Capítulo 2.

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Unos calcetines altos cubrían la mitad de mis piernas y la corbata no paraba de hacerme rozadura en el cuello. Cuando entré me di cuenta de lo que me esperaba, un gran jardín delante de mí con vayas del mismo color que la de la puerta situadas, la insignia del instituto en cada lado al que miraba. Decidí seguir a la gente, para saber dónde ir…o al menos donde ubicarme, anduve sin sentido alguno y me quedé quieta en el hall, escaleras de madera separadas terminando en una misma dirección, baldosas perfectamente limpias, gente totalmente disciplinada y…ahí estaba yo, sin saber si quiera a quién acudir. Leí el letrero de Secretaria y anduve hacia la ventana.

—Ummm...¿hola? —Miré a través—Soy la nueva

—Ah, sí, te están esperando. Toma este es un mapa del instituto y estas son las clases que tienes hoy. Ve al despacho del director.

—Vale…—cogí los papeles—No sé dónde está jefatura—admití agachando la cabeza.

—Mira el mapa—sonrió

Lo miré y fruncí el ceño…esto era enorme—Umm…— le encontré y me dirigí a paso pesado. Llamé a la puerta y alguien levantó la vista.

—Ven, siéntate— extendió el brazo dejándome la silla. Al lado estaba mi tía. Suspiré y dejé caer la mochila en el suelo, me senté al lado de ella.

—¿Qué tal?

Me encogí de hombros hacia él y miré a mi tía.

—Hemos estado hablando. — no la perdonaría jamás que me encerrase aquí.

—Pues habla—suspiré.

—Bien, sabemos que no tienes el mejor historial del mundo— se me formó una sonrisilla y rodé los ojos— pero también sabemos que tienes potencial de sobra y que puedes sacar el curso perfectamente, hemos decidido darte una oportunidad —Me quedé seria, no sé si creían que me entusiasmaba entrar en el instituto—Puedes ir a tus clases—asentí—¿Sabes tú horario?
—Sí…bueno. —me levanté de la silla y cogí la mochila, la dejé caer en uno de mis hombros. Salí de la habitación y mi tía imitó el proceso —No me dejes aquí—supliqué.

—Estudia, sé que puedes—me besó la frente.

—¿Esa es tu forma de librarte de mí? —grité y se giró sin contestarme, genial. Miré el mapa, primera hora, idiomas. Al menos eso se me daba bien. Bajé las escaleras y busqué la clase. Parecía una estúpida, bastantes personas me miraban mientras yo fijaba la vista en las hojas que me habían dado. Llamé a la puerta y entré. Giraron la vista hacia mí y yo miré hacia otro lado incómoda.

—Nina, ¿verdad?
—Ajá—me atreví a decir.

—Pasa y siéntate— busqué con la mirada un sitio libre y me tocó en la primera fila, cómo no. Ahora me sudaban hasta las manos, todas las chicas me estaba mirando, lo sentía. ¿No lo había dicho? El instituto se dividía en chicos y chicas. Había unas normas muy claras. Residencia para chicas y residencia para chicos Pasillos para chicas y pasillos para chicos. Clases para chicas y clases para chicos y así sucesivamente.

Me tapé la cara con el pelo y abrí con desgana un cuaderno. Intenté atender a la clase sin cruzar palabra con nadie. Me cogí el pelo y repasé con los dos dedos las puntas. Mirándolas con desgana. Mis manos arrastrándose por la mesa. Sonó la alarma que indicaba la siguiente hora y guardé los libros con pesadez y dejé las hojas que me habían dado sobre la mesa. Salí de la clase con el papel en la mano.

—Por lo visto las chicas no deben ser buenas, ¿fumas? —giré la cabeza, el chico de la entrada esperando una respuesta por mi parte.

Suspiré—Sí.

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