NARCISOS ORQUÍDEA Y HORTENSIAS: Till death do us apart

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Shipp: ShibuAtsu

Decir que quedó cautivado era poco. Verlo fue como disfrutar del sol después de muchos años en la oscuridad, como calmar la sed bajo el ardiente calor del verano, fue como sentir de nuevo. Sí, fue como sentir algo dentro de un agujero negro lleno de apatía y disgusto. En el momento en que Shibusawa miró el rostro angelical y dulce de Nakajima Atsushi supo que tenía que ser suyo.

Aprovechó que fue su mismo colaborador, Dazai Osamu, quien los presentó para seguir acercándose a quien era la pareja del castaño, sintiendo sus ansias crecer al ver la pureza y amabilidad en el albino, sintiendo sus palmas cosquillear ante el deseo de poseer tal ser de luz. Y la noche en que se enteró que el joven Nakajima trabajaba en una editorial afiliada a la suya no pudo ser si no la segunda mejor de toda su vida.

Puesto que la primera estaba por venir.

Primero acechó al albino durante sus horas laborales, aprendiendo su rutina y admirando la belleza de su adoración desde la lejanía. Sin descuidar ni un momento la relación de amistad que mantenía con Osamu, invitándolo a las grandes cenas que ofrecía en el hotel del que era dueño e invitando de paso a su tímida pareja. Quería ganarse su confianza antes de poder hacer un movimiento con él.

Aunque tuvo que adelantar sus planes cuando el castaño le confesó las intenciones que tenía de proponerle matrimonio a su pareja. A SU pequeño gatito.

Quizá fue muy sucio de su parte pedirle una comida a Atsushi el mismo día de su aniversario con Dazai, momento en el que el mayor aprovecharía para entregarle el anillo, pero no era algo que le preocupara. Aún recuerda lo rápido que le latía el corazón cuando el menor se sentó frente a él, cuando con su dulce voz agradeció la comida que le ofreció y halagó la belleza de su restaurante, aún recuerda cómo es que se le secó la garganta cuando el albino bebió de la copa que había preparado especialmente para él. Aún sonreía victorioso al recordar cómo, semi inconsciente, arrastró al albino por el hotel de su propiedad hasta llegar a la suite donde sólo él tenía acceso.

No se detuvo hasta la mañana del día siguiente, hasta poco antes de que el albino recobrara el sentido y viera horrorizado las marcas sobre su piel. La evidencia de lo que había sucedido.
Shibusawa se disculpó con el aterrado albino sobre lo sucedido, convenciendolo con suaves palabras, que parecían sinceras, que había sido el mismo Nakajima quien propuso toda aquella locura, y él mismo, débil ante el albino, no pudo más que otorgarle el alivio que le pedía.

— ¿U-usaste protección? — casi le suplicó Atsushi.

A Tatsuhiko se le iluminaron los ojos ante aquel comentario. No es que no lo supiera después de toda la investigación que hizo, pero la probabilidad de que aquel encuentro haya engendrado un hijo le erizaba la piel de emoción.

— No. No hubo tiempo. Lo siento mucho.

Después de ese momento mantuvo su distancia con Atsushi y Dazai, por lo menos hasta donde ellos supieran, pues no podía evitar estar mucho tiempo sin ver a su ángel de ojos dorados. Aunque le ardiera la sangre de coraje al ver que se habían comprometido.

Su milagro llegó dos meses antes de la ceremonia, cuando fue el propio Nakajima quien pidió verlo. Sus ojos se hallaban hinchados y sus labios heridos por los nervios del peliblanco. Lo supo instantáneamente: estaba embarazado. Su amor por él había dado frutos. Y estando el pobre Atsushi tan arrepentido, fue sencillo convencerlo de dejar a Dazai.

— No creo que puedas casarte con él estando tan sucio.

Los ojos del menor dejaron de tener brillo.

— Ambos cometimos un error imperdonable, y aceptaré las consecuencias de mis actos.

Su sonrisa desapareció.

— Él o ella no tiene la culpa, ¿no crees? Déjame hacerme cargo. Cásate conmigo, Atsushi.

La ceremonia se llevó a cabo poco después de que Atsushi terminara su relación con Dazai, y a Shibusawa no le importó lo destrozado que el albino se veía. Ya sanaría, él se encargaría de que lo hiciera. Él y su hijo estarían a salvo en el castillo de piedras preciosas que haría solamente para ellos dos.

— Nakajima Atsushi, ¿aceptas a Shibusawa Tatsuhiko como tu esposo, para amarlo y serle fiel, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Al mayor sonrió enternecido al ver las lágrimas cayendo del rostro de su joven prometido, ahora prácticamente esposo, mientras sus labios temblaban y, con trabajo y arrepentimiento, deslizaba sobre su dedo esa argolla que los uniría ante el mundo y la ley.

— Acepto. — dijo con un hilo de voz.

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