdería, por “culpa” de ella, al cambiarse de atuendo, pero luego simplemente se rió divertida antes de besarlo. Le gustaba esta cara de Severus, más abierta y feliz, cuando estaba con ella. Nunca antes se lo hubiera podido imaginar así, cuando era su profesor bien correcto y huraño, pero saber que era la causante de eso le hacía sentir más importante de lo que la gente solía esperar de ella.

-¿Qué estás escribiendo de nuevo? –Preguntó Severus, mirándola con ese amor en los ojos que no parecía írsele por más que estaba “enojado” con ella.

-No te lo diré –susurró Astoria, trazando líneas en el pecho de su esposo.

   Su esposo. Aún después de siete meses se le hacía fascinante ocupar esa palabra para referirse a él.

-Dime –insistió Severus, olvidándose ya que se suponía que debería haber salido hacía cinco minutos, y que si no se daba prisa llegaría tarde –Mira que te ahogo –amenazó maliciosamente, girando en la bañera con ella para colocarla bajo su cuerpo.

-No te lo voy a decir –repitió ella, pero su risa decía que podía ceder si él le insistía un poco más.

   Severus entrecerró los ojos y la miró de la forma en que solía hacerlo cuando un alumno había actuado incorrectamente en su salón de clases, aunque el desafío que traslució tras el gesto de Astoria le decía que ella estaba dispuesta a continuar con aquel juego un tiempo más de lo que disponían. Sopesándolo, tomó su decisión.

TU ERES MI HOGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora