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Como todas las mañanas, Draco Malfoy se levantó de la cama para enfrentar su día una vez más. Como lo usual, caminó a la ducha, prendió el agua y dejó que corra, esperando a que se calentase lo suficiente. Una vez listo, entró y dejó que corra por su cuerpo, sintiendo la calidez en su piel, causándole escalofríos mientras se perdía en sus pensamientos.

Draco era un chico bastante particular. Desde una edad muy temprana, siempre mostró las mismas actitudes de su padre: egocéntrico, cerrado, ambicioso e incluso pedante. A medida que los años pasaron, se las arregló para ganar un par de enemigos gracias a ello.

Era cierto que Draco siempre estaba con Crabbe y Goyle, pero, por mucho que la gente pensara que eran amigos, Draco no lo sentía así.

En lo más profundo de su ser, él sabía que todo era pura apariencia para mantener a sus padres contentos por su estatus de sangre y apellido de familia.

Lo que nadie sabía era que Draco Malfoy tenía, a pesar de estar muy escondido, un buen corazón y deseaba con todas sus fuerzas, desde lo más profundo de su ser, ser capaz de demostrárselo a alguien.

De vez en cuando, todo lo que podía hacer era alejar a la gente de él. Y, de alguna manera, lo apreciaba. Una pequeña parte de él seguía temiéndole al abrirse a los demás, confiar en ellos ¿Pero cómo no?

Él creció sin saber lo que le afecto era. Narcissa y Lucius jamás le permitieron la falta material a Draco. Desde una edad muy temprana, lo llenaban de juguetes, caprichos y más. Si quería algo, se ocupaban de tenerlo para su hombrecito.

Pero había una cosa que jamás le dieron, que jamás vivió o saboreó: el amor de una familia. Y por esto, tras el pasar de los años, Draco terminó formando murallas, ignorando cualquier tipo de emoción.

Se volvió frió, incapaz de simpatizar con nadie. Era grosero, rudo y gruñón con la gente, pero no era el verdadero Draco.

Al fin de cuentas, solo era un reflejo de la actitud que su padre le había adoctrinado con el pasar de los años.

De vez en cuando, escaparía a la Torre de Astronomía para estar solo y perderse en sus pensamientos. Y cuándo lo hacía, no podía evitar sentirse triste por si mismo. Se sentía solo y vacío en el mundo. Pensó acerca de todo lo que tenía y una sola palabra aparecía en su cabeza; nada.

Sentía una gran nada en su corazón y, sin importar cuan duro trataba llenarla, no podía encontrar manera.

Quería cambiar, pero había crecido de la mano de los ideales de su padre, donde nunca podrá evitar sacarlos a la luz.

—No debes mostrarte vulnerable, hijo. Recuerda, tú y yo somos Malfoy y jamás mostramos debilidad—las palabras de su padre hicieron eco en su mente.

Quizás, y tan sólo quizás, es por eso que se volvió tan irritante y distante. Una infancia entera sin conocer el amor de una madre ni de un padre, lo hizo ignorar todas las consecuencias que podría conllevar.

cinco horas con draco malfoy ─ draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora