ROSA CANINA: Falling

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Shipp: Mención Odazai

Había caído ante las tentaciones del demonio. Detestaba aceptarlo, pero no había forma de negar aquel hecho.

— ¿Por qué seguir arriesgando tanto por un mundo en el que lo perdiste todo?

— Porque eso es lo que él hubiera querido.

Las suaves, aterciopeladas, sensuales palabras se enredaron en su mente, acariciando el deseo oculto de su corazón, frotándolo hasta volverlo a calentar, haciendo que esa semilla de duda germinara en su cabeza.

— ¿Él te lo dijo?

— Con su último aliento.

— ¿Estás seguro?

Frías, punzantes y peligrosas eran sus palabras, las cuales se clavaban en su interior como cristales de un espejo roto. Un espejo que reflejaba una realidad muy distinta a la que vivía.

— ¿Al menos se sintió pleno al final? ¿Murió en paz?

— No sé.

— ¿Tenía algún sueño?

No respondió y el demonio sonrió victorioso.

— ¿Y lo cumplió?

A su mente llegaron imágenes de tiempos pasados, momentos de felicidad que aunque quisiera, no podría olvidar. Habían pasado horas hablando, saciando la curiosidad que sentían por el contrario, y solo fue cuando la confianza llegó a ellos que lo vio sentarse frente a una gran montaña de hojas en blanco que no se cansaba de llenar. Sí, había tenido un sueño, uno bastante hermoso.

— ¿No estás cansado ya? ¿Acaso no estás harto de verlo caer?

De nuevo, aquel ser salido del infierno había tocado una fibra sensible. No se preguntó cómo es que sabía de sus pesadillas, esas en las que lo veía morir una, y otra, y otra vez.

— ¿Por qué no extiendes tu mano por un poco de ayuda? Quizá si lo hubieras hecho antes, él seguiría a tu lado.

— Fui por ayuda, eso fue lo que me impidió llegar a tiempo.

El ligero gruñido que salió de su pecho ante el recuerdo sonó casi como el de un animal herido. Casi como se sentía.

— ¿Y si te doy la llave?

Había caído en su trampa. El rápido latido de su corazón y la sonrisa de aquel ser lo confirmaron.

— Puedes ser tú el creador de ese mundo. Sólo imaginalo, tus manos pueden darle una nueva oportunidad.

Lo vio extender su mano, lo tentó con una caricia.

—Puedo cumplir tu deseo, a cambio, lo único que pido es que cumplas el mio con el poder que te otorgaré.

Casi pudo sentir las frías manos del demonio abrazarlo por detrás, pasando sus manos por su pecho hasta colocarlas sobre su corazón.

— Pero si fallas, volveré a tí para atormentarte por la eternidad.

— No lo haré.

El demonio sonrió, llevando sus labios al oído ajeno, soplando su gélido aliento a invierno como la firma de aquel acuerdo.

— Es un trato entonces.

Tal y como se lo había prometido, Fyodor le otorgó personalmente aquel ejemplar en blanco, la habilidad que le daría el mundo que tanto buscaba. Con ello no solo había traicionado a los que confiaron en él, en los que le dieron una segunda oportunidad, también había dado la espalda a aquella promesa que le hizo al amor de su vida en su lecho de muerte.

— Perdóname, Odasaku, — murmuró al aire antes de cambiarlo todo. — Pero si alguno ha de caer, me aseguraré de ser yo.

Rosa Canina: Gozo y dolor.

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