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No eso no, no puedo permitir que mis miedos terminen con lo bueno que me queda, no puedo permitir que lo dañen a él, por él es que me atreví a esta traición.

-No dudare – respondo con firmeza – pero – muerdo mi labio – necesitaremos más aliados

-No – me corta – nadie en la mafia lo traicionara, los únicos que lo harían están con tu madre.

-Lo sé – camino de un lado a otro – quizás por fuera, aunque, eso tampoco es seguro, podrían traicionarnos.

-Precisamente – confirma – puedo asesinar a tu madre

Lo observo directamente.

-Ese no es el plan.

-Lo sé, pero mi poder estará a la par con el de tu madre – pone sus manos en mis hombros – y yo no le tengo ningún aprecio que interfiera.

-Entiendo, entonces yo asesinaré a Ougai Mori el jefe de Port Mafia.

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Fue una reunión breve, un cambio de planes inesperado es riesgoso, pero lo haré.

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Las luces están apagadas lo único que ilumina la sala son velas, moví todos los muebles para tener más espacio, la llené de juguetes, incluso conseguí un tiovivo de solo dos piezas que consisten en dos caballos uno blanco el otro negro, es pequeño, pero servirá; por una vez agradezco no ser tan grande.

Me reviso por última vez, mi vestido esta en orden, así como mis medias, mi cabello peinado tal como deseo, realmente luzco como una muñeca, me subo al caballo blanco del tiovivo, apoyo mi cabeza en la crin del caballo con el rostro de lado, cierro los ojos dejándome envolver por la melodía infantil, un suave viaje inocente

La niñez pérdida, la niñez olvidada, la tristeza corrupta que invade mi alma.

Escucho el sonido de la puerta al abrirse.

-¿Chuuya? – sus pasos resuenan en el piso, no respondo, no abro los ojos, dejo que el carrusel me siga arrullando – mierda

Suelta y sonrió, me permito abrir los ojos.

Su expresión vale más que un cuadro de mil millones.

Activo mi poder para ralentizar el movimiento del tiovivo, extiendo mi mano hacia él.

-Ven aquí, Osamu - se acerca, al tomar mi mano bajo con suavidad – te extrañe.

-¿Quieres enloquecerme? – acaricia mis labios con su índice.

-Quizás - me separo nuevamente, mis movimientos son gráciles y ligeros – llego a la cámara que tenía preparada – inmortalicemos el momento – se la entrego.

Sonríe de lado, posiciona la cámara, y toma la primera foto.

-Lo mejor es lo natural – la baja un poco – pequeña ninfa, demonio disfrazado de inocencia

Giro sobre mi mismo, levantando el vuelo del vestido, el sonido del obturador de la cámara resuena en la habitación.

Me detengo, y comienzo a quitarme el vestido con lentitud.

Me acerco a Osamu, poso mi mano en su hombro, deslizándola a lo largo de los hombros, dando vueltas a su alrededor sin dejar de sonreír.

-Juguemos – me separo, solo quede con medias, totalmente desnudo, le doy la espalda giro ligeramente mi rostro para observarlo – no te arrepentirás.

De nuevo el sonido del obturador de la cámara.

Desnudo vuelvo a subir al tiovivo, cierro mis ojos, dejando que me fotografié un par de veces más.

Un instante, un momento capturado por la cámara, atrapado en una esfera de magia que pronto se desvanecerá

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Ver a Chuuya sobre el tiovivo, rodeado de una atmosfera tan seductor y etéreo; un demonio sin duda, una ninfa cantante una dulce melodía que será mi perdición.

Algo tan cotidiano que se torna en un hechizo sin fin.

-Chuuya - abre los ojos – vamos – le tiendo mi mano – te necesito

Mi voz es trémula, como nunca antes, pero el deseo es una neblina a mi raciocinio.

Su sonrisa es perfecta, de lado, llena de autosuficiencia; toma mi mano bajando con un salto, lo conduzco a la cama.

No son las mismas sabanas de cuando me fui está mañana, ahora son sabanas de seda en color negro, contrastan a la perfección con su piel, se sube a la cama gateando contoneando la cadera, no pierdo el tiempo le tomo otra foto.

Posa una y otra vez ahora en la cama, el tiempo es lento, precioso.

Hasta que por fin sedemos a nuestros deseos, dejo la cámara de lado, él esta recostado en la cama con los ojos entrecerrados acariciándose a si mismo en sus pezones, esos preciosos pezones rosados, comienzo a quitarme la ropa, quedándome solo con el pantalón.

Le acaricio las piernas, su piel es suave, aún más que antes, abre sus piernas invitándome a entrar, comienzo a repartir besos en sus muslos, suaves mordidas que poco a poco hago más fuertes, dejándole marcas.

Sus gemidos inundan la habitación, estoy realizándole un chupetón, succionando lento en la parte interna del muslo cuando me detiene.

-Osamu – jadea, sus ojos vidriosos – quítate las vendas, por favor

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Nunca antes creí que pudiera sentirme tan bien con algo como esto, nunca creí que realmente usaría toda esta ropa, todos estos objetos que acumule durante años, años turbios.

Todo lo que me regalo aquel monstruo al que me entrego mi madre por fin ha encontrado su uso, uno que no se siente sucio, uno que me hace feliz.

Y ahora estoy aquí en esta cama sencilla con lujosas sabanas mostrándome débil, sincero, realizando un verdadero acto de amor, y por lo tanto no quiero que Osamu tenga las vendas, quizás sea arriesgado, quizás rompa con el momento; pero es ahora o nunca, decido dar un salto de fe, una caída libre al vacío, cediendo ante la fuerza de gravedad.

-Osamu, quítate las vendas, por favor

No aparto ni un segundo mi mirada de su rostro, todos sus movimientos se detienen de forma abrupta, su mirada se torna vacía, totalmente perdida, su rostro esta pálido.

Quiero moverme, quiero tocarlo, decirle que no es necesario, que solo lo olvide.

Deseo tener la habilidad de retroceder en el tiempo, pero no es así

NínfulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora