𝙲𝚘𝚛𝚊𝚣𝚘́𝚗 𝙲𝚘𝚗𝚐𝚎𝚕𝚊𝚍𝚘 [𝚂𝚎𝚟𝚖𝚒𝚘𝚗𝚎]

Pesadilla◽

Un fuerte golpe resonó en la biblioteca cuando el cuerpo de Hermione chocó contra el suelo de piedra, haciéndola gemir de dolor.

Sus ojos se abrieron de golpe, una mirada de confusión se asentó en su rostro cuando observó su entorno, sus ojos se posaron en un par de zapatos negros pulidos justo delante de ella. La confusión se convirtió en comprensión, la comprensión en horror.

Lentamente, casi con cautela, la brujita se asomó a él, con los ojos muy abiertos como una cierva sorprendida por los faros.

Severus Snape se alzaba sobre ella, con una expresión ilegible en el rostro.

Hermione podría jurar que hubo un destello de una sonrisa tirando de sus labios, pero tan rápido como apareció, desapareció de nuevo.

"¿Señorita Granger?" La ceja izquierda de él se levantó, como lo había hecho en sus días de estudiante. Por un momento se sintió como una niña pequeña, intimidada por el cruel maestro de pociones. Sacudiendo ligeramente la cabeza, le devolvió la mirada pasiva

"¿Profesor Snape?" Su voz salió confiada, aunque no lo sentía.

"¿Le importaría explicar qué le tiene roncando en la biblioteca? Si no recuerdo mal, Minerva dispuso que tuvieras tus propios aposentos..." Se estaba burlando de ella. Otra vez. Genial. Exactamente lo que la bruja necesitaba. Hermione puso los ojos en blanco.

"Recuerda correctamente, señor" se aseguró de igualar su tono burlón. No quería pelear, no ahora, no después de esa pesadilla.

Snape se puso rígido, quería decir algo malo pero al sentir su angustia decidió no hacerlo. En su lugar, bajó a su nivel buscando respuestas en sus ojos. Ella desvió la mirada.

"Parece que ha tenido una... pesadilla" Preguntó el pelinegro, sin pedirle directamente que se explicara, pero empujándola sutilmente para que se abriera un poco. Maldito Merlín, me estoy volviendo loca... ¿abrirme? Qué me pasa, reflexionó, pero antes de que pudiera decidir en contra de su acto de bondad, Hermione habló.

"Es personal" susurró. Toda la ira desapareció de su voz.

Sólo parecía increíblemente triste y cansada de repente, haciéndole sentir mal por haberla tratado tan miserablemente.

"Señorita Granger", se aclaró la garganta un poco incómodo "Sé que puedo ser... difícil... a veces. Sin embargo, puedo asegurarle que sus secretos están a salvo conmigo".

Ella le dedicó una pequeña inclinación de cabeza. Sabía, en el fondo, que era un buen hombre.

Sin embargo, no estaba exactamente extasiada por decirle que tenía pesadillas en las que lo veía morir en sus manos. No estaba muerto, obviamente, arrodillado frente a ella como lo estaba ahora, pero en sus sueños, él moría, y ella no podía vivir con eso.

Hermione cerró los ojos, intentando que su corazón se ralentizara, que respirara adecuadamente.

Intentaba desesperadamente no llorar, no mostrar debilidad.

Al tener los ojos cerrados, la brujita no podía ver la mirada de preocupación que le dirigía el maestro de pociones.

Snape le puso con cuidado la mano en la rodilla, un gesto reconfortante que la hizo ponerse rígida por un segundo, antes de volver a relajarse disfrutando del suave tacto de sus dedos. 

"Está bien". Habló "no hace falta que me diga lo que era". Su pulgar dibujó círculos en la rodilla de ella "No es real. No importa lo que hayas soñado, no es la realidad. Es tu mente jugando trucos crueles, el pasado torturándote". Su voz era pesada, "No debería retenerte en tu futuro"

Ella asintió de nuevo, calmándose un poco.

"Es sobre la guerra" Hermione logró con un pequeño temblor en su voz. No mintió, al fin y al cabo se trataba de la guerra. Se trataba de lo que la guerra le había hecho a él, al hombre que estaba frente a ella, de sus amigos, pero también de ella misma.

"Lo entiendo", le dedicó una pequeña sonrisa."Todos lidiamos con ello, Hermione" Sus mejillas se sonrojaron cuando su nombre salió de sus labios."Señorita Granger" corrigió él al notar que ella se ponía rígida bajo su mano, que estaba retirando de su rodilla.

La mano de ella lo detuvo y sus ojos volvieron a mirarlo.

"Es Hermione" murmuró ella.

Snape la miró con una expresión ilegible "¿Qué fue eso?" Su voz era baja pero suave.

"Llámame Hermione por favor. Me siento como una niña a la que regañan con ese 'señorita Granger'" bajó la mirada hacia sus manos donde retorcía los dedos nerviosamente.

Snape no pudo evitar echar mano de ellos, preocupado de que se los rompiera.

"Hermione" habló, su voz ligera y reconfortante "Creo que ya es hora de ir a la cama, bruja" una pequeña sonrisa se dibujó en los bordes de sus labios cuando la vio hacer un leve mohín.

"Está bien" murmuró ella, levantándose de mala gana.

"Te daré una poción de dormir sin sueños para esta noche. Necesitas dormir". Suspiró, poniéndose de pie hasta una posición recta y enderezando su túnica.

Sus ojos se posaron en ella y no pudo evitar admirar la belleza de la bruja.  Sus rizos rebotaban hacia arriba y hacia abajo mientras caminaban, irradiando el aroma de la vainilla y los melocotones. Olía de maravilla.

Sólo ahora se dio cuenta de que se había teñido el pelo. Era un cambio sutil a un tono pelirrojo y le sentaba muy bien, pensó. ¡Para, para, para, viejo! ¡Deja de mirarla embobado! ¿Qué tiene? ¿La mitad de tu edad? ¡Y una maldita Gryffindor, por el amor de Merlín!

Se detuvieron frente a su almacén, Hermione esperaba pacientemente a que él recogiera la poción. Volvió en cuestión de segundos, apretando el frasco en su mano.

"Debería servir", refunfuñó, volviendo lentamente a su antigua personalidad.

El rostro de Hermione se desplomó ligeramente ante el tono más agudo, pero le dedicó una sonrisa sincera y un dulce "Gracias" antes de darse la vuelta y dirigirse a sus aposentos, susurrando un suave "Buenas noches, señor".

Snape permaneció allí durante unos minutos más, contemplando los acontecimientos de la noche. Había visto a la bruja con una nueva perspectiva y no estaba seguro de qué hacer con ella.

Y una vez más Hermione Granger había ocupado toda su mente.

"Tendré que tomar yo mismo una poción para dormir sin sueños, parece", gruñó antes de desaparecer en su propia habitación.