Capítulo 2
No digas tonterías –contestó Anahí, humillada de nuevo ante el recuerdo de las mentiras vertidas para proteger a su hermana.
Al pensar en cómo había deseado a ese hombre aquella noche en París, y lo mal que había salido todo, sintió náuseas. Alfonso la odiaba, se percibía en el aire.
–Cuéntame ¿por qué te marchaste de Italia? –preguntó él.
Anahí celebró el giro en la conversación y lo miró perpleja. ¿Acaso no era evidente? Recordó las odiosas acusaciones vertidas contra su padre tras la ruina, revelando que llevaba años arrastrando grandes deudas y que todas sus posesiones, incluyendo el precioso palazzo de Florencia, pertenecían a los bancos.
–Como bien te habrás imaginado –comenzó ella–, el valor de mi hermana y mío cayó en picado cuando se supo que habíamos perdido nuestra fortuna.
–Debo admitir que estaba al corriente –Alfonso entornó los ojos–. Sabía que tu padre llevaba años frecuentando prostitutas, y también su implicación en drogas y corrupción política. Pero saber que se dedicaba a la trata de blancas debió haber sido un duro golpe para vosotras. A nadie le gusta verse asociado a un escándalo de tal magnitud.
La humillación que sentía Anahí era casi insoportable. Su padre había frecuentado prostitutas mientras aún seguía casado con su madre porque lo excitaba. Incluso había tenido un hijo con una de ellas. Había creído no poder odiar más a su padre, pero, tras su huida para evitar los cargos contra él, comprobó que su capacidad de odio no tenía límites. Nadie conocía su paradero, y Anahí no tenía ningún deseo de volver a verlo nunca más.
La idea de todas aquellas pobres e indefensas mujeres vendidas a una vida de tortura y degradación era insoportable. Sintió el amargor de la bilis ascender por su garganta.
–Los pecados de tu padre no son los tuyos –Alfonso interpretó el gesto de la joven.
–Puede que no –ella se sorprendió ante la rotunda afirmación–, pero nadie lo ve así.
–¿Os lo hizo pasar mal la prensa italiana? –preguntó él–. Cuando estalló el escándalo yo estaba de viaje. Para cuando regresé a Europa, tu padre ya había desaparecido.
Anahí recordó algunos titulares de prensa: «¿Quién va a querer casarse ahora con las pobres niñas ricas?». O también: «Serena DePiero pillada in fraganti escasos días después de la desaparición de su padre». Ese había sido el momento en que había comprendido que debían abandonar Italia. Serena se había descontrolado peligrosamente.
No había esperado ninguna clemencia de la prensa. Les encantaba despedazar a los intocables de la alta sociedad y, gracias a la desmesura de su padre, los DePiero se lo habían ganado a pulso.
–Sí, podría decirse que nos lo hicieron pasar mal.
A Alfonso le sorprendió la ausencia de emoción en la voz de Anahí. No le costó imaginarse el festín que debía haberse dado la prensa con las dos princesitas rubias de ojos azules caídas en desgracia.
De nuevo se maravilló ante la belleza de la joven. No llevaba maquillaje y, aun así, su piel relucía como si fuera de perla. En su mundo de excesos y artificios, Anahí era una rara excepción.
Inconscientemente había evitado a toda mujer rubia durante los últimos cinco años, buscando todo lo contrario a lo que era ella con la falsa excusa de que ya no le gustaban las rubias. Mentira. Lo que sucedía era que solo deseaba a una rubia. A ella.
Las mujeres no solían despertar en él una reacción tan carnal y, sin embargo, Anahí lo había hecho nada más posar su mirada en ella. Con los ojos brillantes, alzó la copa.
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PERDON SIN OLVIDO
RomanceADAPTADA, ADAPTADA, ADAPTA PORTADA: CREDITOS A @AYA.MYM ( INSTAGRAM )