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Después de enviar la carta a Annelisse, Draco salió de su habitación, listo para comenzar el día. Aunque sus padres no decoraron la casa para Navidad, él había colocado pequeños adornos que Annelisse le había enviado por carta. Los tenía esparcidos por su dormitorio, dispuestos como ella le indicó. Una bola navideña hecha de pequeños cristales colgada en el pomo de la puerta de su ventana, brillaba cuando la luz del día la golpeaba, reflejando patrones luminosos en las paredes . Un arbolito de Navidad que colocó detrás de su puerta. Un montón de bastones de caramelo se esparcieron para endulzar su habitación. Una postal de Annelisse que guardaba en su escritorio, siempre lista para volver a leer. Y un trozo de muérdago, que siempre llevaba consigo, con la esperanza de volver a verla y tener una excusa para volver a besarla. 

—Buenos días, Draco—dijo Narcissa cuando lo vio entrar a la cocina. Draco se sentó en la mesa junto a ella y miró el desayuno, que ya estaba preparado.

—Buenos días, madre—tomó un café solo, sin azúcar y una pieza de fruta.

—¿Planeas hacer algo hoy?

—No realmente.

—¿Te gustaría ayudarme con los preparativos para el baile?

—Seguro—Draco tomó un sorbo de su taza y luego un bocado de la manzana.

Desde que había regresado a casa, su madre se había estado comportando diferente. Y, aunque Draco no sabía el porqué, le gustaba. Estaba menos enojada, más atenta con él

—¿Y papá?

—Fue al Ministerio. No vendrá hasta la tarde.

—Oh—respondió sin mucho entusiasmo. 

Tampoco le importaba si su padre estaba o no, incluso agradecía poder pasar un día sin él, sin escuchar todas sus quejas y reñidos. 

—Draco—Narcissa dijo después de un momento de silencio. 

—¿Qué?

—¿Ella lo vale?—le preguntó. 

Draco tardó unos segundos para entenderlo. Su madre estaba hablando de Annelisse. 

—Sí—su rostro endureció—. Y espero que la trates bien.

—Tu padre se pondrá furioso cuando se entere.

—No me importa lo que opine. Es mi vida.

—Draco...—suspiró—. A mi tampoco me importa, aunque tú creas que sí. Es sólo que ya sabes cómo se va a poner.

—Si eso sucede, me marcho del baile con ella.

Hubo un pequeño silencio, para ellos parecía eterno. 

—Ella debe que ser muy especial. Luces diferente.

Draco suspiró ante las palabras de su madre. Realmente estaba diferente, para mejor. 

—Me hace querer ser una mejor persona, mamá.

Ambos siguieron desayunando, tomando café sin hablar. Narcissa miraba a Draco de vez en cuando, pensando. Le pareció genial ver a su hijo así, animado, ya no más triste como lo había estado todos estos años.

Draco adoraba a su padre y que lo tratara mal le afectó mucho, volviéndose de esa manera quien todos en Hogwarts odiaban, transformándose en ese Malfoy que nadie podía soportar. 

Aunque, después de Annelisse, Draco no quiso seguir viviendo en esa oscuridad. Quería, como  decía, ver lo bueno en las cosas, disfrutar de lo que la vida le ofrecía, y quería hacerlo con ella. Quería seguir aprendiendo sobre la vida a su lado.

Narcissa se dio cuenta de que Annelisse había hecho algo bueno en Draco y eso le gustó. La mujer solo quería su felicidad y se alegraba de que finalmente, después de tantos años, tuviera una razón para cambiar. 

Ahora el problema era cómo Lucius Malfoy iba a tomar el hecho de que Annelisse, nacida en Muggles, se presentara a una fiesta exclusiva para gente sangre pura.

Narcissa había ocultado por completo el estatus de sangre de Annelisse a Lucius para poder asistir a la fiesta. A ella no le importaba, es más, quería conocerla, saber quién era esa chica que había puesto el mundo patas arriba a su hijo. 

—¿Sabes, Draco?—dijo su madre, haciendo que él la mirara—. Tu padre no siempre fue malo—esas palabras dejaron a Draco algo paralizado. Tragó saliva, sin hablar, solo mirándola. Narcissa bajó el mentón durante unos segundos, pensando—. Sabes perfectamente bien que tu padre y yo siempre seremos Mortífagos, Draco—suspiró—. Me perdoné a mí misma pero tu padre no...

—Eso fue hace mucho tiempo—chasqueó la lengua.

—Cuando ganamos la Guerra Mágica en el ochenta y uno y destruimos a Voldemort, una parte de tu padre también murió. Después de ser perdonado por haber "estado" del lado enemigo, cambió.

—No sé qué quieres decir, madre.

—Que él también sufre, Draco, e incluso si no es el mismo hombre que antes, yo amo a tu padre. Ambos se miraron sin hablar durante unos segundos, tratando de entender al otro—. La marca lo deterioró gradualmente por dentro, supongo.

Draco tragó saliva, su madre nunca le había hablado así de su padre. Lo tomó totalmente por sorpresa. 

—Borró todo lo bueno que había en él. Cuando fuimos liberados por lo que sucedió, todos nos rechazaron y él no pudo soportarlo.

—¿Y por qué no lo ayudaste?

—Él nunca quiso recuperarse—se encogió de hombros—y terminó convirtiéndose en su propio padre.

—¿Y por qué no lo dejaste?

—Las cosas no funcionan de esa manera, Draco, y por mucho que nos amemos, sabes perfectamente bien que los Malfoy están acostumbrados a estar atados a matrimonios arreglados.

Draco, ante esas palabras, no pudo pensar en nada más y se asustó. Esperaba que su madre no respondiera lo que él creía que haría. Y luego, le preguntó:—Yo... ¿voy a tener que cumplir con eso también?—dijo con miedo e inseguridad en su voz. 

—Hijo—suspiró—, hablaremos de esto en otro momento, pero quiero que sepas que solo quiero tu felicidad. No dejaré que tengas que pasar por esto. Convencí a tu padre hace años de que no lo hiciera.

cinco horas con draco malfoy ─ draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora