Capítulo 35

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Lo primero que Lucas notó al abrir los ojos es que no le había despertado el irritante sonido del despertador. Tanteó con su mano por la mesita de noche buscando el reloj para saber qué hora era. Cuando logró alcanzarlo, pulsó el botón que iluminaba la pantalla y vio horrorizado como era mucho más tarde de lo que debería. Su alarma no había sonado o tal vez no la había escuchado. Necesitaba salir de la cama, tomar una ducha rápida, coger al vuelo cualquier cosa de la cocina y salir pitando si no quería llegar tarde a clase.

No era de extrañar que se hubiera dormido, la semana había sido agotadora. Entre las clases, los entrenamientos y preparar la sorpresa para Jaime no había conseguido descansar bien ninguna noche. Como mínimo esperaba que el regalo que había pensado y preparado con cariño para el chico estuviera a la altura.

No se lo pensó más y salió de la cama, ese viernes tenía demasiadas cosas por hacer si quería concluir con éxito su sorpresa. Cuanto más rato remoloneara en la cama menos tiempo para prepararse. Se despojó rápidamente de su pijama y lo lanzó sobre la cama, los calzoncillos fueron los siguientes en desaparecer de su cuerpo y los metió dentro de la cesta de la ropa sucia que había en una esquina de su habitación. Así, desnudo decidió entrar en el cuarto de baño, todavía frotándose los ojos y medio dormido, esperaba que una ducha le acabara de despertar. Lo que le hizo abrir los ojos de par en par cual conejo deslumbrado por los faros de un coche fue la imagen que halló ante él en el cuarto de baño.

Jaime estaba completamente desnudo bajo el rocío del agua, mantenía sus ojos cerrados mientras frotaba su cuerpo con una esponja empapada en gel de ducha. No parecía que el chico lo hubiera escuchado entrar, tan absorto como estaba en su limpieza, cuando Lucas comenzó a retroceder con la intención de desaparecer nuevamente en su habitación el moreno abrió los ojos y los clavó en él. Esos dos iris verdes lo paralizaron en el lugar incapaz de moverse y sin poder apartar la mirada de ellos. Aunque realmente se moría por ser capaz de bajar su mirada al resto del cuerpo del chico, cosa que no hizo por miedo a que Jaime se enfadara. Aunque el moreno no pareció tener el mismo problema ya que su mirada comenzó a recorrer el cuerpo desnudo de Lucas. Ante el deseo que vio reflejado en aquellos ojos no pudo evitar que su cuerpo reaccionara y comenzara a endurecerse. Tener una erección allí, parado en el lavabo mientras Jaime lo devoraba con los ojos no fue su mejor momento, así que hizo lo único que se le ocurrió, llevar sus dos manos al frente de su paquete tratando de cubrir su inoportuna rigidez.

Jaime sonrió cuando vio el gesto del chico. Lucas era tímido y no solo por tratar de esconder su precioso miembro sino por el rubor que se extendía desde su rostro y bajaba por su cuello recubriendo su cuerpo. Y madre de Dios que cuerpo, pensó Jaime. Con gusto lo lamería de arriba abajo, una perfección así merecía ser alabada y puesta en un altar para rezarle todos los días al dios del sexo.

Los músculos marcados de Lucas, fruto de su duro entrenamiento en el fútbol, estaban completamente definidos, desde sus fuertes piernas a sus marcados abdominales. Al parecer no todo lo relacionado con ese maldito deporte era malo si había conseguido esculpir semejante obra de arte. Aunque la belleza del rostro del rubio y esos increíbles ojos azules completaban la perfección.

Jaime lamió sus labios, y ese movimiento no pasó desapercibido por Lucas quien imitó el movimiento por acto reflejo. Ambos respiraban pesadamente y la excitación en el cuarto estaba elevándose por momentos.

Lucas estaba seguro que si no se iba pronto y salía de allí acabaría postrándose de rodillas ante Jaime y haciendo lo que llevaba tanto tiempo muriéndose por hacer, practicarle una felación. Aunque jamás lo había hecho antes deseaba saber qué se sentiría tener ese duro eje entre sus labios y lamer los fluidos que de él escapaban, porque Jaime también estaba duro. Su polla era más larga que la suya, aunque quizás no tan gruesa, y se elevaba de entre el vello púbico pulcramente recortado rogando ser engullida por él.

Condenados a Entenderse | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora