El Heredero de Slytherin (2/?)

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      —Hagrid es mi amigo —dijo Harry, con voz temblorosa—. Y tú lo acusaste, ¿no? Creí que habías cometido un error, pero...

Ryddle volvió a reírse con su risa sonora.

—Era mi palabra contra la de Hagrid. Bueno, ya te puedes imaginar lo que pensaría el viejo Armando Dippet. Por un lado, Tom Ryddle, pobre pero muy inteligente, sin padres pero muy valeroso, prefecto del colegio, modelo; por el otro lado, el grandón e idiota de Hagrid, que tenía problemas cada dos por tres, que intentaba criar cachorros de hombre lobo debajo de la cama, que se escapaba al bosque prohibido para luchar con los trols. Pero admito que incluso yo me sorprendí de lo bien que funcionó mi plan. Creía que alguien al fin comprendería que Hagrid no podía ser el heredero de Slytherin. Me había llevado cinco años averiguarlo todo sobre la Cámara de los Secretos y descubrir la entrada oculta... ¡como si Hagrid tuviera la inteligencia o el poder necesarios!

»Sólo el profesor de Transformaciones, Dumbledore, creía en la inocencia de Hagrid. Convenció a Dippet para que retuviera a Hagrid y le enseñara el oficio de guarda. Sí, creo que Dumbledore podría haberlo adivinado. A Dumbledore nunca le gusté tanto como a los otros profesores...

—Me apuesto algo a que Dumbledore descubrió tus intenciones —dijo
Harry, rechinando los dientes.

—Bueno, es verdad que él me vigiló mucho más después de la expulsión de Hagrid, me fastidió bastante —dijo Ryddle sin darle importancia—. Me di cuenta de que no sería prudente volver a abrir la cámara mientras siguiera
estudiando en el colegio. Pero no iba a desperdiciar todos los años que había
pasado buscándola. Decidí dejar un diario, conservándome en sus páginas con mis dieciséis años de entonces, para que algún día, con un poco de suerte, sirviese de guía para que otro siguiera mis pasos y completara la noble tarea
de Salazar Slytherin.

—Bueno, pues no la has completado —dijo Harry en tono triunfante—.Nadie ha muerto esta vez, ni siquiera el gato. Dentro de unas pocas horas la pócima de mandrágora estará lista y todos los petrificados volverán a la normalidad.

—¿No te he dicho todavía —dijo Ryddle con suavidad—que ya no me preocupa matar a los sangre sucia? Desde hace meses mi nuevo objetivo has sido... tú. —Harry lo miró—. Imagina mi disgusto cuando alguien volvió a abrir mi diario, y ya no eras tú quien me escribía, sino Ginny. Ella te vio con el diario y se puso muy nerviosa. ¿Y si averiguabas cómo funcionaba, y el diario te contaba todos sus secretos? ¿Y si, lo que aún era peor, te decía quién había retorcido el pescuezo a los pollos? Así que esa mocosa esperó a que tu
dormitorio quedara vacío y te lo robó. Pero yo ya sabía lo que tenía que hacer.
Era evidente que tú ibas detrás del heredero de Slytherin. Por todo lo que
Ginny me había dicho sobre ti, yo sabía que irías al fin del mundo para resolver
el misterio... y más si atacaban a uno de tus mejores amigos. Y Ginny me había dicho que todo el colegio era un hervidero de rumores porque te habían oído hablar pársel...

»Así que hice que Ginny escribiera en la pared su propia despedida, golpeara a Lyra y bajara a esperarte. Luchó y gritó y se puso muy pesada. Pero ya casi no le
quedaba vida: había puesto demasiado en el diario, en mí. Lo suficiente para
que yo pudiera salir al fin de las páginas. He estado esperándote desde que
llegamos. Sabía que vendrías. Tengo muchas preguntas que hacerte, Harry Potter.

—¿Como cuál? —soltó Harry, con los puños aún apretados.

—Bueno —dijo Ryddle, sonriendo—, ¿cómo es que un bebé sin un talento
mágico extraordinario derrota al mago más grande de todos los tiempos?
¿Cómo escapaste sin más daño que una cicatriz, mientras que lord Voldemort perdió sus poderes?

En aquel momento apareció un extraño brillo rojo en su mirada.

—¿Por qué te preocupa cómo me libré? —dijo Harry despacio—.Voldemort fue posterior a ti.

—Voldemort —dijo Ryddle imperturbable— es mi pasado, mi presente y mi
futuro, Harry Potter...

Sacó del bolsillo la varita de Harry y escribió en el aire con ella tres resplandecientes palabras:

TOM SORVOLO RYDDLE

Luego volvió a agitar la varita, y las letras cambiaron de lugar:

SOY LORD VOLDEMORT

—¿Ves? —susurró—. Es un nombre que yo ya usaba en Hogwarts, aunque sólo entre mis amigos más íntimos, claro. ¿Crees que iba a usar
siempre mi sucio nombre muggle? ¿Yo, que soy descendiente del mismísimo Salazar Slytherin, por parte de madre? ¿Conservar yo el nombre de un vulgar
muggle que me abandonó antes de que yo naciera, sólo porque se enteró de que su mujer era bruja? No, Harry. Me di un nuevo nombre, un nombre que sabía que un día temerían pronunciar todos los magos, ¡cuando yo llegara a ser el hechicero más grande del mundo!

A Harry pareció bloqueársele el cerebro. Miraba como atontado a Ryddle, al huérfano que se convirtió en el asesino de sus padres, y de otra mucha gente... Al final hizo un esfuerzo por hablar.

—No lo eres —dijo. Su voz aparentemente calmada estaba llena de odio.

—¿No soy qué? —preguntó Ryddle bruscamente.

—No eres el hechicero más grande del mundo —dijo Harry, con la respiración agitada—. Lamento decepcionarte pero el mejor mago del mundo
es Albus Dumbledore. Todos lo dicen. Ni siquiera cuando eras fuerte te
atreviste a apoderarte de Hogwarts. Dumbledore te descubrió cuando estabas
en el colegio y todavía le tienes miedo, te escondas donde te escondas.
De la cara de Ryddle había desaparecido la sonrisa, y había ocupado su
lugar una mirada de desprecio absoluto.

—¡A Dumbledore lo han echado del castillo gracias a mi simple recuerdo!
—dijo Ryddle, irritado.

—No está tan lejos como crees —replicó Harry. Hablaba casi sin pensar,
con la intención de asustar a Ryddle y deseando, más que creyendo, que lo que afirmaba fuese verdad.
Ryddle abrió la boca, pero no dijo nada.

Llegaba música de algún lugar. Ryddle se volvió para comprobar que en la
cámara no había nadie más. Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte. Era inquietante, estremecedora, sobrenatural.

A Harry le puso los pelos
de punta y le pareció que el corazón iba a salírsele del pecho. Luego, cuando la
música alcanzó tal fuerza que Harry la sentía vibrar en su interior, surgieron
llamas de la columna más cercana a él.

Apareció de repente un pájaro carmesí del tamaño de un cisne, que entonaba hacia el techo abovedado su rara música. Tenía una cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y brillantes garras doradas, con las que sujetaba un fardo de harapos.

El pájaro se encaminó derecho a Harry, dejó caer el fardo a sus pies y se le posó en el hombro. Cuando plegó las grandes alas, Harry levantó la mirada y
vio que tenía un pico dorado afilado y los ojos redondos y brillantes.

El pájaro dejó de cantar y acercó su cuerpo cálido a la mejilla de Harry, sin
dejar de mirar fijamente a Ryddle.

—Es un fénix —dijo Ryddle, devolviéndole una mirada perspicaz.

—¿Fawkes? —musitó Harry, sintiendo la suave presión de las garras doradas.

—Y eso —dijo Ryddle, mirando el fardo que Fawkes había dejado caer—, eso no es más que el viejo Sombrero Seleccionador del colegio

LYRA BLACK, pjo & hpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora