Tóxico y En La Nieve

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Afuera de la Habitación del Loto, Wuxian echaba cada vez más condimentos al alimento, y siempre al probar, seguía añadiendo más dentro del caldero. Cuando recordó Wangji tenía un gusto más suave por la comida, ya era tarde para arrepentirse.

—Con las ganas que tenía de preparar algo delicioso...– Se quejó cabizbajo.

Lan Zhan normalmente le cocinaba tres comidas sabrosas al día, y ni siquiera podía retribuir eso. Seguían siendo pareja, pero últimamente sentía no estaba aportando más que preocupación y angustia, aunque lo amara todavía.

Empezó a nevar, e ignoró olímpicamente al clima.

Tenían los mismos valores, pero sus actitudes eran tan opuestas como la escarcha y el loto, ambas hermosas pero separadas por las estaciones.

Probablemente esa fue la principal razón por la que se sintió tan atraído desde el principio, cautivado ante esa belleza etérea tan distinta a lo que él conocía. Y así, se había entregado sin dudar ni un segundo Lan Zhan era con quien quería pasar el resto de su vida, su alma gemela, la lluvia que lo bañaba y fortalecía. No sabía en realidad ese "puro" amor juvenil entre ambos resultaría ser una condena más tarde para el segundo jade.

—Si no hay forma de detener esto, preferiría Lan Zhan me olvidara lo más rápido posible y sea feliz con alguien más– Soltó a sí mismo, presionando una mano contra su pecho mientras los ojos se le cristalizaban.

¿Desde cuándo era tan sensible?

—Sólo puedes ser tú– Susurró en su oído una grave voz masculina bien conocida.

Unos brazos fornidos lo abrazaron desde atrás, apoyando la barbilla sobre su nuca, y pegando el pecho contra su espalda. Wei Ying aceptó el gesto, en silencio, sin importar unos discípulos caminando cerca huyeran tímidos al verlos abrazados.

Colocó las manos sobre las más grandes, del jade, encima de su vientre; los acostumbrados latidos desenfrenados hicieron lo suyo, cerró los ojos volteando medio cuerpo de costado, y alzó la vista encontrando los hermosos ojos dorados a unos centímetros de los suyos, casi rozando las narices. De proponerse, podría contar cuántas respiraciones daba por minuto el mayor.

—Tengo algo que decirte– Replicó el jade, acercando los labios a la boca del otro.

Wuxian no forcejeó, inclinando a un lado la cabeza mientras recibía un corto beso.

—Dime después. Ya está listo el almuerzo, y no te vas a salvar. ¡Lo hice con amor!

Y un montón de condimentos.

Finalmente recordó una forma en la que podía ser más digerible la comida. Volvieron adentro, el oji gris trajo los tazones y el caldero, antes de el mayor sentarse junto a la mesita, momento que Wei Ying aprovechó para sentarse encima de sus piernas y rodear la cintura ajena con sus piernas.

—¿No vamos a comer...?

—¡Pues claro! Hace tiempo no te doy de comer así, déjame hacerlo de nuevo– Pidió el oji gris, irguiendose sobre sus rodillas posicionadas en los costados del otro. Tomó un pedazo de verdura, se lo metió entre los dientes y acercó ambos rostros.

El Lan separó los labios, recibiendo gustoso la comida, colocando las manos trás el cuello del menor, profundizando el beso. Wei Ying usó su lengua para empujar la verdura en la boca del prometido, éste entrelazó las lenguas y saboreó la saliva del otro antes de separarse un poco las cabezas.

—¿Qué tal sabe?

—Picante. Sabe muy bien.

—¡Jajaja! Hablo de la comida, no de mí.

Escarcha y Loto (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora