"¿Irías a Azkaban por mí?"
Una simple pregunta hipotética y sin embargo tan poderosa en su significado.
La respuesta tan destructiva y a la vez tan liberadora.
Las consecuencias son tan cruciales y a la vez tan poderosas.
Lo que ocurrirá cuando el...
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Era un misterio para él cómo habían llegado al dormitorio...
Hermione estaba tumbada en su cama, jadeando y gimiendo mientras Snape la besaba por el valle de sus pechos, alternando entre lamidas y mordiscos. Su piel era lechosa y suave, haciendo que él se deleitara con cada sabor que obtenía de ella. La bruja resultó ser deliciosamente receptiva, arqueando la espalda cada vez que él chupaba un punto especialmente dulce.
Tampoco era de las que se quedaban quietas, lo que hacía que el maestro de pociones se corriera aún más.
Oír sus suaves gemidos y sus jadeantes gemidos le hizo enloquecer de lujuria y pronto se encontró tirando de sus vaqueros con insistencia.
Hermione estaba muy dispuesta a ayudarle, levantando las caderas y dejando que le quitara los pantalones y las bragas de una sola vez. Estar desnuda frente a él la hizo contener la respiración.
Snape ya no parecía tener tanta prisa, admirando cada centímetro de ella, recorriendo con los dedos las curvas de su cuerpo y siseando con anticipación ante el espectáculo que tenía delante.
"Es tan hermoso", gruñó mientras volvía a colocarse encima de ella para reclamar sus labios.
No fue un beso suave, fue exigente e intenso, pero Hermione se alegró de la distracción que le proporcionaban sus labios mientras sus manos se dedicaban a explorar su cuerpo.
Ella gimió y arqueó la espalda cuando la mano izquierda de él se dedicó a masajearle el pecho, pellizcándole el pezón y tirando ligeramente de él antes de dejar que volviera a su sitio, mientras él aprovechaba la oportunidad de su boca abierta para colar su lengua dentro.
Hermione era un desastre gimiendo cuando una de sus manos finalmente llegó al lugar que ella más necesitaba.
"¡Argh Severus! Deja de burlarte!" Ella casi gritó desesperada mientras él acercaba sus dedos pero no lo suficiente.
"¿Mi leona de Gryffindor se siente mandona ahora?" tarareó contra su estómago mientras volvía a besar su pecho, engullendo un pezón en su boca y chupándolo con dureza.
Hermione soltó un grito pero gimió igualmente cuando él calmó el pezón maltratado con un suave lametón de su lengua.
"Te gusta eso, ¿eh?" Susurró con su voz sedosa antes de repetir el procedimiento con su otro pecho.
La bruja le arañaba la espalda, estaba casi seguro de que le dejaría marcas y la verdad es que la idea de que le marcara le excitaba.