Capítulo 10.

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Creo que desperté a las cinco de la tarde, cuando abrí un ojo me deslumbré y me tapé con la colcha negándome a afrontar un día más entre estas vallas de hierro.

Había pasado una noche intranquila, extraña y poco normal, y estaba cansada, no quería saber qué fecha o qué hora era, si quiera el país dónde me encontraba, realmente si alguien hipotéticamente cogiese el instituto, lo llevase con ruedas hasta estar a miles de kilómetros de aquí, y lo quisiese plantar en el centro de Rusia ni me enteraría, es decir, no sé qué pasa fuera de aquí, no sé si se ha extinguido la raza humana, si los zombies han comido el cerebro a mi hermano o si ahora soy la chica más inteligente del mundo, y para ir más contra mi encierro, debo decir que hace un mes me inscribí en el sorteo de Domino's, ¿Y si he ganado y no lo sé?, ¿Y si mi familia recibe una pizza gratis cada semana y yo no estoy ahí para disfrutarlo? La vida es cruel y dura.

Con ayuda de mucha fuerza de voluntad (y también mucha fuerza de Kate al tirar de una pierna y sacarme de la cama en contra de mi voluntad) logré ponerme en pie, tocarme la frente y recordar que hoy vendría Carla de visita.

No es por intentar ponerme algo decente, porque aquí eso era imposible, pero tenía en mente arreglarme, aunque fuese un poquito, claro que con una falda escocesa y un polo con la insignia de mi cárcel no se podía hacer la gran cosa.

El otro día vi que los cultos de las animadoras tienen grabado el escudo del instituto en medio, justo dónde se situa el trasero, ¿eso también es de tu propiedad, director? Es decir, porque vaya asco, es como si estuvíesemos llevando peto naranja y nos tuviéseis agarrados de los pies y de las manos, en una fila ordenada con una cadena negra con esposas y nos hicieseis picar rocas en pleno sol. Enserio pienso, que un día de estos, aparezco rapada y con el tatuaje de mi número de lista grabado en la frente, escuchad lo que digo, id poniendo la denuncia, tendré razón y cuando lo demuestre seré rica.

Así que con todo ese caos mental en mi cabeza me acerqué a la puerta para esperar su llegada, en cada visita se abría para luego volverse a cerrar, es como al pececito que sacas del agua y cuando ves que está apunto de asfixiarse, le metes en la pecera para a los segundos después volverle a torturar, así me sentía respecto a ver la libertad delante de mí y a los segundos sólo ver una puerta cerrada que no me dejaba paso a hacer nada.

Estaba nerviosa sin saber bien porque, la conocía de toda la vida...pero algo raro se estaba formando en ese punto de mi garganta y di gracias de no tener que llevar hoy la maldita corbata.

Caminé deprisa de un extremo otro del pasillo de piedra largo que daba entrada desde la puerta hasta dentro de forma agitada, esperaba verla venir, algo, que bajase de un coche con un par de cervezas y se riese de mí y de mi situación, que me abrazase, o no sé, algún contacto con mi antigua vida que ahora quedaba algo borrosa.

No pensé que no vendría, bien la conozco para saber que siempre llega tarde, al igual que yo, pero mis esperanzas se reducían segundo a segundo.

Una parte de mí se repetía que sí que iba a venir, porque me lo había prometido, y todo lo que me promete Carla lo hace, cumple, a rajatabla.

Me senté y apoyé mi cabeza contra la pared de piedra gris, estaba fría, pero eso era lo que ahora menos le importaba a mi espalda, miré hacia el cielo, estaba despejado, había gente a mí al rededor esperando y conversando pero yo estaba en mi nidito de paz, cerré los ojos para inspirar profundamente.

- Perdone, señorita, ¿podría decirme dónde está la residencia de chicas?- no abrí los ojos si quiera.

Gruñí - No, no puedo, déjeme, estoy esperando a alguien.

Mi plan E.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora