vii.

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Después de mucho tiempo, Draco Malfoy se sintió bien. Le había parecido extraño reír, como si fuera algo nuevo para él, pero la sensación le había parecido maravillosa. 

—¿Hice reír a Draco Malfoy?—Annelisse arqueó una ceja, una sonrisa divertida se asomaba en sus labios.

—Si se lo cuentas a alguien, lo negaré—respondió, pero esta vez, no estaba usando ese tono serio. Parecía haberse relajado y a Annelisse le gustó eso, así que le devolvió la sonrisa. 

—Deberías hacerlo con más frecuencia. Te ves mucho mejor cuando sonríes.

Una vez más, ella lo dejó sin palabras. La forma de ser de Annelisse confundió a Draco por completo. Nunca había conocido a nadie como ella, aunque bueno, tampoco se permitía con frecuencia la oportunidad de conocer a la gente, y eso decía mucho. Encontró a Annelisse única, diferente al resto. La vio feliz, tierna, cariñosa y —aunque evitaba pensarlo demasiado— bonita, sobre todo cuando hacía esa mueca...

La miraba mientras ella no lo veía y admiraba su belleza. En cierto modo, le tenía envidia.

Annelisse era una persona relajada, feliz y despreocupada, siempre con una sonrisa en su rostro.

De nuevo, otra primera vez. Draco rompió el silencio.

—Me gusta la Navidad—dijo, haciendo que Annelisse se volviera a él. 

—¿Y por qué me dijiste que no?

—En mi casa no celebramos la Navidad. No desde hace años—dijo, un poco de tristeza en su voz. 

—¿Cómo que no celebran la Navidad?—preguntó al mismo tiempo que se acercaba un poco más, curiosa. Él solo se encogió de hombros en respuesta. Annelisse suspiró—. Draco Malfoy, voy a tener que mostrarte muchas cosas—le sonrió.

—Oye, basta de apellidos. Ni siquiera conozco el tuyo—la miró con recelo.

—Haunt—respondió con una sonrisa orgullosa. 

—No me suena.

—No es de extrañar, mis padres son muggles. No son muy conocidos en el mundo mágico—torció un poco los labios. 

Normalmente, Draco habría respondido con algo despectivo al respecto, pero increíblemente, no le importaba en absoluto el estatus de sangre de Annelisse. No le importaba si era pura sangre o mestiza. Solo le gustaba la chica frente a él. E incluso se sorprendió a el mismo al preguntar:—¿Dónde trabajan?

—Bueno, mi madre ahora es ama de casa, se ocupa de mis hermanos y mi padre trabaja en una editorial. Escribe muchos artículos—sonrió de nuevo. Draco no dijo nada, pero le devolvió la sonrisa levemente—. Tengo hambre, ¿y tú?—dijo Annelisse, volviéndose hacia él y haciendo pucheros. 

—Un poco la verdad.

Annelisse frunció el ceño un par segundos hasta que levantó el dedo, una idea le había iluminado la mente. Draco la miró confundido. De repente, se puso de pie y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Dudó por un instante, pero como se sentía diferente a días anteriores —bien, de hecho— decidió tomarla. Ella lo ayudó a levantarse, tirándolo ligeramente para que se pusiera de pie. 

—Creo que la profesora Sinistra esconde algunos dulces en su escritorio—dijo, y sin darle tiempo a responder, Annelisse se dirigió a las escaleras para bajar a la clase de Astronomía.

Draco la observó alejarse de él, sin darse cuenta de que estaba sonriendo. Comenzó a seguirla y bajar los escalones tras ella. Cuando entró, la encontró, agachada en el escritorio de la maestra, hurgando entre sus cosas. 

—No sabía de esta faceta tuya, Hufflepuff, ¿no se supone que no debes hacer nada malo?—preguntó levantando una ceja. 

—Oh, vamos. De vez en cuando también hacemos trucos—Annelisse sonrió, volviendo su rostro hacia él por un instante. 

Volvió al escritorio. En el cajón inferior, encontró un compartimento oculto y lo abrió. Al ver lo que había allí, una sonrisa victoriosa apareció en su rostro. 

—Bingo—dijo en voz alta. A lo que Draco respondió acercándose. 

Annelisse había encontrado un montón de dulces, seguramente confiscados ​​por la profesora.

Había ranas de chocolate, caramelos y gomitas. Los tomó en sus manos y se puso de pie para presumírselas a Draco.

Annelisse se acercó frente al escritorio y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en él. Así enfrentaba a todos los pupitres vacíos.

Draco, aún sin estar muy seguro de lo que pasaba y cómo esa chica era capaz de hacerlo sentir cosas, se sentó a su lado. Annelisse puso los caramelos entre los dos. 

—Cariño, la cena está lista—empezó a decir bromeando—. Tenemos ranas de chocolate de entrada, serpientes de goma  como plato principal y grageas de postre—dijo eso último tomando una gragea y metiéndola en la boca.

—Oh, Dios—exclamó con una mueva en su rostro. Tragó la gragea lo mejor que pudo.

Draco se echó a reír al verla así. La peculiaridad de Annelisse le agradó. 

—Podrido, con sabor a huevo—terminó de decir, todavía con el ceño fruncido por el mal sabor de la gragea. 

—Asquerosa—respondió esbozando una mueca. 

—Eso es lo divertido de las grageas, no saber cuál te va a tocar. Por eso me gustan, siempre te sorprenden.

Draco murmuró un "estoy de acuerdo", mientras tomaba una gragea y se la llevaba a la boca, saboreándola. Poco a poco su rostro cambió y enarcó ambas cejas, mirando a Annelisse. La gragea tenía buen gusto. 

—¿Y?

—Limón.

—¿Ves? Siempre sorprenden—sonrió. 

Sin decir mucho más, simplemente disfrutando ese momento en silencio, Draco y Annelisse continuaron comiendo dulces como si fueran niñitos.

cinco horas con draco malfoy ─ draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora