-Ya te lo dije Killian, podemos utilizarle.
-Le necesitamos.
-Hay que inyectárselo.
-Necesito a Stark.
-Con ella hay que hacerlo poco a poco, será diferente.
-Killian, por fin tenemos su incentivo.
-Lo estamos logrando, TN tú serás mejor que ellos.
-Ha sido un error. Extremis sigue sin ser estable, a pesar de mis cálculos.
-Se le ha ido la cabeza, es solo una niña.
-Él sabrá qué hacer. Debes al menos salvarte tú, lo lamento pequeña.
Las escenas eran difusas e iban intercalándose las unas con las otras: un laboratorio, batas blancas, el hombre rubio, la mujer morena... no parecía que ninguna de ellas tuviera relación con la anterior.
De golpe una luz blanquecina. La mujer castaña se encontraba junto a una niña de unos 10-12 años de la mano, era la primera vez que eras espectador y no protagonista. Observando cada detalle de la cara de la pequeña, que parecía confusa y tímida, pudiste darte cuenta de que: eras tú o al menos una versión más joven de ti. Os encontrabais delante de una lujosa mansión moderna, las grandes puertas de cristal daban paso a un salón de techos altos con grandes ventanales y suelo de mármol.
Tras dar unos pasos más hacia dentro, una luz violeta os recorrió de arriba abajo y una figura alta de color rojo y dorado se os acercó manteniendo su reluciente palma en alto, como si de un arma se tratara.
-¿J.A.R.V.I.S? –dijo aquella armadura.
-Es Maya Hansen, señor. –contestó una voz que parecía venir más bien de la casa en sí.
-¿La conozco? Siento no recordarla, pero ahora mismo estoy bajo amenaza y no recuerdo ni que desayuné hoy.
-Huevos con beicon, señor. -volvió a decir la voz que se escuchaba en la casa.
-Pues seguramente sea eso lo que desayuné. Gracias J.A.R.V.I.S.
-Nos conocimos en Suiza, 1999.
-Ay madre. -dijo ahora apuntando directamente a la criatura la armadura reluciente.
La mujer, con los brazos cruzados sobre el pecho y sin mediar palabra, hizo un gesto con el que parecía que aquello que estaba enfrente de vosotras debiera entender algo.
-¿Es...? - El casco dorado se levantó y dejó ver el rostro impactado de un hombre con perilla.– ¿Mi hija?
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Ojos castaños, perilla, embutido en una armadura roja y dorada. Una gran descarga recorrió tu cuerpo y abriste los ojos, la luz te deslumbró, pero no evitó que su apellido saliera de tu garganta.
-¿¡Stark!?
-Sí. ¿Querida? -dijo una voz burlona.
-Tony, cuidado con darle esos sustos, sigue inestable. –replicó otra voz algo más madura.
Aturdida, miraste a tu alrededor y no tardaste demasiado en darte cuenta de que ya no estabas en el bosque; no podías enfocar los objetos, pero la luz artificial, los tonos blanquecinos y azules, la textura debajo de tu cuerpo rígida y fría... sabías perfectamente que estabas en un hospital o en una especie de laboratorio.
Mareada y con aquel horrible zumbido en la cabeza intentaste ubicar en la sala a las voces: eran dos siluetas bastante parecidas no muy lejos de ti. Cuando parecía que ya podías distinguir algún rasgo más de aquellas formas otra se incorporó desde la lejanía a la conversación, esta parecía haber aparecido de la nada.
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La Hija de Extremis (Steve Rogers)
RomanceUna mujer castaña iba y venía en sus sueños; estos tan dañinos que no los recordaba o deseaba no hacerlo. Acogida por los Keener a los 12 años y de orígenes desconocidos, se adentró como cualquier otra mañana en el bosque a la carrera para olvidar l...