~Capítulo 13~

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—Mira —Señalo la entrada del registro civil. —Esos son los guardias de la entrada principal, para poder entrar deberás hacerlo por la de servicio que está del otro lado de la cuadra. Ya sabes, el edificio ocupa toda una cuadra.

Estamos vigilando la entrada del registro civil, dos cuadras más atrás.

—Ahora cubre el espejo retrovisor y no mires hacia atrás porque me voy a cambiar.

No hubo oportunidad de cambiarme, me olvidé por completo cuando estuvimos en el estacionamiento y por lo que siguió después de eso.

Casi lo lanzo por la ventana cuando me dijo pequeña Grinch. Apenas tolero que Miguel me diga así, pero ¿él? No, eso sí que no lo iba a permitir, así que me desaté dedicándole insultos que lo pusieron nervioso el resto del camino hasta aquí.

Al menos ya sabe de lo que se va a morir si se atreve a volver a decirme así.

Miguel me las va a pagar, ya van dos cosas que le cuenta de mí sin mi permiso. ¿Qué más le habrá dicho?

Me cruzo del asiento del copiloto hacia los de atrás, Klein hace lo que le he ordenado y empiezo a cambiarme.

—¿Es necesario todo esto? Digo, ya te vi en ropa interior. Por accidente claro, pero lo hice.

—Cállate si no quieres presentarte con un ojo hinchado en la boda de tu ex.

—Tranquila, no hay necesidad -suelta una risa.

Termino de colocarme la camisa blanca mangas largas, el pantalón negro, el chaleco y la corbata de moño del mismo color.

—Lista —digo, tomo la caja de los recuerdos y salgo del auto.

Saco de la caja una pequeña bolsita con dos mini auriculares con micrófono que conseguí de forma no tal legal, pero a quién le importa eso en este momento.

—Ten —le extiendo uno —, con esto podemos comunicarnos mientras estés ahí encerrado, es mejor que usar celulares porque se supone que estaré trabajando.

Lo toma con sorpresa.

—Inteligente, ni yo había pensado en ese aspecto.

—Cierra la boca y no lo pierdas.

Me doy la vuelta para poder ir en dirección al edificio, pero me devuelvo.

—Olvidaba decirte algo.

—¿Uh?

—Contacté a alguien para que nos ayude si las cosas se salen de control.

Me mira con cara de estúpido que no comprende nada. Giro los ojos, es mejor dejarlo así.

Continúo mi recorrido hacia el edificio y...

Teresa

Pero ¿Qué?

Me giro a mitad de camino con mi característica mirada de enojo, no puedo verlo a tanta distancia porque está dentro del auto, pero él a mi sí.

—¿Qué haces idiota?

Probando el producto.

—Es para comunicarse para algo importante, no para jugar.

Lo siento.

No le contesto, porque si lo hago seguirá con sus pendejadas. Retomo mi camino hacia la entrada.

Tengo algo de miedo, lo admito.

Los guardias me miran serios en cuanto estoy frente a ellos. De pronto me siento como en un déjà vu.

—Ayudante del servicio de meseras —le digo a uno de ellos.

¿Y si nos casamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora