parte veintisiete

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1998, Marzo.

Se gritaron el uno al otro mientras atravesaban la enorme sala de estar de la mansión.

Narcissa al verlos, trató de detenerlos, pero jamás habían discutido así y ninguno de ellos parecía tener la razón.

—¡Ven aquí, Draco!—Lucius gritó persiguiéndolo.

—¡No, haré lo que yo quiera!—respondió en el mismo tono.

—¡No te irás de viaje con una estúpida sangre sucia y sus malditos padres muggles!—Lucius gritó de nuevo, su voz cargada de ira.

Draco sintió que su sangre comenzaba a hervir y sus puños se apretaban, clavando las uñas en la palma de sus manos

—¡Haré lo que quiera, maldita sea, dije! ¡Y ella no es estúpida, tú lo eres!—respondió instantáneamente.

—Tu relación con esa chica fue demasiado lejos. Será mejor que la rompas ahora, si no quieres consecuencias—lo señaló con el dedo, gruñó, su rostro se arrugó por la ira.

—¡No tienes ningún jodido derecho a decirme qué hacer!—le espetó—¡Lo único que piensas es en ti mismo y no en lo que los demás quieren!

—¡Estoy haciendo esto por ti, hijo! ¡Me lo agradecerás en el futuro!—le gritó a Draco.

Narcissa, todavía en estado de shock, sin saber qué hacer. Quería que Draco pudiera viajar con Annelisse, pero su esposo definitivamente se lo estaba poniendo difícil.

—¡Nunca has hecho nada por mí!—lo miró, sintiendo que ardía por todas las emociones—. Nunca ocupaste el papel de padre, nunca me has preocupado ni te preocupaste por mí. ¡No sabes ni una mierda!

—No me hables así, Draco. ¡Soy tu padre!—golpeó la mesa molesto, haciendo que Narcissa se sobresaltara. Ambos se miraron, desafiándose mutuamente, llenos de rabia, coraje.

Narcissa, aprovechándose del hecho de que no se estaban gritando, trató de detenerlos una vez más.

—Lucius, por favor...—dijo, acercándose a él. Le llevó las manos a la cara, tratando de que la mirara, pero Lucius volvió la cara, evitándola—. Es solo un viaje, déjalo—lo miró con el ceño fruncido.

—¿Sólo un viaje?—volvió a Narcissa, incrédulo—¿Qué sigue? ¡Nuestro hijo, un Malfoy! ¿Qué consiga un trabajo muggle?—rió con sarcasmo.

—¡Sería mil veces mejor que quedarme aquí contigo!—Draco soltó, frunciendo el ceño.

—¡Draco, basta!—Narcissa levantó la voz y lo miró—¡Ustedes dos!—se separó de Lucius y se paró entre los dos, llevándose las manos a la cadera. Esperó unos segundos antes de decir—: Draco, ve a empacar tu maleta—Lucius estaba a punto de oponerse, pero Narcissa levantó la mano y lo hizo callar—. Ahora.

Draco miró a su padre durante unos segundos, disgustado, antes de entrar en su habitación para hacer lo que su madre le había ordenado.

Tan pronto como se fue, Narcissa dejó escapar un profundo suspiro y se giró para ver a Lucius.

—Es un niño, Lucius. No puedes romper sus ilusiones así.

—¡Tiene una maldita novia sangre sucia, Narcissa!—levantó la mano para señalar dónde estaba Draco, a su habitación.

—Y tu hijo la ama—frunció el ceño molesta, pero tratando de no perder los estribos. Dejó escapar un suspiro antes de continuar—; Son sólo cinco días—insistió, haciéndole entrar en razón.

—¿De verdad vas a permitir esto—inquirió, incrédulo.

Lucius no podía comprender cómo su propia esposa estaría de acuerdo en que su hijo saliera con esa gente. No entendía como los Malfoy veían bien en relacionarse con la gente Muggle.

—Lucius, hazlo por mí. Solo por esta vez—dijo, se tocó el pecho apuntando a sí misma y luego llevó su mano a su pecho

—Por favor—Lucius miró a su esposa en silencio, pensando.

Por supuesto, lo último que quería era que su hijo, un Malfoy, interactuara con personas del mundo Muggle, pudiendo destruir el prestigio de la familia, siendo como traidores de sangre frente al mundo mágico, frente al Ministerio.

Aunque las cosas ya no funcionaban de esa manera, Lucius, como muchos otros, seguía creyendo que los magos debían separarse de los muggles, que eran superiores a ellos.

Todavía creían en la pureza de sangre sobre todo sin lugar a dudas.

—Déjalo ir—terminó diciendo.

Lanzó una última mirada de disgusto a su esposa antes de volverse y salir de la sala de estar.

Lucius entró en su oficina y cerró la puerta detrás de él. Comenzó a caminar de un lado a otro, enojado, frustrado, sintiendo que todo lo que había luchado durante años se iba a perder en un viaje.

Se convenció a sí mismo de que esto era algo fugaz, algo de la adolescencia y, con el tiempo, Draco volvería a sus sentidos. Que era solo un amor temporal y que con el tiempo recuperaría a su hijo, a ese chico que había criado con esos principios que tanto le habían costado y ahora esa chica estaba tirando.

Mientras tanto, Draco estaba en su habitación preparándose para irse, todavía molesto. En ese momento, odiaba a su padre con todas sus fuerzas, odiaba que no le gustara Annelisse, que no le diera una oportunidad. Odiaba su propio padre intentara arrebatarle esa pequeña felicidad que había hallado.

cinco horas con draco malfoy ─ draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora